Hablan las víctimas de la trama de bebés robados: “No quiero dinero, quiero saber la verdad”

Hablan las víctimas de la trama de bebés robados: “No quiero dinero, quiero saber la verdad”

Se calcula que entre 1940 y 1996 se sustrajeron unos 300.000 recién nacidos en toda España. Con más de dos mil denuncias interpuestas, sólo ha habido dos imputados y ninguna condena.

— “¡Que abran los archivos! ¡Que abran los archivos!”

— “¡Justicia ya, que las madres se nos van!”

Esta es una historia de mentiras, de robo y tráfico de personas; esta es una historia de negocios ilegales e inhumanos, de confesiones veladas en el lecho de muerte, de madres que mueren con la pena de no haber conocido a sus hijos; esta es la historia de una lucha por la justicia, la verdad y la identidad que tiene en pie a miles de personas desde hace décadas en España. “Somos como árboles sin raíces”, dicen las víctimas de la trama de bebés robados en España y protagonistas de esta búsqueda. Piden saber dónde están sus hijos, sus hermanos, sus padres, y por qué les fueron robados.

Las asociaciones calculan que 300.000 bebés fueron robados en toda España entre 1940 y 1996. Trescientos mil. Lo que empezó siendo “un instrumento de represión” del régimen franquista “se convirtió después en negocio”, extendiéndose hasta las dos primeras décadas de la democracia, tal y como explica en una entrevista con El HuffPost Neus Roig, autora de No llores que vas a ser feliz, la mayor investigación sobre esta trama.

Ainhoa Arrate (Gernika, Bizkaia, 1971) sospecha que es una de esas niñas robadas o, como mínimo, que la suya fue una “adopción irregular”. Paqui Pichardo busca a su hermana, nacida en 1958 en el hospital militar de Sevilla y arrebatada a su madre, que “pobrecita, murió con esa pena” y con un lamento en sus labios: “Me la robaron”. La historia de Mercedes Morillo es parecida: también busca a una hermana nacida en Sevilla en 1966, en el Hospital de las Cinco Llagas, tratando de hacer justicia a la memoria de su madre, que “tuvo la pena de esa niña toda su vida”. 

María, que prefiere no dar su apellido ni su imagen, tuvo a su primer hijo en 1977, en el Hospital de la Paz de Madrid, donde se llevaron al niño al poco de nacer y le dijeron “que se iba a morir” y que no podía verlo. Mercedes Moya parió “un 7 de mayo de 1978, día de las Madres” en el hospital Francisco Franco de Madrid [actual Gregorio Marañón] ayudada por una monja que, a los dos días, le quitó a su niña. Cuarentaiún años después, esa niña buscó a su madre biológica desde México, y dio con Mercedes. “Es duro, y a veces me han entrado ganas de tirar la toalla. Pero encontré a mi hija, y soy muy feliz”, dice la madre, con lágrimas en los ojos, consciente de que la suya es una de las pocas historias con final ‘feliz’ y de que esa lucha ha convertido su vida en una carrera plagada de obstáculos.

El 27 de enero del 2011 se puso la primera demanda colectiva por robo de recién nacidos ante la Fiscalía General, en la que se incluyeron 261 denuncias. Nueve años y más de dos mil denuncias después, sólo ha habido dos imputados: el ginecólogo Eduardo Vela, que fue absuelto porque su delito había “prescrito”; y el doctor J.B.B, que el pasado mes de octubre alegó enfermedad para no presentarse al juicio. Tres meses más tarde, quien falleció fue Adelina Ibañez Mezcua, la denunciante, otra madre más que se fue sin conocer a su hijo Bruno, al que le quitaron al nacer.

Hasta la fecha, la inmensa mayoría de las denuncias han sido archivadas y la proposición de Ley de Bebés Robados impulsada por varios grupos parlamentarios, entre ellos Podemos y PSOE, se mantiene en punto muerto después de que PP y Ciudadanos prorrogaran una y otra vez el plazo de enmiendas.

