Irene Vallejo: "En los clásicos encontramos ideas para reconstruir el futuro"
Entrevista con la autora de 'El infinito en un junco': "Esa forma de avanzar juntas las Humanidades y las Ciencias es lo que siempre nos ha dado lo mejor".
Ulises 31 llevaba la mitología al siglo XXXI. Clásicos galácticos a través de anime japonés que fascinaron a los jóvenes en los ochenta. Entonces y a raíz de esos dibujos, el padre de Irene decidió contarle a su hija por las noches la Odisea. Ella se convirtió desde ese minuto en una “mitómana absoluta y sin remedio”. Su forma de ver el mundo cambió para siempre.
La niña es hoy Irene Vallejo, la autora revelación que ha convertido El infinito en un junco en un libro superventas y en un objeto de culto a la vez. El amor por la literatura, las palabras, los relatos, las historias. En estos días casi apocalípticos, la escritora reivindica la reflexión, la lentitud, reencontrarse con el pasado, aprender de los que nos precedieron. Pero siempre mirando al futuro. Un viaje en el tiempo —le encantaría saber quién era Homero o mantener una conversación con Marco Aurelio—, pero siempre con billete de vuelta.
“La verdad es que las epidemias son realidades muy antiguas”, describe durante estos días de verano en una charla con El HuffPost. Le vienen a la cabeza Tucídides o Aristóteles para explicar lo que afronta ahora la humanidad. Un mundo que se abre en el que, en su opinión, deben darse las manos las Ciencias y las Humanidades. “Habíamos vivido hasta ahora en una cierta arrogancia de sentirnos como individuos autosuficientes. Lo que necesitamos son estructuras sociales fuertes”, vaticina entre citas a los clásicos pasando por autores contemporáneos como Siri Hustvedt, Martha Nussbaum, Jean-Claude Carrière, Jorge Carrión y Sergio del Molino. Lean sin mirar el reloj ni Instagram. La vida no va de eso.
Vaya días tan extraños que se están viviendo. ¿Cómo lo llevas? ¿Cómo se puede definir? ¿Una tragedia clásica?
La verdad es que las epidemias son realidades muy antiguas. La humanidad se ha visto azotada por este tipo de situaciones durante siglos y siglos. Lo que ha pasado es que nos habíamos olvidado gracias a un cúmulo de progresos y casi nos parecía algo del pasado o de tiempo superados. Pero la realidad es que ya hay muchísima literatura que habla de este tipo de situaciones, no es nuevo para la humanidad. Me viene a la cabeza Tucídides, que en su maravillosa historia habla de la democracia de Atenas y de cómo se enfrentaron a una epidemia.
Se vive en este mundo hiperconectado, a golpe de redes sociales… ¿Nos habíamos olvidado de mirar atrás y de leer las experiencias de siglos anteriores?
En el mundo de hoy pensamos que todo lo vivimos por primera vez, que todo es nuevo, que debe ser muy palpitante y que hay que transmitirlo segundo a segundo… Lo que pasa es que cuando volvemos la vista a la Historia y a los libros, casi todo se ha vivido antes. Es interesante porque nos podemos sentir menos solos en nuestras experiencias, la posibilidad de planear el futuro está directamente relacionada con nuestro conocimiento del pasado. Las teorías científicas se construyen a través de un método empírico, de ir probando. En la Historia no es todo tan mecánico, pero es cierto que las experiencias del pasado nos ayudan a no reincidir en algunos errores. El futuro necesita del pasado. Está claro, somos la especie que más ha desarrollado la capacidad de predecir el futuro porque somos la única que conoce su pasado.
¿El hombre se ha vuelto a dar cuenta de que es hombre y de su propia fragilidad?
Creo que sí. Al final y después de mucho tiempo discutiendo sobre las pequeñas diferencias, nos hemos visto casi toda la humanidad, con una diferencia de semanas o meses, afrontando los mismos peligros y las mismas situaciones y recordando que somos mucho más frágiles de lo que creíamos pensar. No creo que la conciencia de la fragilidad sea algo malo. Por supuesto, hace añicos alguna de nuestras certezas, pero nos recuerda lo importante que es colaborar, ayudarnos y tener una sociedad fuerte que sea la que nos sostenga. Habíamos vivido hasta ahora en una cierta arrogancia de sentirnos como individuos autosuficientes. Lo que necesitamos son estructuras sociales fuertes.
