Si no hay PCR, no hay turrón para los emigrantes
Hay un porcentaje bajo de gentuza que estas semanas en redes sociales pide documentos escaneados de PCR para falsificarlos…
2020 ha sido memorable por lo malo para todo el mundo. Malo no, espantoso. Hay siempre colectivos para los que las desgracias y los problemas se agrandan, y esta crisis sanitaria se ha cebado justamente con aquellos más débiles, ya sean ancianos o pacientes con problemas añadidos, y para el colectivo médico, de enfermería y el resto de los trabajadores en los sistemas sanitarios en todo el mundo. Esos colectivos han pagado con un mayor porcentaje de vidas perdidas, y muchos arrastrarán problemas a consecuencia de la COVID-19.
Todos los que nos hemos quedado en casa desde marzo y salido solo para lo básico también hemos sufrido y estamos sufriendo este 2020… no tanto aquellos que viven pretendiendo que no hay COVID-19 y no arriman el hombro o miran a otro lado.
Pero desde mi punto de vista hay un sector que lo está sufriendo de una manera especial, y estos somos los emigrantes españoles esparcidos por el mundo.
2020 ha supuesto viajes anulados a última hora para visitar a la familia y un aislamiento forzado de la poca gente que conocen en sus ciudades de acogida, no pudiendo disfrutar del contacto humano y social.
Para los emigrantes más vulnerables y en situaciones precarias ha supuesto la reducción de horas de trabajo o el paro, y muchos no han podido acceder a las ayudas estatales, bien por falta de conocimiento del sistema o bien por llevar poco tiempo en el país. Este virus les ha hundido aún más.
Hay otro colectivo, del que fui parte: los estudiantes que también están perdiendo la oportunidad de aprender en una universidad a través del programa Erasmus, una experiencia única en la vida. El curso de 2020/21 será un año universitario para olvidar.
Por desgracia, también ha supuesto el incremento de la violencia doméstica, avivada por un encierro obligatorio durante meses y a miles de kilómetros de familia y amigos, que podrían ayudarte inmediatamente y que, por la distancia, no han sido capaces de ver que la COVID estaba sirviendo como arma hacia sus sobrinos, nietos y hacia las mujeres.
Los emigrantes nunca lo tenemos fácil, aunque muchos dirán que lo hemos elegido, ya que no creen que hemos sido expulsados.
Pero 2020 ha sido especialmente cruel con los emigrantes que volvemos para que nuestros hijos conozcan mejor a sus abuelos, o para poder tomarte un café con tus amigos de toda la vida… y acercándose la Navidad, el tradicional joven del anuncio que vuelve a casa con el turrón parece que no va a poder realizar este viaje.
Estos viajes, que no son vacaciones de verdad, ya que no paras con una agenda apretada de visitas, comidas y quedadas, suelen ayudar a recargar baterías, pero son baterías anímicas que te quitan por unos días el sentimiento de culpabilidad por hacer perder a la familia la posibilidad de tenerte cerca.
El coronavirus y el cambiante panorama conlleva medidas que no son coordinadas a nivel global, y toca hacer malabares para saber qué es lo que se te exige en el aeropuerto de salida, en el de llegada, en la comunidad a la que te diriges... y luego todo esto lo vuelves a recalcular a la inversa para la vuelta.
Desde Reino Unido tenemos que llegar con una PCR hecha en las 72 horas previas a viajar.
Este obstáculo es una dificultad añadida, y lo es por diferentes razones:
Obstáculo económico, ya que es un coste adicional al coste del viaje, multiplicado por el número de miembros en una familia. Una marca farmacéutica con gran implantación en Reino Unido ofrece citas a un coste de 120 libras por persona; no son los que más cobran, pero estas 120 libras son muchas libras cuando los que viajan llevan meses trabajando en horario reducido o en paro.
Hay un obstáculo logístico, y es que no en todos los casos puedes reservar cita, porque no las hay en las 72 horas previas al vuelo, con lo que tenemos a miles de españoles ahora mismo mirando mapas, horarios, proveedores privados y alineamiento de las estrellas que les otorguen la capacidad de poder hacerse esa PCR.
Para los padres recientes es casi imposible encontrar compañías que hagan PCRs a menores de dos años, y aquí están rascándose la cabeza no sabiendo si pueden viajar sin la PCR del menor y si compensa el peligro de una multa de 6.000 euros en España, que parece un castigo más por ser emigrante.
Y vas sumando inconvenientes como las restricciones a juntarte en grupos, la necesidad imperante de ser responsable con tus mayores que llevan encerrados todo el año y a los que has de proteger con un comportamiento responsable, la pérdida de atractivo de ese periodo festivo sin poder ir a bares, cafeterías, conciertos... Será una Navidad que esperamos no se repita más, aun cuando gran parte de la culpa de que estemos como estamos sea de muchos de nuestros amigos, vecinos y familiares irresponsables… y de la descoordinación de políticas.
Desde la emigración solo pediríamos a nuestros gobernantes que, aun cuando ha de haber unas medidas claras de protección ante el coronavirus, quizás deberían tener en cuenta que los que vuelven en Navidad se han protegido, que regresan sin intención de contagiar y con la responsabilidad que eso implica. No somos turistas, somos emigrantes.
Quizás no se tuvo que abrir el turismo de par en par en julio y agosto por mucha presión que hubiera.
Quizás el Gobierno conoce que en la emigración, como en el resto de la sociedad, tenemos un porcentaje bajo de gentuza que estas semanas en redes sociales en el exterior pide documentos escaneados de PCR para falsificarlos y ser “los mas listos” de la clase… y por desgracia pagamos el resto de los emigrantes. Incluso casos de neandertales con PCR positivo, que piden que alguien le proporcione uno negativo para engañar al sistema, y quizás para enterrar a sus abuelos. Este es el nivel.
Estaría bien que se reconsidere el tratamiento a los emigrantes y que se exploren opciones que nos permitan volver de manera segura en Navidad, y si no se puede volver en Navidad, pues no se puede, pero las condiciones al menos han de ser asequibles para todos.