Con la intención de que se retome esa Ley —con la que se facilitaría el acceso a los archivos públicos y eclesiásticos— y de exigir que no prescriban estos crímenes, las asociaciones de víctimas se concentraron este 27 de enero ante la Fiscalía General del Estado, en Madrid. Y con la intención de buscar la verdad —de encontrar a su familia — y de que esta historia no vuelva a repetirse, Ainhoa, Paqui, Mercedes, María y Mercedes cuentan a El HuffPost la suya, el drama en que esta trama convirtió su vida. 

  Ainhoa, frente a la sede de la Fiscalía General del Estado.CARLOS PINA

“Mi historia tiene mucho que ver con los pisos nido de Mercedes Herrán, una señora que acogía en sus pisos a hijas de papá, a gente de caserío o a criadas que se habían quedado embarazadas de los jefes de la casa. Cuando las chicas daban a luz, en clínicas privadas con las que Mercedes tenía contacto, los bebés desaparecían. Se los llevaban y no se volvía a saber de ellos. 

Mis padres [adoptivos] sabían toda la historia; lo que no saben es quién era la madre que me dio a luz. Pero ellos pensaban que eso era lo más normal del mundo. Ellos acudieron a los frailes para saber cómo se podía adoptar un niño o una niña; les dieron a escoger y ellos dijeron: ‘Lo que venga’. Y un día les llamaron: ‘Preséntate aquí a las tres de la tarde’. 

Cuando fueron a la puerta de la clínica, mi madre entró y vio a una señora en en la cama, dormida. ¿Seré hija de esa señora? Puede ser. ¿Qué le dijeron cuando despertó? ¿Que había muerto su bebé? ¿O ella estaba de acuerdo en darlo en adopción? 

Sólo quiero saber si fui robada o fui cedida

Si esa mujer era mi madre, lo único que quiero es dar con ella y saber qué pasó; si ella renunció a mí, quiero saber por qué lo hizo. Porque pudo ser una prostituta, y no me importa, pudo ser la criada de una casa de bien, y tampoco me importa. Sólo quiero saber si fui robada o fui cedida. Si fui cedida, esa adopción es completamente irregular, porque no hay un documento que lo acredite; no hay una partida de nacimiento que acredite dónde y cuándo nací. Tengo dos partidas de nacimiento distintas, que dicen que nací en la misma calle pero en distinto número, de padres totalmente desconocidos; y luego hay un certificado de adopción legal, ¿pero dónde está la renuncia de esa madre?

Mis padres adoptivos me contaron esto a cachos, me contaron parte. Poco antes de morir mi padre, me dijo que Mercedes siempre decía la verdad, que nunca mentía, pero que las verdades eran a medias. Posiblemente sea la hija de un abogado de Bilbao y una buena mujer. 

Mercedes, en su tiempo, hacía una gran labor, que era hacer desaparecer a todos esos bebés que no eran queridos. Se supone que su marido era alguien bastante importante en ese momento, que tenía contactos con la iglesia, más concretamente con el Opus. Pero también hubo robos de bebés, y hay que investigar tanto una cosa como la otra. Que no es que busque herencias; la herencia la tengo de mis padres adoptivos. Yo no busco dinero, lo que quiero es saber la verdad. 

En la ikurriña que llevo pone: ‘Saber es nuestro derecho’. Queremos saber; queremos saber la verdad. A mí me jode que mi caso no se resuelva, pero al fin y al cabo me da igual, porque he tenido padres. Han sido otros, pero los tengo: unos me han dado la vida y otros me han criado. Pero hay gente que busca a sus hijos; con eso no se juega. Algunos dicen que somos hijos del franquismo. Para mí esto no tiene que ver con el franquismo. Después del franquismo siguió existiendo. Era un negocio.

Lo gordo es que yo conocí a Mercedes. Era muy mayor, estaba en una residencia y tenía una enfermedad vascular y degenerativa, le faltaba una pierna, estaba en silla de ruedas. Una de las trabajadoras de allí me dijo que nunca hablaba con nadie, que ni levantaba la mirada. Y en cuanto entré en la sala, se intentó incorporar, me señaló con la mano y dijo: ‘Tú eres una de mis niñas’. Me quedé helada, lo primero que pensé es que debo parecerme mucho a mi madre. La trabajadora se asustó, me dijo: ‘¿Pero quién eres? Esto no lo ha hecho nunca’. Yo le dije que era la hija de una amiga. Estuve algo más de media hora hablando con ella, hasta que me cogió del brazo y me dijo: ‘Entonces, ¿qué quieres? ¿Niño o niña? Yo te consigo lo que quieras’. Estaba viviendo épocas pasadas”.

