'Homeland', la serie que predijo lo que está pasando en Afganistán
Si Saul Berenson hubiese sido asesor de Joe Biden, tampoco lo habrían escuchado.
“Si retiramos nuestras fuerzas, Kabul caerá en un plazo de seis semanas”. No es la frase de un analista del Pentágono versado en los 20 años de misión en Afganistán, sino de un personaje de la última temporada de Homeland, la serie norteamericana. Los guionistas ponen en boca del mítico Saul Berenson, que pasa por jefe en la CIA y asesor de Seguridad Nacional, una reflexión que desarma, vista la rapidez con la que los talibanes se han hecho con el poder de nuevo.
En un montaje de escenas encadenadas que está haciendo furor en las redes sociales, se ve una conversación de Berenson (Mandy Patinkin) con un líder islamista y reflexionan sobre el origen de la invasión norteamericana. El talibán, ante la queja del norteamericano de “tantos años de guerra”, le replica que podrían haberlos “dejado en paz”, pero el jefe de la división de Oriente Medio de la CIA le recuerda el 11-S, el apoyo que le dieron a Al Qaeda y a Osama Bin Laden para ocultarse y preparar sus atentados. ¿Por qué no invadieron Arabia Saudí, de donde procedían la mayoría de los terroristas? Silencio. “Se quedaron, se quedaron, se quedaron y han destruido nuestra cultura”, le replica.
En la escena 2 entra en juego la pura política. Periodistas, banderas, dorados y moquetas. “La lista de oportunidades perdidas para la paz es larga”, empieza. Saul reconoce que no quedan “muchas buenas opciones” en el país. Y asume: “No nos quedaremos para siempre, el presidente ya lo dejó muy claro, pero tampoco podemos irnos sin más”, reconoce. Ahí es cuando dice que abandonar a los afganos supone perder el país en seis semanas. Las previsiones públicas de EEUU eran a más largo plazo, pero la prensa estadounidense ha publicado documentos que confirman que USA sabía que los plazos eran más cortos. Hasta los guionistas de Homeland lo sabían.
Y en la tercera escena aparece la oficial Carrie Mathison (Claire Danes), alma de la serie, hablando con Abdul Qadir G’ulom, exvicepresidente de Afganistán, al que le saca los colores con la incompetencia y la corrupción que se han comido en estos años las instituciones afganas, empezando por el ejército. Al menos 100 millones robados “a tu propio ejército”. “Todos en el Gobierno tienen el hocico en el comedero”, responde gráficamente el gobernante, antes de reírse es “esa paz vuestra”, que se irá al garete a menos de los talibanes. “Todo esto volverá a ser Saigón”, dice con igual tono profético, refiriéndose a la poco honrosa salida de EEUU de Vietnam, en 1975, con la que estos días se hacen numerosos paralelismos.
“Su embajada sitiada, helicópteros despegando desde el tejado, todos los bobos que han trabajado para vosotros masacrados en la calle. ¿A quién acudirán entonces?”, ahonda.
Esta serie de culto, que ha pasado por momentos de gloria y temporadas muy mejorables, merece una revisión cuando los acontecimientos convierten en realidad lo que era ficción. Desde el principio, la guerra contra el terror yihadista ha sido el eje de la trama, con una enorme capacidad de explicar los conflictos y de exponer las ideas de unos y otros. Porque comprender no es compartir. La brutalidad del islamismo se ha visto en la serie con atentados brutales y, más aún, se han visto las costuras al aire de la Administración norteamericana, incapaz de contener la amenaza.
Siempre ha sido uno de sus puntos fuertes: una carga de realidad que atrapaba. Demasiado real para los afganos.