Hablemos claro: Trump tiene un problemón
Esta semana el presidente ha sido acusado de delitos que podrían costarle la presidencia... ¿de verdad?
Una vez más, el presidente de EEUU se ha visto inmerso en una inédita polémica. Una vez más la palabra 'impeachment' se cierne sobre él, pero... ¿resistirá una vez más? Tengamos presente que no estamos ante un líder cualquiera; es Donald Trump y si algo ha demostrado hasta ahora es que resurge una y otra vez de sus cenizas, haciendo callar todo titular vinculado al final de su presidencia. Pero esta vez los cargos que pesan sobre su círculo personal y las acusaciones que han arrojado sobre él pueden llevar a un desenlace bien distinto... O no.
La bomba estalló el martes: su exjefe de campaña Paul Manafort, fue declarado culpable de ocho delitos de fraude que le imputaba el fiscal especial que investiga la trama rusa, Robert Mueller. El juicio a Manafort, un veterano republicano que estaba en prisión preventiva desde junio, es el primer proceso judicial resuelto de los vinculados con la trama rusa, ya que la Fiscalía le acusa de no pagar impuestos por los más de 17 millones de euros que cobró por asesorar a políticos prorrusos en Ucrania.
Pero el mayor golpe para Trump le ha llegado de la mano del que ha sido su abogado durante 10 años: Michael Cohen, que se declaró culpable ante un juez federal de Nueva York de varios delitos, entre ellos del de violar la normativa sobre la financiación de campañas electorales. Cohen admitió que pagó con dinero de la campaña de Trump a dos mujeres para que no airearan sus relaciones con el entonces candidato a la Casa Blanca "con el objetivo principal de influir en el resultado electoral". Esos pagos se hicieron a la actriz porno 'Stormy' Daniels —quien recibió 130.000 dólares— y a la modelo de "Playboy" Karen McDougal —a quien pagó 150.000 dólares—, que aseguran que tuvieron una relación con Trump antes de ser candidato presidencial.
Cohen dejó claro en su comparecencia judicial que la orden había partido del propio Trump, lo que podría involucrarle en un delito federal, y, aunque el presidente de Estados Unidos no puede ser encausado, esto abriría la puerta a que el Congreso pusiera en marcha un procedimiento de 'impeachment' o juicio político.
Trump es consciente de que está cada vez más asediado y de que no es tan descabellado pensar que pueda ser sometido a un 'impeachment', pero también sabe que hay un factor clave a su favor: su partido, el republicano, tiene la mayoría en las dos Cámaras, lo que dificultaría que el proceso saliera adelante. Sin embargo, esto podría cambiar el próximo 6 de noviembre, día en el que se celebrarán las llamadas 'midterm', las elecciones que podrían dar el poder de las dos Cámaras a los demócratas. Sería, sin duda, el peor escenario para Trump.
Pero de momento él sigue fiel a su estrategia de desprecio a todo aquel que se atreva a juzgarle. Sobre Cohen directamente ha tirado de ironía diciendo que "no recomienda sus servicios de abogado" e incluso mantiene una guerra abierta con su fiscal general, Jeff Sessions, algo inédito en el país. Sin embargo, pese a esa actitud de prepotencia, sus pasos dejan entrever que esconde algo. Trump insiste en que no ha cometido ningún delito, pero ha tratado de desviar y retrasar la investigación sobre colusión con Rusia y obstrucción a la justicia, así como enfrentarse a las preguntas del fiscal especial Robert Mueller.
"Si verdaderamente no tiene nada que esconder, es una mala estrategia", asegura Eric Freedman, profesor de Derecho Constitucional de la universidad de Hofstra, a la agencia AFP. "Debería adoptar y mantener una política de apertura", añade. El camino sugerido por Freedman requeriría que Trump retire su apoyo a excolaboradores como Manafort. Entonces, Trump podría decir que está "drenando el pantano" de la corrupción en Washington y ponerse "bajo un manto de buen gobierno", argumenta Freedman.
Pero Trump sólo ha tenido elogios hacia Manafort, e incluso ha declarado que valora un indulto presidencial. De ahí que la estrategia actual del presidente sea la de crear cortinas de humo para que el proceso se estanque y su votante, una vez más, le perdone. De hecho lleva meses tratando de convencer a los estadounidenses de que la investigación de Mueller es una operación ilegítima de la oposición, para quitar apoyo a los republicanos.
Paralelamente, la Casa Blanca ha solicitado a Mueller que cumpla con una disposición del Departamento de Justicia que impide a los investigadores tomar medidas que puedan afectar a los candidatos durante los 60 días previos a una elección. Sin embargo, ninguno de los candidatos está siendo investigado.
Cabe otra oportunidad, que es la más descabellada, pero ya saben, hablamos de Trump. El presidente de EEUU podría despedir a Mueller y cerrar la investigación. El mandatario ha amenazado ya con hacerlo, pero se ha detenido ante las advertencias de sus legisladores de que eso podría llevarlo directamente a un 'impeachment'. Además, ahí tiene la hemeroteca: esta medida radical no al presidente Richard Nixon cuando echó al fiscal especial del 'Watergate', Archibald Cox, en Octubre de 1973. Su decisión erosionó su apoyo y el reemplazante de Cox continuó avanzando en el caso hasta que Nixon, casi un año después, renunció ante un posible 'impeachment'.
Así que Trump tiene tres meses para demostrar que no tiene nada que ver con los delitos de los que se acusan a sus íntimos ni con los que se sospecha que él ha tenido algo que ver. Eso o le pondrá en bandeja a los demócratas el mecanismo para acabar con su presidencia.