Cómo es informar en tiempos de coronavirus
Horarios eternos, preguntas a distancia y búsqueda constante de enfoques originales cuando la pandemia lo eclipsa casi todo.
Hace siete años Mariano Rajoy brindó en televisión una imagen que el coronavirus ha invertido. Entonces, el expresidente dejó solos a los periodistas y compareció a través de un plasma. Ahora son los periodistas quienes dejan solo al jefe del Gobierno y preguntan desde la pantalla. La estampa simboliza cómo toca informar en tiempos de una pandemia que ha dado la vuelta al mundo como un calcetín.
El formato de las primeras alocuciones del presidente del Gobierno desde que anunció el estado de alarma irritó a la prensa. Pedro Sánchez se escapó al control directo de los informadores. Las preguntas que le llegaban estaban filtradas por el secretario de Estado de comunicación, Miguel Ángel Oliver, algo que provocó las quejas del gremio al ver un “interés por controlar la información y una nueva forma de censura”. Moncloa rectificó y permitió a los periodistas conectarse para preguntar sin pasar por el filtro de Moncloa.
El jefe de Nacional de la Agencia Efe, Luis Sanz, considera que el nuevo método de Moncloa es mejor que el anterior, pero cree que tiene margen de mejora. “Hay un exceso de información irrelevante. Las ruedas de prensa son demasiado largas. Demasiadas preguntas y pocas repreguntas para aclarar los matices”, expone. Las intervenciones de algunos periodistas, no obstante, han ofrecido momentos cómicos que se han viralizado más que las respuestas de Sánchez.
Otro frente entre poder y prensa han sido los horarios del presidente para dirigirse al país. El sábado 21 de marzo Sánchez no compareció hasta pasadas las 21.00 horas. Y una semana antes, cuando comunicó la primera propuesta para aprobar el estado de alarma, retrasó el anuncio hasta siete horas. Las asociaciones de periodistas llevan años reclamando que se adelanten las ruedas de prensa para mejorar la conciliación de los trabajadores y terminar, así, con “horarios imposibles que perjudican la productividad”.
En una situación como la actual, los medios y los periodistas están entregados para hacer un esfuerzo, informativo y personal, extra. Así lo narra Soledad Gallego-Díaz, directora de El País: “La redacción es indestructible cuando se siente parte de un proyecto de servicio público. No existen horas, ni libranzas, ni nada de nada: sólo el compromiso profesional de contribuir a la mejor marcha de la sociedad en mitad de una crisis terrible, proporcionándole información cierta y comprobada, una vista amplia de los problemas y opiniones diversas”.
El teletrabajo, que implantó El HuffPost desde el pasado 4 de marzo, ha difuminado la frontera que delimita la vida profesional de la personal. “La tecnología es estupenda, pero posibilita el trabajo 24 horas, siete días a la semana. Y me estoy encontrando algunos problemas de estrés”, cuenta Ignacio Escolar, director de eldiario.es. Él mismo reconoce que se ha puesto dos rutinas “obligatorias”: 40 minutos de ejercicio y un rato para jugar con su hijo.
El director de contenidos de Radio Madrid y jefe de local, Javier Casal, dedica mañana, tarde y noche a trabajar. “Como es habitual en esta profesión”, sintetiza. El periodista de la Cadena Ser pone voz al esfuerzo de los medios: “Son días de mucha información e intensidad. De lunes a domingo, pero con ganas y vocación de servicio público: informar y entretener”. La crisis del coronavirus ha elevado la carga de trabajo también los fines de semana, días que tradicionalmente tienen menos intensidad informativa.
Que las ondas lleguen a los hogares con las noticias recién sacadas del horno es el reto de los técnicos y de un reducido grupo de producción que sigue yendo a los estudios. “Sin ellos sería imposible emitir”, alaba Casal. En las redacciones de los medios digitales, sin embargo, no hay nadie. Solo los secretarios de redacción se acercan con cierta periodicidad para recoger correspondencia importante, como explica Escolar.
Una de las patas de los medios, la vocación de servicio público, salta en pantallas y altavoces con titulares de este tipo: Todo lo que tienes que tener en cuenta antes de salir con los niños a la calle. Esas informaciones buscan dar a los lectores las respuestas más completas y fiables a las preguntas que se hacen.
El trabajo informativo cobra especial relevancia en situaciones de crisis en las que hay pocas certezas, como reconoció este jueves el propio ministro de Sanidad, Salvador Illa, a los diputados que le preguntaron sobre las fases de la vuelta a la normalidad: “Tenemos más dudas que respuestas”.
Las redacciones han mutado. Además del trabajo desde casa, la COVID-19 copa casi todos los temas que se publican. “Desde el 9 de marzo reorientamos la oferta informativa y reorganizamos la redacción para dedicarnos al coronavirus y sus vertientes sanitaria, científica, social, económica, política, cultural... Tenemos un equipo que trabaja actualidad y que tiene como prioridad analizar datos; explicar las cosas de la forma más clara posible e identificar enfoques noticiosos”, detalla Sanz, de Efe.
Los jefes de los medios reconocen dificultades para ofrecer nuevas historias a los lectores día tras día. “La formulación y análisis de los temas es más escueto mientras que su realización exige muchos más pasos intermedios. Para un director es importante la conversación no solo con los mandos intermedios, sino también con los propios redactores con quienes antes se hablaba porque se los encontraba uno todo el rato. Pero ese encuentro no existe ahora y el contacto con ellos solo puede producirse por llamada directa, mucho más artificial”, explica la directora de El País.