Al encerrarnos y confinarnos, todo el mundo ha tenido que agarrarse muchísimo a la cultura, a los libros, a las series... ¿Hemos redescubierto su valor?
Los libreros me dicen que sienten un relativo optimismo dentro de la situación porque ven llegar lectores jóvenes, ese ansiado relevo generacional que antes no veían. Todo el mundo en este confinamiento se ha dado cuenta de que teníamos esa necesidad de echar a volar la mente y lo hacemos gracias a las películas, series y libros. Ha sido nuestro antídoto contra el confinamiento mental, contra el confinamiento de las ideas. Nos ha salvado de la espiral obsesiva. Todo el mundo ha leído más que antes. Hemos encontrado refugio y una cierta capacidad de pensar con más serenidad gracias a los libros que nos alejan de la urgencia y de lo inmediato. Permiten una reflexión más lenta y sosegada. De alguna manera se han reforzado las historias, han sido nuestra guía y brújula. Al final lo que necesitamos es dar sentido a nuestra experiencia.
Durante la historia de la humanidad hemos ido narrando la vida primero vía oral, luego los libros, el cine en el siglo XX, las series ahora… ¿Cómo es la forma de contar el mundo en este 2020?
Nos hemos pasado toda la vida intentando contar el mundo o, por lo menos, encontrar sentidos a la experiencia caótica. Es esa lucha constante por encontrar razones, guías, criterios en lo que vivimos. La ciencia ha sido y sigue siendo muy importante para resolver la emergencia sanitaria, pero al final la reflexión es también muy importante. La filosofía por las decisiones éticas que tenemos que tomar y las historias que están explicándonos cómo podemos enfrentarnos a las situaciones que vamos encarando. Todo esto necesita reivindicación, esa forma de avanzar juntas las Humanidades y las Ciencias es lo que siempre nos ha dado lo mejor. Históricamente y precisamente después de las epidemias es cuando volvemos a contarnos el mundo de otra manera distinta. Ya sucedió después de la peste negra cuando surgió el Humanismo, después de las pestes llegó la Ilustración y ahora no sólo por la pandemia sino en un momento de revolución tecnológica y de crisis de nuevo tenemos que buscar relatos. En los clásicos encontramos ideas para reconstruir el futuro.
Hablando de clásicos, ¿cuáles servirían para explicar la España de hoy?
Hablaba antes de Tucídides, es esencial y un grandísimo historiador que analiza con muchísima lucidez lo que sucedió en el primer experimento democrático de la historia. Dentro de los obstáculos que encontró aquella democracia ateniense también está una gran epidemia y cómo les marcó. Hace poco, Lorenzo Silva ha publicado una novela llamada El mal de Corcira que es un homenaje a Tucídides y analiza la realidad contemporánea de España. También Aristóteles, que tiene unos análisis muy importantes con absoluta vigencia. Decía que en el caso de la democracia el peligro se llama demagogia, unas reflexiones de asombrosa realidad. Su idea de los regímenes políticos siempre dinámicos y moviéndose hacia otra cosa es muy importante. Nos recuerda algo esencial: todas las conquistas se pueden alcanzar pero también son reversibles y están en permanente riesgo.
En ese refugio de la cultura durante estos meses, ¿qué libros has leído?
Leo mucho también por motivos profesionales, y no siempre puedo seleccionar. Un libro que me ha impresionado mucho ha sido El silencio de las mujeres, una novela de la autora británica Pat Barker, que cuenta la Ilíada desde el punto de vista de una mujer prisionera en el campamento de los griegos.
¿Qué libros te han marcado en la vida?
Van cambiando a lo largo de la vida. En cada periodo tienes distintos. El primero de todos sería clarísimamente La Odisea. Me la empezó a contar mi padre por las noches antes de dormir a consecuencia de unos dibujos que había entonces de Ulises galáctico. Ahí empezó todo. Me deslumbraron todas las mitologías, me convertí en una mitómana absoluta y sin remedio. De la infancia recuerdo la mitología y los tebeos, era una lectora compulsiva.
