Isabel II o cómo convertir su imagen en un legado
El uniforme de la reina, formado por colores vibrantes, sombreros, perlas y su tradicional bolso negro, se ha convertido en un icono por sí mismo.
Cuando se habla de iconos de estilo en la familia real británica inmediatamente vienen a la cabeza nombres como Diana de Gales, Kate Middleton o incluso el nuevo rey Carlos III, muy involucrado con la sostenibilidad y propietario de una impecable colección de abrigos. Sin embargo, el verdadero icono ha sido Isabel II que ha sabido vestirse como una reina durante sus 70 años en el trono con una imagen reconocible gracias a su famoso arcoíris y a una serie de complementos imprescindibles.
“Ni marcando tendencias ni atrevida, icónica”, así la definió la BBC en un reportaje sobre su estilo personal y su manera de ejercer el power dressing publicado durante el Jubileo de Platino. Los trajes y conjuntos de la reina, siempre de corte clásico y colores muy llamativos, tenían una función: hacerla destacar. No solo por seguridad como se ha publicado a lo largo de los años, sino para que fuera fácilmente reconocible en medio de la multitud, especialmente en las giras fuera de Reino Unido.
Cada aparición de Isabel II ha estado medida al detalle y eso incluye sus atuendos, para los que se estudiaban los diferentes tejidos apropiados para cada momento, llegando a comprobar cómo podrían comportarse ante el viento. Los trajes se hacían a medida y, a pesar de que sus súbditos no se llevaban una sorpresa al ver aparecer a su soberana, la reina siempre consiguió adaptarse e incluso mandar algún guiño a través de los colores.
“Su trabajo es ser una presencia consistente y que calme. Sus ropas son una mezcla entre saber qué esperar combinado con una habilidad de sorprender y deleitar”, señaló Elizabeth Holmes, experta en el estilo de la familia real.
El equipo de la monarca tenía presente cada estación del año para elegir el tono de sus conjuntos, además de tener en cuenta la máxima posición diplomática de la reina. En la inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres fue de rosa porque no se encontraba en ninguna bandera de los países que participaban y en abril de 2020, cuando se dirigió a la nación en medio de la pandemia, eligió un verde similar al que se utiliza en hospitales y quirófanos.
En junio de 2017, Isabel II se plantó en la apertura del Parlamento Británico dejando que su atuendo hablara por ella en medio de la convulsa situación política que vivía el país. Con el sí en el referéndum del Brexit todavía reciente y con la victoria de Theresa May, la reina eligió un abril de color azul europeísta, pero la miga estaba en el sombrero. Iba a juego con el abrigo y tenía unas llamativas flores cosidas en la parte delantera del mismo color azul combinado con un centro dorado, del mismo dorado que las estrellas de la bandera de la Unión Europea.
Como buena dama británica, la colección de sombreros de Isabel II es digna de museo. La soberana se ha atrevido con todo: flores, plumas, encaje… y ha salido victoriosa. A lo largo de los años, los expertos han señalado que, además de por protocolo, la monarca ha utilizado los sombreros para suavizar sus rasgos y hacerla crecer unos centímetros, para distinguirla entre la multitud especialmente al lado de Felipe de Edimburgo, que superaba el metro noventa.
También era habitual que luciera un clásico collar de perlas de varias vueltas y alguno de los diferentes broches que tenía en su joyero. Con la joyería, al igual que con los colores, la reina también enviaba mensajes. Durante una cena da gala con Donald Trump en 2018, Isabel II eligió una tiara de rubíes y diamantes para la que se utilizaron unas gemas que le regalaron las autoridades de Birmania. Como explicó la casa de joyería Garrard, en la cultura del país, ese tipo de rubíes sirven para proteger del mal. La monarca no daba puntada sin hilo.
Para elegir sus atuendos, diseñar sus conjuntos y decidir todo lo que tenía que ver con la imagen de la reina, Isabel II contaba con la imprescindible ayuda de Angela Kelly, su ayudante y amiga más cercana. Kelly comenzó a trabajar con la soberana en 1993, pero fue en 2002 cuando le otorgaron un puesto creado específicamente para ella y que demostraba la máxima confianza que la monarca tenía en ella.
Kelly era la Ayudante Personal, Asesora y Comisaria de Joyería, Insignias y Vestuario, por lo que debía cuidar hasta el más mínimo detalle en las apariciones de la reina. Tanto que ella misma reveló que se ponía los zapatos antes que la monarca para ablandarlos y que le resultaran más cómodos. También se sabe que fue ella la que decidió que la reina llevara paraguas transparente con un ribete del color de su atuendo para que se le viera la cara y al mismo tiempo fuera a juego. Ella fue una de las pocas personas que estaban junto a Isabel II cuando murió en Balmoral.
Una mujer pegada a un bolso
Además de colores, sombreros y perlas, el ‘uniforme’ de la reina no está completo sin dos complementos fundamentales: los mocasines de tacón de 3 centímetros de Anello & Davide y especialmente el bolso negro de Launer. Todos estos elementos han ayudado a construir la imagen de la reina, una de las mujeres más fotografiadas del planeta, y a hacerla reconocible. “Su imagen es una enorme parte de su legado”, sentencia Holmes a la BBC.
Al contrario que otras soberanas o jefas de Estado, Isabel II nunca se separaba de su bolso. Desde las giras por medio mundo donde lo lucía bailando con vestido y tiara hasta en su última foto, tomada dos días antes de morir. La reina llevaba uno de sus tradicionales bolsos negros en el salón de Balmoral donde se reunió con la nueva primera ministra, Liz Truss.
La soberana era fiel a una marca, Launer, y en las últimas décadas siempre lucía modelos de piel en color negro y de líneas clásicas. Se calcula que tenía unos 200 modelos en su colección, todos muy parecidos entre ellos, y cada uno se vende por entre 1.5000 y 2000 libras.
Sobre la función del bolso de la reina se ha escrito de todo. Durante años, muchos expertos han asegurado que servía como herramienta para comunicarse con su equipo en función de la posición en la que lo colocara. Qué llevaba dentro también era un incógnita, a excepción de sus gafas y una barra de labios, ya que se ha captado a la monarca en decenas de ocasiones retocándose discretamente.
Pañuelo, Barbour y botas de lluvia
Pese a que sus compromisos la obligaban a estar en Londres y tenía su residencia fijada hasta hace unos meses en Buckingham, Isabel II disfrutaba especialmente en el campo. Sandringham para las vacaciones de Navidad y Balmoral para las de verano eran sus refugios y allí el uniforme era completamente diferente pero igualmente icónico.
Las imágenes de la reina conduciendo su Range Rover, paseando por sus terrenos o visitando a sus caballos forman parte ya de un archivo histórico. En todas ellas, el atuendo era prácticamente el mismo: un pañuelo de seda cubriendo la cabeza, botas de lluvia y una parka o un chaleco, habitualmente de Barbour. La verdadera Lilibet.