Incertidumbres en un mundo postcoronavirus
El coronavirus ha puesto de manifiesto la fragilidad de la condición humana, obligándonos a repensar nuestra vida futura en comunidad.
El año 2020 pasará a los anales de la historia como el “año de la gran pandemia”, en el cual un patógeno insurrecto mostró el lado más vulnerable del homo sapiens y le arrebató su Estado de bienestar. Como sucedió en La Peste de Albert Camus, el coronavirus nos ha pillado desprevenidos.
En este momento casi un tercio de la humanidad se encuentra en estado de confinamiento, una situación excepcional en la historia. Desde los principales ámbitos políticos se emplean metáforas bélicas, se habla de “enemigos invisibles” y alusiones directas a la Segunda Guerra Mundial. Todo ello nos hace vivir en una especie de Leviatán sanitario, si recurrimos al símil de uno de los seres más terroríficos del Antiguo Testamento.
Estamos inmersos en una crisis sanitaria que tendrá sus implicaciones geopolíticas, ya que no afecta a todos los países por igual y sitúa en un contexto de mayor vulnerabilidad a los menos desarrollados.
El coronavirus ha puesto de manifiesto la fragilidad de la condición humana, obligándonos a repensar nuestra vida futura en comunidad. Es posible que sea necesario recurrir a un binomio para salir del atolladero en el que estamos inmersos: por una parte debe establecerse un compromiso global en políticas de salud y, por otro, un estado de solidaridad universal. Sin duda alguna, esto supone un complejo engranaje que requiere la aparición de nuevos modelos políticos.
Es precisamente esta encrucijada la que nos obliga a echar la mirada atrás y contemplar en la distancia dos modelos filosóficos: el de Thomas Hobbes (1588-1679) y el de Jean-Jacques Rousseau (1712-1778).
En 1651, cuando Hobbes ya había sobrepasado la séptima década de la vida, escribió su gran obra: Leviatán, una pieza clave de la literatura relacionada con el poder.
Para este filósofo inglés, el Estado es el que debe garantizar nuestra supervivencia como especie humana, es el único capaz de asegurar una salida honrosa de una crisis de la magnitud como la que ahora vivimos. Este filósofo inglés defendía que si se dejara la solución en manos de las personas, nos dejaríamos guiar por nuestras pasiones y ambiciones y tan sólo lograríamos la destrucción.
Fue precisamente esta senda filosófica la que le llevaría a afirmar que el “hombre es un lobo para el hombre”. En un estado hobbesiano la cuarentena y el desescalado que ahora se postula se cumplen por imposición del Estado.
En frente de Hobbes nos encontramos al filósofo francés Rousseau, que abogaba por la conciencia bajo un estado democrático ganado a pulso por la convivencia y la libertad. En su obra más importante, El contrato social, afirmaba que las personas aceptamos una libertad civil, que consiste básicamente, en la libertad de comportarse racional y moralmente dentro de unas reglas acordadas por la “voluntad general”. En la sociedad rousseana la cuarentena y el desescalado se cumplen porque hay un compromiso social en base a unas normas.
¿Con qué modelo nos quedamos? En estos momentos de incertidumbre es cuando debemos rescatar una de las frases del mayo francés: “seamos realistas, pidamos lo imposible”.