Eldiario.es también ha orientado los recursos de la redacción para informar sobre la pandemia. “El 90% es coronavirus”, reconoce el director. Sobre los reporteros y las salidas a la calle, Escolar explica que no obliga a ningún redactor a salir. “Si lo hacen es porque se ofrecen voluntariamente”, aclara. El responsable del diario digital ha recetado prudencia a su equipo. No quiere correr riesgos. Y eso que, aun sin tener la certeza porque no se han hecho las pruebas, tiene claro que parte del equipo de la redacción ha pasado la infección, incluido él mismo.
Sanz, con tres décadas de experiencia en la agencia pública de noticias, reconoce que en estos momentos la coordinación es “lo más difícil”, tanto con otras delegaciones como con los compañeros que están en sus casas. “Otro grupo se encarga de los ‘especiales’ en los que damos prioridad a las personas y a las historias que está dejando la crisis”, detalla. ¿Y hay hueco para historias más allá del virus? Escolar reconoce que es difícil: “A los compañeros de Vertele le está costando hacer llegar su contenido a la portada del diario”.
La información sobre la pandemia ha propiciado un aumento histórico de las cifras de tráfico web en casi todos los medios. Los reportajes sobre el virus, las medidas del Gobierno para frenar los contagios y la información práctica para afrontar la cuarentena son algunas de las informaciones más leídas desde que estalló la crisis sanitaria y han llevado a El HuffPost a registrar en marzo 11,6 millones de lectores, según Comscore. Es el récord de la cabecera en sus casi ocho años de vida.
Sin corrillos en los centros de poder
El Congreso de los Diputados se ha quedado sin periodistas por la epidemia. Una de las fijas en la Carrera de San Jerónimo es Anabel Díez, de El País. ”La prohibición de entrar para cubrir la actividades va ya para seis semanas. El ‘quédate en casa’ es para todos. Pero la coordinación, las ganas, y el sistema están bien engrasados”, cuenta. Las sesiones no se quedan sin vigilancia en un momento en el que la mayoría de los ciudadanos (51%), según la última encuesta de Metroscopia, desaprueba la gestión del Gobierno.
“Podemos cubrir las sesiones y dar cuenta de lo que ocurre en el hemiciclo y en las comisiones. Así lo estamos haciendo y no perdemos palabra de lo que allí sucede y se dice. Pero no es lo mismo. No vemos a los protagonistas en el pasillo; no podemos intercambiar con ellos una palabra, o pillar un gesto e interpretar qué está pasando”, se lamenta Díez, quien recibió el premio Josefina Carabias de periodismo parlamentario en el Congreso diez días antes del cerrojazo del país. Y añade: “El teletrabajo es la solución para seguir en la tarea de informar desde el Parlamento pero falta el grupo; la tribu”.
En El País, como en El HuffPost, toda la plantilla trabaja fuera de la redacción. Ambas cabeceras comparten instalaciones en la madrileña calle de Miguel Yuste. “La rutina anterior ha saltado simplemente por los aires. Se celebran reuniones, por supuesto, vía teleconferencia. El esfuerzo es monumental, pero funciona. Y para eso es imprescindible que exista previamente una infraestructura de directores adjuntos, subdirectores y redactores jefes con competencias claras y un ánimo extraordinario. Ese es el esquema”, cuenta Soledad Gallego-Díaz.
El virus ha secuestrado el contacto físico de los periodistas con las fuentes. No hay cafés. Y también se han esfumado los corrillos en Moncloa. Carlos Cué es uno de los habituales allí. El también periodista de El País echa en falta esa cercanía: “Seguimos hablando por teléfono con las fuentes, pero no hay nada que pueda sustituir al contacto personal. Multiplicamos las llamadas y las horas que echamos, pero el periodismo consiste en estar en los sitios donde pasan las cosas; ver lo que se le escapa a la cámara. Y sí, se nota mucho”, cuenta.
Las restricciones de las coberturas presenciales que ha impuesto el estado de alarma son una dificultad añadida que suponen, como enumera el periodista de Efe, ”problemas para tener imágenes de entrevistados, confusión con los datos...”. “La rutina ha cambiado bastante. Hay tal nivel de información que el ritmo es frenético”, analiza Cué.
La reclusión tiene a los periodistas más tiempo entre cuatro paredes del que toleran. Aunque a algunos les pilla muy bien preparados. “Yo hago la radio desde casa. Tengo un estudio completo desde hace años conectado por fibra. En ese aspecto pocos cambios”, confiesa el director de contenidos de Radio Madrid, Javier Casal. Eso, sí, los nervios por si algo falla no se limitan a la redacción. “El día de tormenta en Madrid estaba conectado con los dedos cruzados por si se iba la luz”, explica.
Lo que enseña la crisis
Casal se lleva varias lecciones de esta crisis. “Hemos aprendido a hacer reuniones por videollamada y a organizarnos de otra manera. Creíamos que iba a ser más complicado, pero ahora ya está todo muy rodado”, explica. Hay más cosas positivas de esta catarsis: “Al estar todos sufriendo, hay más contacto humano con algunas fuentes. Todas las conversaciones empiezan preguntando por la familia, por conocidos comunes que sabemos que están ingresados”, opina Cué.
El director de eldiario.es está tomando nota de los cambios que hará. “No sé cuándo volveremos, pero esto está siendo un aprendizaje enorme. Voy a plantearme la redacción de otra manera”. Escolar piensa en dar más libertad para que los periodistas pasen por la redacción cuando realmente lo necesiten, sin que se sientan atados a una oficina.
Luis Sanz, de Efe, se suma al carro de quien ve la crisis como una ventana para mejorar. “Es una oportunidad fantástica para repensar nuestra profesión. Te das cuenta de que estamos aquí para contar y explicar las cosas que afectan a la vida de la gente. Quien más quien menos lo sabía, pero ahora está mucho más claro: menos declaraciones vacías y más datos, más análisis y más situar a las personas en primer plano”.