Entrevista con Hugo Silva, actor de 'La cocinera de Castamar' y 'Nasdrovia'
"Siempre que la sociedad pasa por algo traumático, después hay un reflejo cultural y de identidad que explota".
Cuéntame qué estás haciendo.
Acabo de terminar La cocinera de Castamar, una serie para Atresmedia, y el mes que viene empiezo la segunda temporada de Nasdrovia. La primera ha funcionado muy bien y es una serie, no hay ningún referente en España de ese tipo de ficción y, además, creo que es una serie que engaña, puede parecer una cosa para el espectador y una vez que empieza a verla y comienza a complicarse la trama, la gente se engancha. Es muy ágil y ha tenido muy buenas críticas y mucho entusiasmo por parte de Movistar, de hecho, vamos a hacer la segunda y una tercera.
¿Has trabajado mucho este año?
Parecía que no iba a trabajar nada, sabía que tenía que hacer la segunda temporada de Nasdrovia, pero cuando empezó la pandemia y el confinamiento, me pilló en México y, además, el cierre de los colegios. Yo estaba allí de vacaciones, y cuando volví, de lo que se hablaba era que no se iba a trabajar hasta enero de 2021.
Ese era el paisaje que teníamos delante y yo lo veía muy mal. Empecé a hacer cálculos, a ver cómo se veía esta historia, un préstamo, etc.. El audiovisual empezó a proponer al Ministerio una serie de protocolos para poder llevar adelante el rodaje y lo que quedaba por hacer que se hiciera. La Cocinera de Castamar, que llevaba por ahí un tiempo, se pudo encajar.
Veía muy valiente empezar una producción tan grande, y muy complicado: que si tienes un positivo, que si paras… El caso es que ha sido una aventura, sobre todo porque el equipo de dirección, que es el que planifica los rodajes, tenía un montón de planes paralelos. Yo no sabía cuándo iba a trabajar, sabía que trabajaba, pero no sabía cuándo. Pero la serie ha salido adelante con todos los protocolos y con todas las medidas y, la verdad, ha sido un año muy bueno. He enlazado un trabajo con otro y ha sido mejor de lo que yo esperaba. Tenía asumido que no se iba a hacer nada y por otro lado pensaba, pues si no se puede, no se puede, y he visto que ha habido mucha gente que ha luchado y ha buscado la forma.
Normalizar esta situación tiene algo malo, que es cuando lo miramos desde fuera y vemos que nos hemos vuelto un poco más fríos; ya no nos impresiona el número de fallecidos. Por un lado es un poco frío, pero por otro lado hemos aprendido a convivir con esta situación, cuando tienes algo en la vida hay que intentar gestionarlo.
¿Crees que después de haber consumido tanta cultura en esos meses, no se la está apoyando como debiera?
Yo creo que la cultura tanto por parte de las instituciones como de la gente, como un bien necesario –en un ser humano, la cultura sería su alma– es algo necesario. Ha sido sobre todo durante el confinamiento donde la sociedad se ha dado cuenta de que psicológicamente hemos salido gracias a los libros, las series, las películas, la música…
Sí que lo creo y también pienso a que nivel cultural, igual que ha pasado otras veces, un conflicto bélico o algo muy traumático como lo que estamos viviendo, va a haber unos movimientos culturales muy potentes que no habíamos visto. Me estoy acordando ahora del Butō, un baile japonés. Hay una serie de disciplinas japonesas que nacen a partir de la bomba atómica, siempre pasa eso. Lo vi hace tiempo en una obra de teatro con Tomaz Pandur. Empecé a conocer el Butō, que nace después o a raíz de algo tan traumático como la Segunda Guerra Mundial. Lo que quiero decir, no es que esté comparando, como pasó en España después de una dictadura a finales de los 70 principios de los 80. Siempre que la sociedad pasa por algo traumático, después hay un reflejo cultural y de identidad que explota.