Inteligencia Artificial: Nos jugamos el futuro
Europa será pionera y nuestra vocación es que tengamos mundialmente una IA con perspectiva humano-céntrica.
El próximo miércoles la Comisión Europea tiene prevista la publicación del Libro Blanco sobre Inteligencia Artificial. Se trata de cumplir con el compromiso que adquirió Ursula Von der Leyen, como candidata a la presidencia de la Comisión, de elaborar inmediatamente un estudio completo sobre este tema, con el fin de que culminara poco después en una regulación completa (en realidad se pasó de optimista hablando de “durante los primeros 100 días”).
La inteligencia artificial (IA) conllevará cambios que, probablemente, la Tierra no haya conocido desde la Revolución Industrial. Se trata de una tecnología que supone y supondrá un avance cualitativo en nuestro sistema productivo, científico y social. La IA supone una oportunidad de progreso gigantesco para nuestras sociedades. Será un avance en nuestro bienestar, porque conseguiremos resultados más eficientes en lo que ya existe y nos permitirá también, científica y tecnológicamente, llegar a sitios a los que nunca hemos llegado. Es evidente que la IA comporta riesgos, como cualquier nueva tecnología, pero tenemos también la oportunidad de que, mediante sistemas regulatorios de verificación y control públicos, nuestras sociedades acaben siendo más justas y más sostenibles social y medioambientalmente. De la misma forma, también traerá cambios sustanciales en el mercado de trabajo, que suponen también un reto importante para los poderes públicos en cuanto a la reordenación y reasignación de la fuerza laboral. Nadie puede, debe, quedarse atrás; una mejora exponencial de la productividad significa más riqueza global y debemos asegurarnos de que ésta no se quede en las manos de unos pocos. El balance riesgo-beneficio es abrumadoramente favorable y es bueno que esto sea así y así lo tomemos, porque no hay alternativa en un espacio global muy competitivo, donde nadie va a tomarse una pausa en el desarrollo tecnológico.
El desarrollo de estos sistemas es también una enorme oportunidad para que Europa retome el paso en el mundo de la economía digital. Nuestro continente perdió hace años la carrera, ninguna de las empresas globales hegemónicas del entorno digital es europea. Se calcula que con el desarrollo del “Internet de las cosas”, consecuente con la generalización de la red 5G y la IA, el volumen de datos generados aumentará exponencialmente con respecto a lo que ya conocemos. En un entorno productivo en el que “el dato es más importante ya que el petróleo” -lugar común que no por serlo es menos cierto-, que Europa pueda “blindar” el acceso y uso de los que nosotros generamos -de acuerdo a nuestros principios también, muchos de los cuales están ya implementados en la pionera Regulación General sobre Protección de Datos (conocido como “GDPR”, por sus siglas en inglés)-, nos planta de nuevo en condiciones de equilibrio frente a EEUU o China; de nosotros/as depende acertar.
El Comité de Asuntos Jurídicos del Parlamento Europeo ha decidido también realizar una Iniciativa Legislativa sobre Aspectos Éticos relacionados con la Inteligencia Artificial, de la que seré ponente. Nuestra intención es elaborar un trabajo transparente, abierto al diálogo y la participación, que nos permita este mismo año tener la primera norma legislativa del mundo acerca de qué principios éticos deben estar presentes necesariamente en la concepción, el desarrollo, implementación y funcionamiento de esta técnica. Europa será pionera y nuestra vocación es que nuestros valores sean la guía para que tengamos mundialmente una IA con perspectiva humano-céntrica. Esos valores no serán otros que la traslación práctica de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y de aquellos que nuestro Tratado de la Unión Europea amplía, tales como la sostenibilidad social y medioambiental o la perspectiva de género.
Nuestro objetivo es establecer un marco normativo que garantice la salvaguarda del interés público y establezca un marco de confianza para la ciudadanía europea. Al mismo tiempo, la regulación no será de ninguna forma un obstáculo para nuestras empresas, investigadores/as y emprendedores/as. Bien al contrario, queremos generar un marco de certidumbre que le dé valor añadido a nuestras empresas en el mercado, que haga a la inteligencia artificial europea y a quienes la usan reconocibles en Europa y en el mundo como seguras y merecedores de la confianza ciudadana. Nuestra norma debe ser lo suficientemente ajustada para enmarcar completamente una realidad tan compleja y diversa como es la IA, y suficientemente flexible para que sea una herramienta perdurable, que se pueda adaptar a cambios tecnológicos que ni siquiera hoy podemos avanzar.
Queda mucho trabajo por delante y no tenemos demasiado tiempo para hacerlo, todo va muy deprisa. No obstante, la clave de nuestro éxito será que consigamos una simbiosis virtuosa entre Comisión, Parlamento y Estados Miembros, y que nos concienciemos de que este no puede ser solo un asunto entre científicos/as, empresas o legisladores/as. La gestión de un cambio como el que tenemos delante, solo se hará convenientemente con la participación de toda la sociedad. Es imperativo tener una ciudadanía informada y consciente de las oportunidades y riesgos reales, transformar un arcano complejo y en ocasiones temible -los debates generados públicamente parecen más una distopía de Philip K Dick que otra cosa-, en una materia comprensible y manejable, que permita tomar decisiones colectivas de forma democrática. Eso va más allá de la “capacitación digital” para el uso o para la adaptación laboral, lo que necesitamos es una verdadera alfabetización digital con perspectiva humanista.
Ahora más que nunca, nos jugamos el futuro.