  Paqui Serrano PichardoCARLOS PINA

“Mi madre tuvo una niña en el 58 en el hospital militar de Sevilla, y se la robaron. Mi madre, pobrecita, murió con esa pena. Porque ella no dejaba de decirlo: ‘Me la robaron’.

Mi madre estaba sola. Éramos nuevos en Sevilla, sin familia, veníamos desde Cádiz. En el hospital, cuando dio a luz, llegó una monja y le dijo a mi madre: ‘Señora, Ana, ha tenido usted una niña, pero le vamos a echar agua del socorro porque la niña viene muy mala, se va a morir’. Mi madre dijo que quería ver a la niña antes de que se la llevaran. ‘No, se va a poner usted mala’, le dijeron.

‘Por favor, traédmela, que yo quiero conocer a mi niña’, dijo. Y le llevaron a una niña de color malita, muriéndose.

Mi madre decía: ‘Que esta no es mi niña’. ¿Cómo iba a ser su hija? Si ella era rubia con los ojos celestes. Que no podía ser… Fue una monja la que se encargó de todo, dijo que la niña se moría y que le iba a poner Milagros de Dios. Y mi padre, que era militar, como era nuevo en Sevilla, no dijo nada.

Fue una monja la que se encargó de todo

Cuando ya fui yo más mayor, le decía a mi madre: ‘A ver si viste morada a la niña y creías que era negra’. ‘No, Paqui’, me decía mi madre. ‘La niña tenía las manos blancas, los labios gordos, el pelito rizado, era negra’. 

Pero antes no había tantas denuncias. Antes no había justicia ninguna. 

Un día viendo la televisión oí de esta asociación [de bebés robados en Sevilla], y llamé. Mi madre ya había muerto, pero yo le había dicho que quería buscar, porque ella murió con esa pena. Contra más mayor, más lamentaba. ‘Paqui, mira, si tú encontraras a tu hermana, mi niña... Mi niña me la robaron’, decía. 

Ahora tenemos el apoyo de la asociación y estamos en ello. Porque mi hermana no aparece: ni en el cementerio, ni en el hospital. No hay papel ninguno.

Queremos que aparezcan. Que se enteren las personas. ¿Tú te crees que si yo diera con mi hermana?”. 

“Yo tuve a mi hijo en el Hospital de la Paz de Madrid hace 42 años. Lo tuve conmigo, pero luego vinieron a por él y me dijeron que no le habían hecho bien la revisión, y que se lo llevaban a ver a los doctores. A las cuatro horas vinieron y me dijeron que no me lo podían traer, que se iba a morir. Que tenía que permitirles hacer la necropsia. Yo les dije: ¿Y eso qué es? Me quedé sin él.

Mi padre quiso verlo y tampoco le dejaron. Ese mismo día había muerto Waldo de los Ríos, el compositor de El himno de la alegría, y lo llevaron al hospital de la Paz. Así que en el hospital había mucha Policía, y detuvieron a mi padre y lo retuvieron durante cuatro horas.

A los 40 días, tuve que ir a recoger un informe, y la enfermera que me lo iba a dar, me dijo: ‘Mire, el doctor dice que no le da el informe porque usted se negó a hacer la necropsia al bebé’. Era tan raro que hasta ella me dijo: ‘Yo que usted lo miraría, porque esto no es legal’. ‘¿Cómo que no es legal?’, le pregunté. ‘No, no’, me dijo: ‘Es lo que le puedo decir. Investigue usted’.

Y ahí empezaron mis sospechas… pero no podía imaginarme que me hubieran hecho eso. Los implicados no son solamente una monja o un doctor; ha habido médicos, enfermeras… de todo, y en todo el país. Era un negocio. 

