Había una vez… un circo de Podemos
Entré en Política para que no siguieran tomándome el pelo. Lo hice hace dos años, cansado de la corrupción, los discursos vacíos y los rifirrafes estériles entre los viejos partidos. Lo hice convencido de que nuestro país merece mucho la pena como para que unos cuantos se dediquen a desprestigiarlo usando a su antojo las instituciones, ejerciendo como caciques de un cortijo o frivolizando con asuntos tan importantes como la soberanía nacional.
Entré en política para servir a mis compatriotas haciendo política útil, no para perder el tiempo en circos, teatrillos o mociones de censura que no cuentan ni con apoyos, ni con proyecto ni con un programa que se pueda cumplir.
Algunos partidos llevan poco tiempo en las instituciones, pero ya replican los peores vicios de la vieja política. Esta semana en el Congreso hemos vuelto a ver un nuevo tutorial acerca de cómo hacer perder el tiempo a los españoles. Grandes titulares, corrillos, meteduras de pata, chascarrillos... pero ni una sola medida que contribuya a mejorar el día a día de los ciudadanos.
Con esta nueva performance, los de Pablo Iglesias no han hecho más que retrasar el debate de medidas urgentes que los españoles necesitan ver en marcha cuento antes. Una vez más, han utilizado el Parlamento para intentar enfrentar a los españoles. Lo han vuelto a usar para criticar sin proponer, para destruir sin ofrecer alternativas, para aliarse con ERC o Bildu en su lucha por demoler los pilares básicos de nuestro Estado de derecho y de nuestra convivencia. Extraña forma la del Señor Iglesias de querer gobernar un país, pactando precisamente con los que quieren acabar con él e insultado a todos los españoles que no les han votado.
En definitiva, Podemos sigue demostrando que su única prioridad es montar el 'show' y que su apuesta política no es la reforma, sino la ruptura de un modelo de convivencia y de unas instituciones a las que atacan desde todos los frentes. En la Comunidad de Madrid, la celebración de la moción de censura del pasado 8 de junio provocó el retraso en la aprobación de una Ley importante y necesaria, como es la Ley de gratuidad de libros de texto. Una Ley que ahorrará 300 euros anuales por hijo y que beneficiará a más de 600.000 familias madrileñas, pero cuya aprobación hemos tenido que retrasar por culpa de la política-espectáculo auspiciada por los que dicen representar a la "gente".
En esa moción, Podemos encontró, además, un socio necesario en el Partido Popular. Cifuentes y su Gobierno se encontraron cómodos en medio del lodazal de insultos y descalificaciones que tuvimos que contemplar durante más de 10 horas de debate estéril en la Asamblea. Los diputados y consejeros de Cifuentes no ahorraron en insultos ni ofensas, utilizando además la Presidencia de la Cámara para hacer un uso abusivo del reglamento con el que terminaron de desvirtuar la naturaleza de la moción de censura.
La realidad es que, visto lo visto, tanto PP como Podemos se retroalimentan y se necesitan mutuamente. Ambos siguen empeñados en polarizar la sociedad, en reeditar los más de 30 años de bipartidismo, sustituyendo al PSOE pero replicando exactamente las mismas formas, las mismas respuestas y los mismos discursos.
A nosotros, ni unos ni otros nos encontrarán en el espacio del 'circo'. Tampoco nos encontrarán en los bandos ni en la polarización, sino en el lado de la política útil y del trabajo diario. Es lo que mejor sabemos hacer. Es para los que nos pagan los españoles.