¿Feminismo liberal?
Hablar hoy de "feminismo liberal", como hace Ciudadanos, o es un retroceso o es muy insuficiente. Lo hubo en la historia, sí, en el siglo XIX, como hubo también un socialismo liberal, en realidad democrático, el de los hermanos Carlo y Nello Rosselli en Italia a principios del siglo XX para distinguirse del socialismo marxista y más tarde del comunismo soviético. Aquí lo representó mejor que nadie Indalecio Prieto: "Soy socialista a fuer de liberal", afirmó el socialista vasco nacido en Asturias.
Harriet Taylor, su hija Helen o su (segundo) esposo, John Stuart Mill son ejemplos relevantes de un liberalismo progresista y feminista. Aspiraban a una igual educación entre hombres y mujeres, a la igualdad en el matrimonio, en el derecho al voto y ante la ley. Fue revolucionario entonces. Hoy, sin embargo, los desafíos del feminismo en España y en Europa son otros y a ellos no ofrece respuesta un liberalismo entendido como "libertad en todo y para todo". Primero, porque no tiene en cuenta que para ser libre, antes hay que estar en condiciones (materiales) de serlo, hay que tener cubiertas las necesidades básicas y tener una vida digna. Y segundo porque la libertad, en el marco del constitucionalismo democrático que, por cierto, Ciudadanos afirma defender, encuentra límites, no sólo en el respeto a la libertad de los demás, sino también en la protección de la dignidad humana y de los principios de no dominación y de no discriminación. Cuando el partido de Albert Rivera incluye dentro de la libertad de las mujeres la prostitución, se olvida de que en la inmensa mayoría de los casos estamos ante trata de seres humanos, ante casos de abuso y dominación, y no hay libertad para el delito ni para la violación de los derechos humanos fundamentales. El feminismo en nuestro tiempo no puede ser "liberal" porque olvida una tradición en Europa de más de 70 años que exige el respeto a ciertas reglas y principios imprescindibles para que esa libertad sea auténtica, genuina y tenga valor. No hay libertad sin derechos humanos.
Por eso el feminismo de nuestro tiempo trabaja a favor de que se den las condiciones materiales (educativas, sociales, de seguridad y culturales) que garanticen entre hombres y mujeres una igualdad, no sólo formal y legal, sino real y efectiva, el presupuesto necesario para poder ser libres. Y algo más: busca favorecer, como en sus orígenes y desde el impulso moral que lo justificó, la autonomía moral de todas las mujeres, para que sean dueñas de su destino, "capitanas de su alma" que diría Mandela, sin interferencias o injerencias patriarcales, machistas o religiosas. Virginia Woolf dibujó esta idea mejor que nadie, llevada al cine de forma excelente por Stephen Daldry en Las Horas con una interpretación maravillosa de Nicole Kidman.
El feminismo no es liberal. Ya no. Ni puede ni debe serlo. Es liberador, eso sí, pero no es lo mismo. Supera al liberalismo, por insuficiente o por contraproducente. Por eso el feminismo encaja mejor con el socialismo democrático, no solo por razones históricas (porque coinciden en el tiempo, en las raíces de una lucha común por la realidad efectiva y universal de los derechos, de mujeres y de trabajadores, a partir de la segunda mitad del siglo XIX) sino porque en nuestros días siguen enfrentándose a amenazas y desafíos compartidos, algunos singularizados especialmente en las mujeres: la violencia de género, la brecha salarial, el acoso laboral, la trata de personas o la violencia sexual.
El feminismo es emancipación, es igualdad, es respeto a la dignidad de las mujeres, a su seguridad y a su autonomía moral. Todo esto exige no obviar las necesarias condiciones materiales, educativas y culturales y el compromiso activo del Estado y del conjunto de la sociedad. Por eso no puede ser "liberal"; ni sólo liberal, ni liberal en el mal sentido. Ciudadanos, de nuevo, se equivoca.
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