Imaginería barroca en femenino: Luisa Roldán, la roldana de Sevilla
En toda Europa, incluida España, la situación de las mujeres durante el siglo XVII era de total dependencia frente al varón, podían ser casadas, viudas, vírgenes consagradas (monjas), doncellas o prostitutas pero siempre actuaban según su lugar en el mundo, de forma viciosa o virtuosa, pero siempre teniendo al hombre como destino.
Difícil es por lo tanto encontrar en ese panorama una mujer que lograse desempeñar un rol diferente al asignado. En el ámbito artístico, concretamente en escultura, pese a que ello le aportó alguna fama y mucha pobreza, hallamos a la apodada Roldana de Sevilla, la primera escultora española registrada y creadora de magníficas imágenes religiosas para procesionar.
La Roldana fue durante los reinados de Carlos II y de Felipe V escultora de Cámara y firmó sus obras añadiendo el título, la Roldana recibió encargos de las máximas instituciones religiosas andaluzas. A la Roldana la Casa Real le asignó un salario anual de cien ducados que nunca le pagaron; a la Roldana el clero le pagaba con misas cantadas con responso por su alma. La Roldana falleció a los 54 años, sin haber cesado de trabajar habiendo hecho días antes una declaración de pobreza.
Luisa Ignacia Roldán Villavicencio nació en Sevilla en 1652 siendo la quinta de los doce descendientes del matrimonio formado por el afamado escultor Pedro Roldán y Teresa de Jesús Mena Ortega y Villavicencio. Desde muy joven ayudó en el taller de su padre por lo que pronto aprendió el oficio colaborando en la policromía, tallaje y dibujo de esculturas. A los 19 años, y pese a la oposición de su padre, se casó con el también aprendiz de escultor Luis Antonio Navarro de los Arcos quedándose a residir en Sevilla. A los 20 años tuvo a su primera hija, dos años después al segundo y así hasta un total de 7 que parió y crió. Pese a ello nunca dejó de esculpir. Luisa Ignacia trabajó la madera y el barro cocido, realizó pequeños grupos de devoción para particulares, belenes de terracota y muchas imágenes “de candelero” o para vestir, siempre dentro de las directrices que exigía el Concilio de Trento para acercar la religión al pueblo, para humanizar el arte.
La obra temprana de Luisa Ignacia, al realizarla en talleres, no estaba firmada, pero las investigaciones le atribuyen en su periodo sevillano una Virgen de la Regla que pertenece a la Hermandad del Prendimiento, una Virgen de la Macarena de la cofradía del mismo nombre, una Virgen de la Estrella en la que lleva el nombre, la Virgen de la Sede en la iglesia del Hospital de los Venerables Sacerdotes, la Virgen del Carmen, existente en el convento carmelita de Santa Ana y la Virgen Peregrina que se conserva en el museo de las Madres Benedictinas del monasterio de la Santa Cruz de Sahagún.
Siendo madre de 4 niñas y 2 niños, en 1684 la escultora se trasladó con su familia a vivir a Cádiz. Su marido colaboraba en sus creaciones. En la capital gaditana y para su catedral realizó un Ecce Homo, los diputados municipales de las fiestas de los Patronos de la ciudad le encargaron la realización de las esculturas de San Servando y San Germán. También de su taller son el Señor de la Humillación perteneciente a la Cofradía de la Piedad, que se encuentra en la iglesia de Santiago Apóstol, sede de la Hermandad; las imágenes de San Juan Bautista y de San José, colocadas en un altar barroco de la parroquia de San Antonio, y para la iglesia del monasterio de Nuestra Señora de la Piedad un grupo escultórico representando una Sagrada Familia.
A la par que en Cádiz, la Roldana en Jerez de la Frontera trabajó para el Convento de Santo Domingo realizando las imágenes del Niño Jesús de la Hermandad del Dulce Nombre de Jesús, para la iglesia de San Lucas un San José, y para varias cofradías como la de La Oración en el Huerto y la del Prendimiento diferentes pasos procesionales así como la de de Nuestra Señora de los Dolores para la ciudad de San Lúcar de Barrameda.
Cuatro años después, hacia 1688, Luisa Ignacia decidió trasladarse con su familia a Madrid con la intención de trabajar para la Corte y obtener un reconocimiento oficial. Comenzó haciendo encargos para diversos aristócratas que le permitieron a ella y su familia ir viviendo. El 15 de octubre de 1692 La Roldana recibió el nombramiento, por Carlos II, de “Escultora de Cámara”, lo que representó su prestigio oficial, pero no el económico como seguramente esperaba.
Los trabajos que efectuaba estaban mal pagados e incluso tenía dificultades para cobrar, pues en aquella época, la situación general del reino era mala por la deficiente administración y la corrupción. Así, en reiteradas ocasiones tuvo que hacer peticiones solicitando la concesión de una habitación en las casas del Tesoro (lugar donde vivían gran parte de los artistas de Cámara del rey cerca del Alcázar), puesto que no tenía ni un lugar donde vivir. No teniendo respuestas dirigió sus demandas a la reina a quien pidió ropa o lo que conviniese darle. Una carta fechada en 1697 de su puño y letra decía: «por estar pobre y tener hijos, lo paso con grandes estrecheces pues muchos días falta para lo preciso para el sustento de cada día».
Pese a las calamidades seguía trabajando, de esta época son el Arcángel San Miguel con el diablo a sus pies, obra encargada por el rey con destino a la decoración del monasterio de El Escorial y un relieve de la Virgen de la leche que se halla en la catedral de Santiago de Compostela, ambas firmadas y con la inscripción de su cargo.
El fallecimiento de Carlos II en 1700 y la llegada del nuevo rey Felipe V no supusieron demasiados cambios en la vida de Luisa Ignacia quien tuvo que solicitar al nuevo monarca que renovase su nombramiento. Presentó al nuevo rey dos obras, un Entierro de Cristo y un Nacimiento pidiéndole «casa para vivir y ración para mantenerse ella y sus hijos... pongo en consideración de Vuestra Majestad, que lo que sabe lo ejecuta en piedra, en madera, en barro, en bronce, en plata, y en otra cualquier materia». En octubre del nuevo rey le concedió otra vez el nombramiento de escultora de Cámara. De esta última época son un Arcángel San Miguel en el monasterio de las Descalzas Reales y seis ángeles pasionarios en la Colegiata de San Isidro.
Durante años la obra de La Roldana fue atribuida a su padre Pedro Roldán, a su esposo Luis Antonio Navarro de los Arcos y a otros escultores como Juan Martínez Montañés o Jerónimo Hernández. Hoy gracias a la historiografía feminista se reconoce su nombre como una de las insignes escultoras del barroco español, estando incluso algunas de sus obras expuestas en la Hispanic Society of America en Nueva York.
Además de por su magnífica técnica, que influyó en artistas posteriores como Pedro Duque Cornejo, Cristóbal Ramos o José Montes de Oca, la obra de La Roldana ha de valorarse en las dificultades que las mujeres tuvieron para acceder al mercado laboral dónde ella tuvo acceso en instituciones patriarcales como la eclesiástica y la monárquica.
Sus obras cargadas de dramatismo por un lado y de intimismo y serenidad por otro recorrerán en breve muchas calles andaluzas debiéndonos recordar entre otras cosas que la escultura tiene nombre de mujer y la pobreza está feminizada, puesto que ella y tras toda una vida de trabajo, partos y crianzas falleció declarándose en absoluta indigencia.