Generosidad ante un momento histórico
El primer partido de la oposición ha de saber discernir que los presupuestos que salgan de las Cortes Generales serán los de España.
España necesita presupuestos. Es algo tan obvio que suena a perogrullada. Y más cuando todavía arrastramos la prórroga de las últimas cuentas de Mariano Rajoy elaboradas para 2018, un texto sin ninguna sensibilidad social y que lógicamente no responde a la realidad sanitaria, económica y social derivada de la pandemia del covid-19. Con este contexto apelar a la responsabilidad de todo el arco parlamentario no debería resultar necesario, tendría que surgir de manera espontánea. La sociedad española exige encarecidamente (y con razón) este consenso básico para hacer frente al reto colectivo que encaramos. Se demanda altura de miras y luces largas, no el regate corto y el rédito inmediato que tanto caracteriza a la derecha española, muy poco generosa y colaboradora cuando está en la oposición.
Se ha de afrontar la aprobación de los presupuestos para 2021 con la mente abierta y liberados de prejuicios. La negociación y el ulterior acuerdo deben girar sobre lo que conviene a España, pensando en las necesidades de una ciudadanía que requiere de políticas públicas y de servicios públicos para transitar por este proceloso periodo de cohabitación con el coronavirus hasta que se encuentre el tratamiento para derrotarlo. Estamos, por tanto, ante un proyecto de emergencia nacional que demanda lo mejor de todos y todas. Este país no se puede permitir el lujo de desaprovechar los 140.000 millones que nos corresponden del fondo extraordinario de la Unión Europea y para ello se ha de contar sin excusas con el instrumento jurídico que permitiría la movilización de esta ingente cantidad de dinero para acelerar la recuperación y rescatar a los que peor lo están pasando.
El proyecto de ley que salga de la mesa del Consejo de Ministros ha de reflejar las prioridades del Gobierno de coalición pero, al mismo tiempo, disponer de la flexibilidad para incorporar propuestas de otros grupos parlamentarios a fin de concitar el mayor apoyo posible en el Congreso de los Diputados. El presidente Sánchez ha expresado en reiteradas ocasiones su voluntad de forjar consensos para encarar con mayor fortaleza los meses complicados que aún nos aguardan. Tras algunos titubeos iniciales, Podemos parece haber entendido que ése es también el camino a seguir. El objetivo es, sin duda, ensanchar la base y por eso el jefe del Ejecutivo está intensificando los contactos con empresarios, sindicatos y todos los partidos políticos que quieran construir y sumar.
Una vez más, el Partido Popular se muestra renuente a participar en el acuerdo. Todo un clásico: ningún gran pacto en este país ha contado con el apoyo del PP estando en la oposición. De Vox, por supuesto, no se puede esperar nada ni ahora… ni nunca. La extrema derecha está situada en el ‘cuanto peor, mejor’ y el PP, atenazado por los complejos, no hace más que seguirle el juego. Error de bulto.
El primer partido de la oposición ha de saber discernir que los presupuestos que salgan de las Cortes Generales serán los de España, no los de ninguna formación política. En un momento histórico que invita a la generosidad y al compromiso frente a las urgencias que nos acechan, el PP vuelve a deshojar la margarita entre sus intereses particulares o el bien colectivo. Pablo Casado se nos presenta un día de gavilán y otro de paloma, en un ejercicio de contorsionismo táctico que tiene despistados incluso a sus votantes. Es el tiempo de aparcar vanidades y caminar hacia la unidad para ganar esta pelea contra el virus, dejando claro que unidad no es ni uniformidad ni renunciar al control que ha de ejercer sobre la acción del Gobierno.
Dice un proverbio árabe que la generosidad consiste en dar antes que se nos pida. Ya vemos que el Partido Popular no derrocha grandeza, pero al menos que demuestre, aunque sea a remolque y a regañadientes, un mínimo de responsabilidad ante el desafío que vive España.