Formación Profesional y transiciones gemelas
De nuevo la pandemia COVID-19 ha venido a desvelar nuestras penurias, problemas e insuficiencias en esta materia.
Cada vez que asistimos a debates sobre los problemas más diversos son generalizadas las opiniones que escuchamos sobre la importancia de la educación, la formación, el aprendizaje, para superar los más variados escollos con los que lidiemos.
Algo de verdad y algo de mito hay en esas afirmaciones tan contundentes. Es cierto, por ejemplo, que cuando hay mucho desempleo es más fácil encontrar un puesto de trabajo si tienes cualificación y formación. Sin embargo, la educación por sí misma no crea empleo y tan sólo determinadas empresas toman decisiones inversoras que generarán empleo en un determinado espacio geográfico tomando en cuenta el nivel formativo de eso que denominarían capital humano, o mano de obra.
Va ganando peso en los países desarrollados (por cierto, la OCDE acaba de cumplir 60 años) y especialmente en la Unión Europea, el concepto de transiciones gemelas, la toma de conciencia de que hay que dar un giro muy importante en las necesarias transformaciones hacia sociedades y economías digitales y verdes, al tiempo y de forma equilibrada.
Parece además que hay un elevado consenso en que esa sociedad ecológica y digital va a necesitar una población bien formada y con altas capacidades para adquirir nuevas cualificaciones, utilizarlas constantemente y mejorar las que tienen. Y eso se puede conseguir con buenas universidades, pero sobre todo con una buena formación inicial, una poderosa educación de adultos y una renovada Educación y Formación Profesional para el empleo.
En esta idea coinciden los gobiernos y la ciudadanía europea hasta el punto de que el 96% pensamos que estos tipos de formación son muy necesarios y dos tercios coincidimos en que la necesidad será aún mayor en la próxima década. A esta percepción se une la conciencia abrumadora de que los trabajos exigen cada vez más una actualización permanente de competencias.
Va ganando adeptos la idea de que contar con empleos más estables, mejor retribuidos, con mayores posibilidades de promoción, dependerá de la cualificación y la formación, aunque vengamos de unos tiempos obsoletos en los que con muy poca cualificación inicial muchos conseguían empleos y salarios mayores que quienes habían dedicado años a formarse.
Sin embargo, no existe esa misma percepción con respecto a la capacidad de nuestras Administraciones para ofrecernos esas posibilidades formativas, especialmente en el caso de España. Es a través de las familias, las amistades, Internet, de la propia empresa donde trabajas, como consigues enterarte de la existencia de procesos formativos, más o menos formales, que te permiten obtener una cualificación que contribuya a esas mejoras laborales, profesionales y salariales.
Si las Administraciones ofrecen información y orientación, pueden eliminar los miedos, la consideración de la formación como algo poco necesario, o remover las dificultades personales y físicas que dificultan el acceso generalizado a la formación. Pueden facilitar la flexibilidad horaria, los apoyos económicos, el reconocimiento y certificación de la formación, o las soluciones a otros problemas añadidos de conciliación de la vida laboral y personal. Conviene constatar que esos mismos problemas no son iguales en el Norte de Europa que en el Sur, donde muchas de estas medidas son mera declaración de buenas intenciones.
La necesidad, importancia y valoración de la formación son generalizadas y, aunque la educación de adultos y la formación profesional continua no alcancen el prestigio social de la formación universitaria, han conseguido una valoración alta de la sociedad. De hecho, su implantación ha crecido y forma parte de la agenda política europea desde hace décadas.
Habrá muy poca gente que renuncie a la formación porque tenga una mala opinión de la misma, pero siguen existiendo carencias como la falta de incentivos, o de motivación, así como la falta de resultados inmediatos en forma de empleo, mejoras salariales o promoción profesional. Esto incide, además, en los desajustes profesionales de competencias, impidiendo encontrar personas cualificadas para determinados puestos, o bien que profesionales muy bien cualificados terminen por no encontrar un puesto de trabajo acorde con su nivel formativo.
De nuevo la pandemia COVID-19 ha venido a desvelar nuestras penurias, problemas e insuficiencias en esta materia, que van a lastrar la recuperación y la transición gemela que necesita Europa. Son demasiadas las personas, casi la mitad de la población europea, con escasas competencias, o que se encuentran desactualizadas.
Incrementar la participación en la Formación Profesional, bajo las nuevas circunstancias y ante las nuevas necesidades generadas por la pandemia, es un reto para gobiernos, empresarios y sindicatos, combinando de forma ágil y flexible procesos formales e informales, más largos en el tiempo, o más cortos, formación presencial, o formación online, aprendizaje con titulación o sólo con una certificación.
Las pomposamente denominadas transiciones gemelas van a necesitar sobre todo pueblos bien formados y capaces de pensar por sí mismos, aprendiendo permanentemente y renovando conocimientos y habilidades adquiridas para adaptarse a nuevas situaciones cambiantes.
Tal vez tendríamos que haber aprendido de este terrible 2020, que ya se marcha, que ante los grandes problemas no basta seguir diciendo que la formación es muy importante para afrontar el futuro, que hay que hacer algo más, que ya es tiempo de que lo hagamos realidad.