Hablar de suicidio no provoca efecto llamada: "Es preventivo y disuasorio"
Siempre y cuando se sigan ciertas pautas, como huir del morbo y el sensacionalismo.
Silencio, tabú y estigma han acallado, durante décadas, un problema de salud pública de enorme magnitud: el suicidio. Basta con echar un vistazo a las cifras para corroborar que lo es. En España cada día se quitan la vida 11 personas, una cada dos horas y cuarto. Es la primera causa de muerte externa (no provocada por una enfermedad física) y en 2020 se alcanzó el máximo histórico con 3.941 fallecimientos por esta causa, un 7,4% más que en 2019.
La máxima ‘no hablar de suicidio para no provocar un efecto llamada’ ha predominado tanto en la sociedad como en las redacciones de los medios de comunicación. Sin embargo, ahora los especialistas en salud mental aconsejan justo lo contrario y defienden que hacerlo puede ser incluso disuasorio.
La propia ONU opina así y ya en una guía para la prevención del suicidio de 2017 recalcaba que es un mito que hablar de ello sea una mala idea “y pueda interpretarse como estímulo”: “Debido a la estigmatización generalizada del suicidio, la mayoría de las personas que están contemplando suicidarse no saben con quién hablar. En lugar de alentar un comportamiento suicida, el conversar abiertamente puede dar a una persona otras opciones o tiempo para replantear su decisión, previniendo así el suicidio”.
“El silencio informativo no es una opción. El sensacionalismo, tampoco”, recalca otro manual del Ministerio de Sanidad. De la misma opinión son Nel González Zapico, presidente de la Confederación Salud Mental España, y Pedro Martín-Barrajón, responsable de la Red Nacional de Psicólogos para la Prevención del Suicidio Princesa 81.
“Estamos totalmente convencidos de que, con un tratamiento adecuado, no tiene por qué existir efecto contagio de ninguna manera”, señala el primero. En el mismo sentido, el segundo afirma que “el debate no es si hay que informar o no”: “Claro que hay que informar, pero hay que hacerlo bien”.
Efecto Werther y efecto Papageno
Ese tabú del suicidio viene del llamado efecto Werther. Como explica González Zapico, se llama así por la novela Las penas del joven Werther, de Goethe, de la época romántica: “Es un personaje que se suicida con toda una parafernalia, vestido de una manera y, dicen las crónicas de su tiempo, que lo que hizo fue propugnar que mucha gente lo imitara y acabara con su vida. Hoy día es lo que se conoce como el efecto imitación, que tienen sobre todo los casos mediáticos”.
Ahora los expertos hablan del efecto Papageno. Toma su nombre de un personaje de La flauta mágica, de Mozart, que estaba decidido a acabar con su vida. “Sin embargo, se encontró con unos personajes mágicos que le orientaron para encontrar ilusiones nuevas y eso le hizo cambiar de actitud. Hoy en día hablaríamos de efecto disuasorio: los apoyos, la escucha, que permiten que una persona que tiene una idea suicida aplace su decisión o decida no llevarla a cabo”, subraya.
Por eso el presidente de Salud Mental España defiende que “no hay efecto contagio”: “Es más, sabemos que hablar de ello de una forma equilibrada y normal tiene un efecto preventivo y disuasorio. Lo que pasa es que es tanto el estigma que arrastra que socialmente no estaba permitido y era de mal gusto. Aparte, el tema del suicidio tenía connotaciones morales y religiosas y eso evitó siempre que se hablara de ello”.
Por su parte, Martín-Barrajón incide en que “a día de hoy lo que sabemos es que si se publica de una forma responsable, si se publican recursos de ayuda en la noticia, la persona que se encuentre en riesgo puede acudir a una de estas vías y cortocircuitar ese intento, por lo menos, aplazar la decisión y ponerse en manos de profesionales”.
Hablar de ello pero de manera responsable
“Hablar públicamente de suicidio, si se aborda bien la noticia, no tiene un efecto contagio. Y hablar bien significa no dar detalles morbosos, alejarse del sensacionalismo, que no aparezca en portada la palabra suicidio...”, menciona entre otras buenas praxis. “Siempre planteo esto a los periodistas que me preguntan: hazte a la idea del impacto que va a tener en los familiares, y si se tratara de uno tuyo qué te impactaría leer”.
También es importante no hacer atribuciones causales reduccionistas puesto que, como aclara el responsable de la Red Nacional de Psicólogos para la Prevención del Suicidio, “el suicidio siempre es un fenómeno multicausal”. Salud Mental España aporta otras claves como no limitarse a hablar de los efectos nocivos del suicidio y dar cobertura a historias de superación.
Un cambio de rumbo
El reciente fallecimiento de la actriz Verónica Forqué ha puesto el suicidio bajo los focos de la atención mediática, pero los dos especialistas coinciden en que, aunque evidentemente ha tenido mucho impacto y relevancia, ya se venía hablando de este asunto más y mejor.
“Está habiendo un cambio de rumbo pero todavía es insuficiente”, sentencia Martín-Barrajón. A su modo de ver, cuando una persona célebre se suicida, esa información “salta a los medios” y aumenta la preocupación, pero ésta “viene de antes”: “Aunque todavía queda mucho camino por andar, se viene hablando de una forma un poco más responsable y se va dejando atrás ese poso que existe”.
“Además en España, desde el siglo V la Iglesia condenaba el suicidio y, hasta 1983, se prohibía enterrar a las personas que se habían suicidado o lo habían intentado, en el cementerio”, recuerda. “Es muy difícil desterrar más de 1.500 años de censura y de ostracismo respecto al suicidio en apenas 40″.
"Nosotros llevamos mucho tiempo hablando y reclamando acciones de Estado para la prevención de la conducta suicida”, apostilla por otro lado González Zapico, que recuerda que el prometido teléfono de tres cifras para la prevención que Pedro Sánchez prometió en octubre es una vieja reivindicación de la Confederación.
“Una persona que nos hizo reír tanto y con esa inmensa labor profesional parecería una persona de éxito y sin embargo su vida estaba totalmente desmoronada por dentro”, reflexiona sobre Forqué. “Creo que debemos tener cultura social de solidaridad, de apoyo, conocernos y, sobre todo, cuando vemos que hay algún problema —ese teléfono lo permitiría—, pedir auxilio. No tiene por qué ser la propia persona, sino alguien del entorno que detecta síntomas o que tenga miedos, que pueda pedir orientación”.
Como insiste, el suicidio es una “tragedia de una dimensión humana extraordinaria”: “En nuestro país el año pasado hubo una media de once personas diarias que decidieron acabar con su vida, pero hay que tener en cuenta que por cada persona que consuma un suicidio hay otras 20 que lo intentan”.