La enfermera me dijo: ‘Yo que usted lo miraría, porque esto no es legal. Es lo que le puedo decir. Investigue usted’

Mi niño era rubio, como el padre, y tenía los ojos verdes, verdes. Más rico... Además, me pesó cuatro kilos doscientos. Me acuerdo perfectamente. Eso no se te va.

Cuando a los dos años tuve otro hijo, no permití que lo separaran de mí. Lo tuve pegadito a mí. Me dijeron: ‘Uy, ha pasado algo’. Y les dije: ‘¿Qué ha pasado? Que no se lo lleven’. Me dijeron que era sólo un momento, pero me empeñé y de mi lado no lo movieron. Tenía una malformación porque había nacido con la pierna pegada al cuerpo y tuvieron que escayolarlo, pero lo hicieron a mi lado. 

Llevo siete u ocho años con esta búsqueda. El doctor [Alfonso] Cabeza era director de hospital. Me dijo que no podía hacer nada, que los papeles se habían quemado porque había habido un incendio en los archivos y que no me podía ayudar. No lo he denunciado porque me cuesta mucho dinero; porque con la pensión no me da para pagar a un abogado.

Mis hermanos me dicen que lo deje. Esto es muy triste y muy desagradable, por lo menos para mí. De mi entorno lo sabe muy poquita gente. Mi familia y media docena más. Siempre he sido muy reservada; lo veo como algo muy personal”.

  Mercedes MorilloCARLOS PINA

“Vengo de Sevilla. Soy de la Asociación de bebés robados de Sevilla. Busco una hermana que le robaron a mi madre al nacer en 1966, en el Hospital de las Cinco Llagas.

Cuando mi madre tuvo a la niña, le dijeron que había muerto. En el hospital dijeron que ellos se hacían cargo del enterramiento, pero nadie vio al bebé. 

Su niña pesó 3,750 kilos, era grandecita. A mi madre le pusieron el goteo, una especie de anestesia que ponían antes para dormirla, y una de las veces que miró a un lado, vio a su bebé y escuchó que decían: ‘Este lo vamos a mandar para San Fernando’. El cementerio de Sevilla se llama de San Fernando, así que cuando al día siguiente le dicen que el bebé ha muerto, mi madre ata cabos.

Mi madre murió hace 23 años y tuvo la pena de esa niña toda su vida. Cuando hace unos diez años salió el tema de los bebés robados en televisión, en un programa de Paco Lobatón en la primera, empecé a moverme.

Fui al cementerio y me encontré que el nombre de mi madre no estaba por ningún sitio, que no había ningún bebé enterrado a su nombre. Así que seguí buscando documentación, con muchas, muchas trabas. 

Entonces descubro que no hay certificado de nacimiento de la niña, ni certificado de defunción, ni nombre del médico que la atendió en aquel parto. Tampoco coinciden las fechas, porque mi madre tuvo a la niña el 20 de septiembre del 66 y en los papeles consta que mi madre ingresa al hospital el 21. Cuando me encuentro con todo esto, fui del tirón a poner denuncia. 

Estoy moviendo cielo y tierra para encontrarla

Afortunadamente, me encontré con la asociación de Sevilla Bebés robados, que me ayudaron mucho. Y sigo en la lucha. Muchos nos hemos hecho las pruebas de ADN en un laboratorio en Estados Unidos, porque tenemos nuestras dudas con algunos laboratorios de aquí, y mi lucha es ir tirando y poder encontrarla. Es mi hermana, es mi sangre y es mi familia, y quizás también ella es uno de los casos de personas desesperadas por encontrar a su familia. Si piensa que mi madre la regaló, le tengo que decir a esa niña (ya de 53 años) que fue una niña muy querida, que vino al mundo con todo el amor y que podía haber tenido una infancia superfeliz con unos padres extraordinarios. 

En aquel tiempo daban una especie de cartulina con el nombre de mi madre, la niña y una crucecita como que había muerto. Pues esa cartulina está escrita una parte con boli y otra con pluma, con dos letras diferentes. Esa es la única prueba de que la niña nació, pero que no aparece por ningún sitio. Es una cosa tristísima. 

Así que voy a seguir. La niña no está enterrada, y yo ahora estoy moviendo cielo y tierra para encontrarla.