Alternando, convivían lo que llamamos la cultura popular y la alta cultura, tanto El pequeño Nicolás con Stevenson, Asterix y Conrad, Jack London y Michael Ende, todo junto, todo vivía en el plano. Ya en la carrera descubrí los clásicos, cuando leí las tragedias, Heródoto, Tucídides, Tácito… Los historiadores me impactaron muchísimo. Y después: los Ensayos de Montaigne. Me han servido de guía para mi libro El infinito en un junco. Me marcó esa libertad que tiene para pasar de un tema a otro, me pareció deslumbrante. En los últimos años he leído más literatura contemporánea, me interesan esos territorios fronterizos entre la narrativa y el ensayo, como Siri Hustvedt, Martha Nussbaum y Jean-Claude Carrière. Aquí en España me ha marcado mucho últimamente el ensayo sobre las librerías de Jorge Carrión y La España vacía, de Sergio del Molino.
¿Por qué España tiene esa relación tan complicada con su propio mundo de la cultura?
La cultura española siempre ha tenido una relación un poco compleja con la creatividad, ha tenido una triste constante de persecuciones, encarcelamientos. Cervantes, el primero. Goya tuvo que exiliarse. Es una historia convulsa en general y también en relación con la literatura y la creatividad. Es curioso porque es un país con una gran riqueza creativa, con un patrimonio histórico y cultural deslumbrante, pero también con una relación ambigua y a veces oscura con esa misma vertiente creativa.
Lo que hay que reivindicar es que al final y a veces se confunde lo rentable con lo enriquecedor. Parece que la cultura fuera un privilegio para tiempos prósperos que no podemos permitirnos en tiempos de crisis, es un error. Siempre necesitamos los relatos que nos dicen a dónde queremos ir como sociedad, que nos explican el momento, nos dan esas dosis de sentido para construir el futuro. El arte y la cultura son esenciales en todos los momentos históricos, pero especialmente cuando se vive en crisis. Necesitamos aliarnos y trabajar en la misma dirección.
¿Estamos perdiendo la conciencia de la importancia de enseñar latín y griego?
Forma parte de un problema más grande: la falta de valoración de las Humanidades en el currículo educativo y en el imaginario. Esta sociedad está muy fascinada por la tecnología y por los avances científicos pero tenemos una tendencia simplificadora a hacer una división binaria entre Ciencias y Letras. No acabamos de darnos cuenta de la importancia de lo que ahora algunos llaman la tercera cultura, un conocimiento que entrelaza los números y las letras, las fórmulas y las palabras. A mí me gusta mucho que el verbo contar incluye las cuentas y los cuentos. No podemos trabajar por separado, tendremos que colaborar en grupos interdisciplinares.
Sería deseable que todos tuviésemos una base de cultura general lo más amplia posible para afrontar un sistema de trabajo en unas condiciones laborales que están cambiando constantemente. Si ya no podemos estar seguros de qué vamos a trabajar al final de nuestra vida, pues para los cambios y transformaciones lo mejor es una cultura lo más amplia posible. Sobre esos cimientos podremos construir siempre. Ahí están las lenguas clásicas, las Humanidades, la Filosofía que se orilló en años anteriores. La ciencia nos está colocando constantemente delante de dilemas que son éticos y a esas preguntas de qué deberíamos hacer respondemos con historias, con el teatro, con los libros, con el cine… que son un poco los escenarios en los que planteamos esos debates. Eso va desde la tragedia de los griegos a las series de hoy, de Sófocles a Black Mirror.
Desde los poderes se fomentan ciertos estereotipos de éxito, pero no la figura del humanista…
La verdad es que es muy triste que se someta todo al éxito cuando incluso en la ciencia, y lo estamos viendo en la búsqueda de las vacunas, lo que debe primar es ir dando pasos medidos, asegurarse bien antes de hacer una afirmación… La mayoría de los descubrimientos que han cambiado nuestro mundo son hijos de esa lentitud, de ese sistema de probar y hacer muestras. Es lo que enseñan también las Humanidades y la lectura: existe una lentitud necesaria para que las cosas valiosas puedan germinar y desarrollarse.
