Isa Serra: un blanco fácil
Las acusaciones, recurribles todas, contra Isa Serra producen risa porque al leerlas tiembla hasta el propio papel.
Cuando ayer me enteré de la pedazo de sentencia que le ha caído a la diputada de Podemos Isa Serra, ya sabía que no era una broma. Al analizar el pliego caí en la injusticia politizada que rige en nuestro negro y triste paranora jurídico. No solo por l@s advers@s y oscuros togad@s, en su gran mayoría, sino por la gran patada a una cosa universal y adquirida como los derechos humanos.
Tal correctivo a una mujer destacada, con una hermana ídem y ambas pertenecientes a un partido amado y odiado a partes iguales, solo se entiende en el contexto amargo, vacío y punitivo como el que estamos viviendo en lo que a nuestras libertades, logradas a base de mucha lucha y fuerte activismo, se refiere.
Algunas personas que administran justicia no están en nuestro mundo en una gran porción. Habitan en otro donde el honor, la legión, la bandera, la patria, la muerte y su novia son alegres ninfas que les hacen masajes craneales al levantarse y ponen ropajes purpurados en sus lechos para que sueñen con disciplinar y enrollar cilicios en los muslos de las mujeres podemitas, bolivarianas, comunistas, progres, venezolanas, separatistas, feminazis, bildu-etarras y demonias con rabo. A Isa Serra, para que estas tribus alejadas en sus edenes particulares la puedan colgar en las picas de sus balcones, solo le falta ser negra, judía y trans.
Las acusaciones, recurribles todas, contra Isa Serra producen risa porque al leerlas tiembla hasta el propio papel. Sentencia basada en declaraciones de unos señores de la autoridad que en la algarabía de un desahucio pudieron oír súper pluscuamperfectamente los improperios de la acusada. Nadie, nadie, insisto, que haya estado en una de esas terribles expulsiones es capaz de reproducir lo que se oye en el fragor del lance entre las personas que pacíficamente buscan actuar como escudo de derechos humanos frente al bloque de la autoridad. Gritos, palos, amenazas, súplicas de todo tipo y una especie de hedor amarillo que surge de las entrañas de quienes tienen que irse y abandonar a la fuerza su morada de toda la vida en pos de la nada, el olvido y el vacío.
En cuanto a los vocablos especulados en la persona de Isa... permitan que yo no me los crea ni del derecho ni del envés. Porque las mujeres feministas nunca jamás hablamos así a otras mujeres por mucho que sean uniformadas y ostenten autoridad.
Isa Serra estaba defendiendo los derechos humanos. Y hasta donde llego no es delictivo. Ahhhhh, pero con una cosa de ese mundo de pequeñas diosecillas y varones ataviados de negras túnicas y puntillosas mangas, llamada Ley Mordaza… la cosa cambia.
El nuevo orden político salido de las últimas urnas prometió erradicar esa vergonzosa barbaridad. Como tantas otras cosas esas ofrendas vuelan convertidas en plumas por unos vientos adversos y pandémicos.
Dentro de unos años, y cuando ya nadie se acuerde, Isa Serra será reparada por unos tribunales bruñidos de justicia verdadera y no contaminada. Pero ahora, el presente incierto en el que vivimos, nuestra amiga está en el banquillo sentada sobre multas, inhabilitaciones y condenas sin pruebas. La arbitrariedad de la autoridad togada ha triunfado sobre la razón que otorga una justicia verdadera y desprovista de disfraces políticos.
Ayer, mientras su nombre, cargo y partido ardía en las redes, demasiadas gentes danzaban beodas delante de tan vergonzoso akelarre.