Influencers, madres antes de los 30 y sangre de unicornio
Ser madre joven se ha convertido en un privilegio que muchas no pueden (podemos) disfrutar.
Hace unos días salía un artículo en una revista femenina preguntándose por los motivos del boom de las madres influencers menores de 30 años. ¿Se está poniendo de moda ser madre joven? Como si se tratase de la nueva tendencia de la temporada de pantalones Slouchy y estampados Tie Dye. Tal vez pronto encontremos un titular que rece, “¿cómo combinar las hombreras más trendy con el carrito de tu bebé?” o “10 trucos para sacarle el máximo partido a tu recién nacido”.
Quien es un poco adicto a Instagram sabe que es la última tendencia. El confinamiento ha puesto muy difícil a las influencers vender sus estilos de vida de viajes a lugares exóticos con gastos pagados y han tenido que reinventarse, esa palabra que tanto gusta. Ahora lo que se lleva es exponer tu vida en tu casa idílica con niños que parecen que ni lloran, ni cagan, ni comen. Algunas incluso tienen internas para que las madres (los padres menos) no tengan que asumir la tediosa tarea de despertarse en medio de la noche a darle la teta o el biberón. Es el colmo de la externalización de los cuidados. Y mejor no hablemos de las fotos de las barrigas de embarazadas en los espejos cada semana, alguna de seis meses tiene menos barriga que cualquiera un sábado después de zamparse una pizza.
La publicidad se ha visto resentida con la crisis, así que no es mala idea buscar nuevos nichos de mercado promocionando carritos futuristas y potitos ecológicos. Con esto no digo, dios me libre, que nadie que tenga hijos lo hace para sacar beneficios o porque hay que hacer algo con el tiempo mientras no se puede hacer un shooting en Bali. Pero lo que sí vengo a decir es que ser madre joven se ha convertido en un privilegio que muchas no pueden (podemos) disfrutar. Y es que, sin querer frivolizar, parece que tener un bebé se ha convertido en un nuevo artículo de moda, o de lujo más bien.
Algunas mujeres, no todas, desearían ser madres y muchas de ellas antes de los 30. Para las que se lo plantean, una pregunta recurrente es cuándo. Y ese cuándo se suele postergar para un futuro que cada vez se va atrasando más. La precariedad y la inestabilidad laboral son la espada de Damocles de la inmensa mayoría de jóvenes, especialmente de ellas. Las últimas cifras del paro han desvelado que el desempleo ha aumentado en las mujeres más del doble respecto a los hombres.
¿Cómo voy a ser madre si tengo un contrato temporal? ¿Dónde voy a criar a un hijo si comparto un piso de 50 metros cuadrados? ¿Cómo podría quedarme embarazada si estoy cobrando en negro y no puedo dejar de trabajar? Estas son las preguntas que me gustaría que respondiera una revista dirigida a mujeres y no cuáles son los motivos por los que se queda embarazada una influencer de 25 años que puede ganar 4.000 euros por cada publicación en Instagram.
¿Es entonces la maternidad una decisión libre? No puede serlo cuando una conversación habitual entre amigas en la barrera de los 30 gira alrededor de no optar por ser madre hasta no tener un mínimo de seguridad económica. Una estabilidad que parece no llegar nunca, si llega.
Además de la precariedad reconozco en mi entorno otro ítem, el “todavía me queda mucho por hacer”. Desde viajes pendientes hasta aspiraciones laborales. Porque sabemos que todavía no supone el mismo sacrificio ser madre que ser padre, no implica las mismas renuncias. Queremos aprovechar nuestro tiempo antes de la maternidad porque sabemos que después nos va a costar más esfuerzo hacer ese viaje acordado con tus amigas cuando dieran los ahorros, porque no se juzga igual a la madre que deja a su hijo por el disfrute que al padre. También sabemos que nos va a costar más ascender en el trabajo o aspirar a uno más acorde a tus preferencias, porque todavía, quien mayoritariamente sigue pidiendo la jornada reducida y quien está en los grupos de WhatsApp del cole somos nosotras.
¿Cómo lo hacemos? Ser madre antes de los 30 sin miedo a la precariedad laboral no debería ser más difícil que obtener sangre de unicornio. Es nuestra pelea, así que nos toca luchar para poder ser madres sin que nos duela la espalda, trabajar sin que nos exploten, cobrar lo mismo que nuestro compañero, que el padre sea el que vaya a la tutoría, seguir perreando hasta abajo con la cicatriz de cesárea o elegir no ser madre sin tener que escuchar el sermón de que se nos va a pasar el arroz.