Invasión
Estamos invadidos, pero no de migrantes, sino de machistas...
Ahora que tenemos cerca la imagen de lo ocurrido en Ceuta, imagínense que la convivencia en democracia se desarrollara de manera pacífica bajo el marco de los derechos humanos y que cada día, no uno de manera puntual, sino todos los días, se produjera un asalto a los límites de esa convivencia por parte de 11.000 machistas violentos que vivieran al margen de esas referencias y que muchos de ellos, en lugar de tener que trepar por la valla de las leyes y las normas, entraran tranquilamente a través de las puertas que les abre la ultraderecha con su discurso negacionista y la crítica a las medidas dirigidas contra la violencia de género.
Pues eso que parece lejano y ajeno a nuestra realidad es lo que ocurre si tenemos en cuenta los más de 4 millones de hombres que cada año ejercen algún tipo de violencia contra las mujeres —Macroencuesta 2019— y los dividimos por los 365 días del año.
Cada día 10.958 machistas dan el salto de la violencia de género y agreden a alguna mujer, de los cuales 6.000 lo hacen sobre su pareja o expareja. Y todo ello sucede ante la pasividad de una sociedad que espera a que alguna de las agresiones sea grave o mortal para pedir que se “expulsen” a esos agresores y que se refuercen las “vallas de la convivencia” con la “alambrada de la igualdad”.
Pero no ocurre. En violencia de género no hay expulsiones en caliente ni en frío de los agresores, sino que rápidamente obtienen los papeles de la normalidad y el pasaporte de las justificaciones para ocultar la realidad e intentar recuperar los espacios que la Igualdad ha ido liberando de machismo. Es parte de su estrategia para mantener las referencias de una sociedad androcéntrica que, en lugar de ponerle límites a quienes abusan de su poder injusto y usan la violencia, colocan el alambre de espino y concertinas alrededor del cuerpo y la vida de las mujeres para que no se salgan de sus roles y espacios.
No es casualidad que los mismos que no quieren ver el factor humano en las crisis migratorias, sean los que no ven el factor inhumano que hay en la violencia contra las mujeres. Al final, la coherencia de los postulados del machismo, hoy enarbolados por la ultraderecha con la complicidad y pactos de la derecha, se refleja en la definición de sus enemigos, que ha situado en el multiculturalismo con su ataque las personas extranjeras migrantes, y en el feminismo con toda la violencia y críticas contra las políticas de igualdad y a las mujeres.
Sus miedos son nuestros sueños, sus fantasmas nuestros objetivos y su sinrazón nuestra razón. No me preocupa lo que intenten conseguir, sé que no lo van a lograr, lo que me preocupa es el daño que van a causar hasta que la sociedad sea consciente de que no se puede vivir sin Igualdad, como no se podía vivir sin libertad, ni justicia, ni democracia y se vivió durante 40 años por la imposición de unos pocos. Hoy, los mismos que añoran aquellos tiempos, son los que no quieren que se viva en igualdad.
La realidad social no es el resultado de las decisiones políticas, sino la consecuencia de la transformación social que ha ido evolucionando desde el principio de la humanidad bajo los anhelos, los sueños y las aspiraciones de las personas de todo el planeta en cualquier momento de la historia. Siempre ha habido elementos facilitadores para esos cambios, y ataques y obstáculos contra ellos, pero los ideales humanos los han superado hasta llegar al momento actual. Y continuarán a partir de hoy con independencia de las políticas.
La política tiene la responsabilidad de ayudar a esa transformación para que sea armónica, justa y universal, por eso es esencial que haga desaparecer el elemento que más injusto, parcial e interesado puede hacer cualquier cambio, que es la desigualdad impuesta por un modelo androcéntrico para que sea cual sea el cambio, siempre se traduzca en privilegios para los hombres a costa de limitación de derechos para las mujeres.
La sociedad está invadida por el machismo y sus machistas, pero hoy el territorio de la Igualdad cada vez es mayor, y los límites para quienes no quieran convivir en paz y democracia más claros, no por vallas y alambradas, sino por ideas y valores.