Si estamos todos obsesionados con el éxito rápido, pues estamos cortando las alas a la investigación y a la creatividad. La prisa y la crisis de la atención son graves problemas que nos afectan. Los libros, la lectura y el estudio están intentando resistir ante esas tendencias a la inmediatez. Espero que recapacitemos y que comprendamos que demasiada prisa y culto al éxito nos están amputando partes esenciales de nuestra forma de vida.
En este mundo trepidante, uno abre la puerta de una librería y entra en otro mundo. ¿Pero están condenadas a desaparecer? ¿O tienen tanta magia que resistirán?
En general soy optimista y no puedo evitarlo. Creo que los libros y los libreros han demostrado que son grandes supervivientes. Aunque es un colectivo que ha sufrido muchos ataques de la censura, persecuciones a lo largo del tiempo, sin embargo han sobrevivido milagrosamente a lo largo de milenios. A eso hay que concederle un valor. Ahora creemos que lo nuevo tiene más posibilidades de sobrevivir que lo antiguo y no es así. Lo que es nueva tendencia o moda suele ser más efímero y las cosas que se demuestran duraderas son en definitiva a las que seguimos recurriendo.
Los libros y los libreros pertenecen a esa categoría, son tan necesarios que no podemos prescindir de ellos. Los libros en papel vienen de una época en la que las cosas se hacían para durar. Y ahora, en cambio, las tecnologías tienen al enemigo dentro porque siempre la obsolescencia forma parte de la realidad tecnológica. Algo que me llamaba la atención de Years and years, una serie futurista pero con poquita distancia del presente, era que una de las hipótesis que manejaban era que empezaba a haber apagones constantes y se perdía tanta información de los ordenadores que volvíamos a los archivos antiguos de papel. Los libreros forman parte de ese ecosistema. Quienes aman los libros necesitan la existencia de esos territorios que son las librerías, donde se conversa y los libros sirven para unir a la gente. Me interesa mucho el fenómeno de los clubes de lectura que están floreciendo. La gente necesita reunirse alrededor de los libros, tan antiguo como humano.
¿Tienes algún ritual como lectora?
La verdad es que no. Desde que fui madre, leer, escribir y esas actividades tengo que practicarlas a salto de mata, cuando puedo, conciliando al límite porque no es fácil en esta sociedad. Me he deshecho de todos los rituales, leo y escribo donde puedo. Para mí forma parte de la vida cotidiana. Si no tengo tiempo para abrir un libro en el día, parece que me falta algo esencial, parte del oxígeno.
¿Ha muerto la poesía en el siglo XXI?
Uy, no. Las diferencias entre géneros las veo un poco artificiales. La poesía está en más sitios de los que aparentemente vemos. Está en la música, la letra de las canciones es una forma de poesía, eso está muy vivo. La poesía existe en otros géneros, hay técnicas poéticas que impregnan otros textos. La poesía es totalmente esencial. Cuando nace un niño pequeño, lo dormimos con nanas, que son el origen de la poesía. La poesía está siempre con nosotros, no está amenazada.
Si esto fuera un capítulo de El Ministerio del Tiempo y pudieras hacer un viaje al pasado, conocer a algún autor concreto... ¿A dónde sería?
Me gustaría descubrir el misterio de Homero porque siendo un autor tan importante en el fondo no sabemos quién es, si era un bardo que iba por los caminos, si fue un editor o un poeta que dio formas a cantos, si es una persona o generaciones de poetas… Me gustaría ir a ese momento del paso de la oralidad a la escritura y descubrir cómo sucedió. Pero siempre con billete de vuelta al presente porque relacionarnos con el pasado es esencial pero no hay que idealizarlo en absoluto. Hay cosas que pertenecen al presente que son irrenunciables. Grecia y Roma, que tanto admiro, eran sociedades esclavistas, misóginas y muy duras. Pero me gustaría saber quién era Homero o poder hablar con Marco Aurelio.
¿Y cómo es tu tarde ideal de verano?
Lo que he echado mucho de menos durante estos tiempos ha sido andar, caminar, el contacto con la naturaleza. No hemos podido hacer escapadas a tomar un poco de oxígeno o subir a la montaña. Y el pensamiento necesita el movimiento y el dinamismo, todo lo que se estanca entra en espiral. Este verano está resultando difícil, pero confío mucho en el caminar y en las conversaciones mientras caminas. He descubierto muchas ideas e inspiración en marcha.