Incubadora de talento
Suerte que existan proyectos así para que la detección del talento sea efectiva y las nuevas generaciones también puedan brillar.
Empezar en el mundo cinematográfico no es sencillo. A la vocación hay que añadirle talento y, a ambos, el apoyo suficiente para salir adelante. Al contrario que otras artes individuales, como la literatura o la pintura, el cine es un trabajo colaborativo, y por eso es tan necesario que alguien conozca el proyecto y se enamore lo suficiente de él como para hacer causa común con sus creadores para sacarlo adelante.
Siempre se ha puesto el ejemplo de los actores del cine clásico de Hollywood, esos desconocidos que un día fueron descubiertos por un avezado productor que vio en ellos ese je ne sais quoi que transformaba el ostracismo en fama. A Gene Tierney le pasó con el Darryl F. Zanuck y a un gran número de artistas le ha pasado, por tercer año consecutivo, con la Incubadora de ECAM.
Este programa de desarrollo de largometrajes nació con la intención de ayudar a los creadores en el largo proceso de desarrollo de una película. Como cabe esperar, no está únicamente enfocado en los guionistas emergentes, sino que también se dirige a productores y directores que deseen llevar a cabo su cinta. Para ello brindan su apoyo tanto a los primeros proyectos como a las segundas o terceras películas, lo cual es fundamental en un universo en el que abundan las óperas primas, pero escasean las carreras sólidas.
A través de ayudas económicas y de mentoring con especialistas en la materia, los proyectos van tomando forma, lo cual contribuye a profesionalizar todavía más un proceso que, sin esta ayuda, quizá jamás podría llevarse a cabo.
De hecho, a pesar de lo complicado que resulta abrirse camino a través del espectro internacional, muchos de los proyectos impulsados por La Incubadora han iniciado su andadura foránea, siendo exhibidos en festivales y mercados como Focus CoPro’ (de Cannes) o Bogotá Audiovisual Market (de Colombia), así como han sido seleccionados por otros foros como Cima Mentoring, el Laboratorio de Escritura SGAE, el MAFIZ del Festival de Málaga o Ventana Sur de Buenos Aires.
Esta tercera edición ha estado marcada, como cualquier otro ámbito, por el contexto del COVID-19, lo que ha obligado a trasladar el proceso de supervisión al entorno online. Nada nuevo, por otro lado, en tiempos de la pandemia. El proceso de mentoring ha sido protagonizado por directores y guionistas de primera magnitud como Nacho Vigalondo, Neus Ballús o Pablo Berger, y también ha contado con productores como Marisa F. Armenteros (The Mediapro Studio), Sandra Tapia (productora ejecutiva de Arcadia Motion Pictures) o Emma Lustres (productora ejecutiva de Vaca Films).
No fue hasta el mes de junio cuando se pudo retomar la actividad presencial, y así se establecieron sinergias con personalidades del ente público, RTVE, de Movistar+, de Antena 3 o de Telemadrid. Profesionales, todos ellos, de sobrada competencia para llevar a cabo un asesoramiento y seguimiento integral de los beneficiarios de las ayudas.
Y es que, cada uno de los cinco proyectos seleccionados recibe 10.000 euros de dotación en concepto de ayuda a su desarrollo, así como el soporte de una bolsa de viaje para todos aquellos profesionales que residan fuera de la Comunidad de Madrid.
En esta edición, los cinco proyectos de largometraje fueron elegidos en marzo, siendo cinco historias diferentes, pero repletas de potencial, que apuestan por la variedad y la diversidad para conformar una de las mejores ediciones de La incubadora. Entre ellos está 20.000 especies de abejas, de Estibaliz Urresola Solaguren, una cinta que aborda la transexualidad infantil y la violencia intrafamiliar. También Algo parecido a la felicidad, de Álvaro Gago Díaz, conocido cortometrajista y autor de Matria, que nos brinda la historia de una mujer luchadora, inspirada en el mismo personaje que protagonizó su célebre cortometraje.
Antier noche es el proyecto de Alberto Martín Menacho, una coproducción hispano-suiza sobre la vida de cuatro jóvenes y su reflexión acerca de la realidad humana a lo largo de su historia; La unión es el proyecto de Cordelia Alegre, el viaje iniciático de dos hermanas gemelas que regresan a Colombia para conocer a su familia paterna. Finalmente, otros hermanos gemelos, esta vez dirigidos por Yayo Herrero, protagonizan Los quinquis, una historia situada en los suburbios madrileños y marcada por la precariedad y la marginalidad.
Como puede observarse, la temática, el enfoque y la autoría de estos proyectos no solo muestran una patente disposición hacia la diversidad, sino que suponen todo un soplo de aire fresco para una cinematografía como la española, que crece cada año y que necesita de nueva sabia para florecer.
Suerte que existan proyectos como La incubadora para que, como Darryl F. Zanuck en el pasado, la detección del talento sea efectiva y las nuevas generaciones también puedan brillar.