Nos tienen que ayudar. Nos tienen que echar una mano, que esto es una lucha titánica. Había un proyecto de ley y tendremos que seguir en la lucha para que realmente se haga. Queremos un fiscal que se ocupe única y exclusivamente de nuestros casos. Lo necesitamos. Y necesitamos Policía que investigue. Mi caso no está archivado, porque tenemos todas las pruebas de que la niña no está enterrada ni hay certificado de defunción, pero está apalancado”. 

  Mercedes Moya MartínCARLOS PINA

“En el 78, ingresé en la [casa tutelada] Asociación Tu Casa, de Carabanchel, y dije desde el principio que quería quedarme con mi hija [Mercedes era madre soltera]. La monja no me puso ningún problema. 

Me ingresaron un mes antes en el hospital Francisco Franco [actual Gregorio Marañón] para un estudio fetal y me provocaron el parto un 7 de mayo, día de las Madres. Cuando la tuve, me llevaron a la habitación, me trajeron a mi hija, le di el pecho y estuvo dos días conmigo. La inscribí en el registro como María José Moya Martín y, al segundo día, llegó la monja y nos dijo que nos íbamos.

Le dije que no, que me habían dicho que tenía que quedarme un día más. Y ella: ‘Arréglate, que nos vamos’. Al salir, había un taxi y nos fuimos. El coche se paró frente a un fotomatón, en un edificio grande de cristales. Ella abrió mi puerta, la de detrás, y yo agarré a mi hija, porque tenía miedo. Me dijo: ‘Dame a la niña, que le vamos a hacer una foto’. Yo no quería, pero mi hija empezó a llorar y creí que le estaba haciendo daño, así que la solté. Quise salir detrás de ella, pero el taxista me dio un empujón, me metió en el coche y me llevó a Asociación Tu Casa. Todavía creía que la monja iba a ir con mi hija. Cuando llegó, empecé a asustarme, le pregunté por mi hija y me dijo que estaría mejor con otra familia.

Luego me dio un sobre; creía que eran los papeles con mi hija, pero tenía dinero. Se lo tiré a la cara y le dije que yo no había vendido a mi hija. Le dije que no firmaría nada. Estuvo nueve días sin darme de comer y a base de insultos. 

Sor Pura se llamaba la monja que me la quitó. Algunas mujeres sí se los daban en adopción, pero yo le dije que no quería dar a mi hija. 

Es duro, y a veces me han entrado ganas de tirar la toalla. Pero encontré a mi hija. Y soy muy feliz

Yo estaba sola en aquel momento, mi familia no sabía nada. Conocí a mi marido, que es lo mejor que me ha pasado, y él me dijo: ‘Buscaremos’.

Hemos tenido cinco hijos y he seguido buscando. María José, mi hija, me buscaba, pero como vivía su padre [adoptivo], no quería ofenderle. Cuando murió su padre, se puso en contacto conmigo y le dije que se hiciera las pruebas de ADN. Se lo hizo y primero nos dijeron que no daba. 

Nos las hicimos luego a través de un detective y dio con el 99% de probabilidad que éramos madre e hija. Pero nadie quiso creernos, porque era con un particular, no en un laboratorio. Cuando insistí con el laboratorio, me llamaron al minuto. ‘Es tu hija, Merche’, me dijeron.

Es duro, y a veces me han entrado ganas de tirar la toalla. Pero encontré a mi hija. Y soy muy feliz. No la he visto todavía, porque a ella se la llevaron a México. Pero hablamos, claro”. 

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Marina Velasco Serrano es traductora de formación y periodista de vocación. En 2014 empezó a trabajar en 'El HuffPost' como traductora de inglés y francés en Madrid, y actualmente combina esta faceta con la elaboración de artículos, entrevistas y reportajes de sociedad, salud, feminismo y cuestiones internacionales. En 2015 obtuvo una beca de traducción en el Parlamento Europeo y en 2019 recibió el II Premio de Periodismo Ciudades Iberoamericanas de Paz por su reportaje 'Cómo un Estado quiso acabar con una población esterilizando a sus mujeres', sobre las esterilizaciones forzadas en Perú. Puedes contactar con ella escribiendo a marina.velasco@huffpost.es

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