Felación de un matador
El arte de la guerra es el título del conocido libro de Sun Tzu que narra una serie de técnicas y estrategias militares. Aunque fue admirado por Napoleón, Mao Tse Tung o por el propio Hitler, la finalidad principal del texto chino es la de evitar la batalla. Se trata de vencer mediante previos estudios del enemigo y posteriores engaños para instalar el miedo y finalmente someterlo.
El texto del “Maestro Sun” también ha sido inspiración tanto para políticos liberales como para los lobos de Wall Street. Hay muchas maneras de hacer sangre matando lentamente.
Me cuesta mucho asociar las palabras arte y guerra en un mismo concepto. La estética y el ritual de un crimen sangriento no lo hace arte. Más bien es la psicopatía del autor o autores que intentan justificar atrocidades propias de salvajes tradiciones a través de una puesta en escena.
Las corridas de toros, al igual que la guerra, nada tienen que ver con el arte. Matar, aun cuando no queda otro camino, no es nada artístico. Se podrá ser un excelente asesino, eficaz, certero y hasta limpio en sus golpes, pero jamás se quita la vida con arte.
Con el arte se limpian los ojos y se aclara la mirada. En las guerras y en los toros los ojos siempre acaban salpicados de sangre, y un matador nunca es ni será un artista.