'Girl/Boy'
Ojalá más personas trans protagonizaran, escribieran y filmaran sus propias historias.
Me han invitado a presentar la película Girl (Lukas Dhont, 2018) que se proyecta en el cine de verano Conde Duque de Madrid el martes 27 de agosto (estáis todos convocados). La cuestión trans atraviesa la historia que nos cuenta el director, y tanto los premios como la polémica la han acompañado desde su estreno. Multigalardonada en Cannes y merecedora de numerosos reconocimientos internacionales más, también ha sido duramente cuestionada por algunos sectores de la comunidad trans. En particular por el crítico y activista Oliver Whitney, que la calificó como “la película más peligrosa sobre un personaje trans que se ha hecho en los últimos años”. Whitney acusó al director de hacer “porno trauma” y de proponer una mirada de hombres cisgénero (o sea, no trans) sobre el cuerpo de una adolescente sin contar con la participación de ninguna persona trans ni delante ni detrás de las cámaras, ya que el protagonista es también un joven actor cisgénero, Victor Polster. No cabe duda de que los estereotipos, los prejuicios y el patriarcado acechan desde todos los rincones (las declaraciones del incalificable Bertín Osborne no son más que el último ejemplo) y hay que estar atentos para que no desvirtúen relatos tan sensibles como los que tienen a personas trans como protagonistas.
Pero la película que escribió Lukas Dhont está inspirada en la historia real de su amiga de la adolescencia, la joven bailarina trans Nora Monsecour. Monsecour ha reconocido que participó en todo el proceso creativo, desde la escritura del guion, hasta el casting y el rodaje, pero que, desde el inicio del proyecto, nueve años atrás, nunca quiso que su nombre apareciera en los créditos. Quizá por pudor, quizá porque no quería para sí el protagonismo que finalmente tuvo que asumir. Porque una vez desatada la polémica, se vio obligada a saltar al ruedo mediático para defender la película, para reclamar su voz y su verdad. Afirmó que no se trataba de la fantasía de un director cis, “la historia de Lara es mi historia”, dijo contundente a la prensa.
Ojalá más personas trans protagonizaran, escribieran y filmaran sus propias historias. Me emociona genuinamente ver a actores y actrices trans dando visibilidad a una realidad que había estado tan desaparecida en el cine. Como a la poderosa Daniela Vega en Una mujer fantástica, que ganó el merecido Oscar a la mejor película extranjera de 2018. Como al sensible adolescente asiático-americano Ian Alexander en la serie de Netflix The O. A. Como a la gran Jamie Clayton de Sense8; o como a la bellísima Indya Moore, que junto a otras cuatro actrices transgénero, protagonizan la imprescindible serie Pose, que ha hecho historia en la visibilización trans. En España, Abril Zamora aporta también su verdad a una mujer trans en Vis a Vis y está trabajando en su propio proyecto documental autobiográfico sobre su transición titulado Abel ya no vive aquí.
Por otro lado, han sido también las críticas de Olivier Whitney, entre otras, las que impedirán a Scarlett Johanson hacer el papel de un personaje trans, Dante “Tex” Gill en la película Rug & Tug. Y puede que eso esté bien porque su papel lo podrá hacer un actor trans, que, paradójicamente atraerá menos público a la taquilla que Johanson y dará menos visibilidad a la historia. Sí que vimos a una mujer cisgénero, Felicity Huffman, retratar con desgarro a una mujer trans en la emocionante Transamerica en 2005. Pero las cosas, afortunadamente, han cambiado mucho en estos años y ahora ese casting quizás no sería tan creíble. También vimos al defenestrado Jeffrey Tambor emocionarnos con una historia inspirada en la familia real de la directora en Transparent, aunque esa relación acabara mal y al final fuera despedido por acoso. O a Eddie Redmayne y Jared Leto ganar sendos Oscar por sus papeles trans en La chica danesa y Dallas Buyers Club. ¿Un error de reparto?
A nadie se le ocurriría ya maquillar de negro a un actor para interpretar a un africano, (como en el Cantor de Jazz o en las cabalgatas de Reyes de antaño. Y casi siempre será mejor contar con un actor que tenga un acento real que impostado, pero hay excepciones como las que ha encarnado con maestría, por ejemplo, Meryl Streep. En la representación de la transexualidad puede haber grados, ya que es un proceso, y dependiendo del momento de la transición que se esté retratando en la historia de esa persona, puede ser más adecuado contar con la participación un actor o una actriz, sea cis o trans.
En el caso de Girl, en concreto, dada la edad de la protagonista, al director le recomendaron no implicar a una adolescente que estuviera realizando esa transición en su vida real, porque la complejidad emocional de la trama podría haberle afectado en su proceso real. El trabajo de Victor Polster es, sin duda, intachable y cuesta no verlo como la chica que quiere ser.
Así que creo que lo más importante es el respeto, el talento y la verdad con que se haga. Y si el trabajo puede recaer en un actor o una actriz trans, mucho mejor, ya que entre otras cosas, las personas trans sufren de un alto índice de exclusión laboral. Pero igual que no hace falta tener vagina para ser feminista, ni ser gay para defender los derechos de los homosexuales, no creo que sea imprescindible ser trans para estar de su lado y participar de sus historias. Empeñarnos en lo contrario es quedarnos solos cada uno con nuestros conflictos y reforzar la posibilidad de fomentar la exclusión. Como dice Lukas Dhont, el director de Girl: “Veo el cine como un puente, no como un muro… Creo que nos equivocaremos si solo hacemos obras que reflejen nuestra propia identidad”.