Por qué los políticos salen peores del estado de alarma
Crispación, falta de acuerdos durante la pandemia, el cuarto problema para los españoles…
El Congreso de los Diputados no tiene nada que ver con la España de los balcones y aplausos. Ese espíritu de unidad y de solidaridad se evapora una vez se abren las puertas del Hemiciclo. Crispación, ningún pacto, broncas, palabras rudas, insultos. En la tribuna se habla de “hijo de terrorista”, mientras Pedro Sánchez y Pablo Casado agrandan cada día más su abismo. Se acaba el estado de alarma y la clase política no ha sido capaz de labrar ningún acuerdo de Estado durante la situación más dura en décadas en el país.
Los políticos son el cuarto problema del país, según el barómetro del CIS publicado esta semana. Por encima en plena pandemia, sí, sí, de la Sanidad. Justo antes de que se declarara el estado de alarma en marzo, en la encuesta de marzo del Centro de Investigaciones Sociológicas, las preocupaciones por los temas políticos eran citadas por el 16,6%, mientras que hoy la clase política tiene en vilo al 23,9% de los españoles.
Eso de que saldría un país más fuerte, unido y cohesionado en valores no es aplicable, para nada, a la clase política. ¿Qué está pasando? ¿Por qué? ¿No se dan cuenta los propios dirigentes? “España sale políticamente de la pandemia más fracturada de lo que entró”, afirma Ignacio Varela, consultor y analista político, que incide en que este tipo de calamidades sanitarias “suelen unir: pues a nosotros no ha fracturado”. “Y eso que veníamos de un año político catastrófico. Y de cinco bloqueados políticamente”, advierte.
“Hemos sustituido el bipartidismo por el bibloquismo”, añade, lamentando la imposibilidad que se ha demostrado hasta ahora de alcanzar acuerdos transversales. Y lamenta que todos los grandes problemas que hay en el país se caracterizan “por el rasgo de que no hay posibilidad de sacarlos con un amplio consenso”, como una reforma constitucional, el sistema de pensiones, la financiación autonómica...
Y Varela reflexiona sobre que esta fractura se “agudizará más” una vez se alargue la crisis económica provocada por el coronavirus. Pero le llama poderosamente la atención que esta división no es tan fuerte cuando se habla de eurodiputados españoles o en administraciones autonómicas y locales. “¿Dónde está el tumor? En las direcciones nacionales de los partidos, no es verdad que toda la política española esté contaminada de sectarismo, sólo está lo que pasa en el ámbito nacional”, asevera, para sentenciar: “El Congreso se ha convertido en el templo del sectarismo y de la polarización”.
Mira hacia la raíz: “Hay una generación de dirigentes políticos educada en esa cultura y no sabe hacer otra cosa”. Para alertar más tarde Varela: “No han entendido que entre 2019 y 2020 no ha pasado sólo un año, sino mucho más tiempo, es un salto histórico definitivo. Han afrontado la pandemia arrastrando el espíritu de 2019, que fue el de las elecciones continuas, de confrontación, de bloque contra bloque, de cómo destruyo al de enfrente…”
Todo ello lleva a hacer una metáfora con una hipotética serie de televisión sobre catástrofes. “En la primera temporada, la de 2019, te han narrado la catástrofe política, elecciones tras elecciones, con la extrema derecha y terminando en un Gobierno frentista, que lleva la división en los genes. Es La España bloqueada”, explica, para continuar: “Llega la segunda, que podemos llamar La España confinada, con la pandemia, con miles de muertos, el país encerrado, con una catástrofe sanitaria. Y ahora está empezando la tercera, que es La España arruinada, que arrancará en julio con la EPA del segundo trimestre”. “¿Y cuál es el hilo de la serie? Que cualquiera que sea la catástrofe, hay unos dirigentes políticos que siempre se pelean”, apostilla.
“La crispación es una táctica política que utiliza a los ciudadanos como arma arrojadiza”, opina asimismo Ana Salazar, politóloga y consultora de Idus3, quien cree que durante la pandemia se ha visto “una lucha de poder: unos por mantenerlo y otros por conquistarlo”. El Gobierno, opina, tenía el flanco débil de la aritmética parlamentaria y “los partidos de la derecha tienen en su ADN el moverse muy bien dentro del conflicto, han aprovechado para generar ese clima de crispación”.
Pone como ejemplo las diferentes oposiciones en países como Portugal y Alemania. “Esas dos Españas siguen existiendo, eso sale, pero más por la derecha. El PSOE fue capaz de abrirse en canal en 2016 por abstenerse ante Mariano Rajoy. A pesar de los altos porcentajes que da en el CIS al deseo de acuerdo de los ciudadanos, Salazar explica que “es obvio que la oposición lo ha dejado al margen”.”El PP, en un error de estrategia, está intentando ganarle a la derecha por la derecha cuando podría crecer más hacia el centro o con la derecha moderada”, indica la politóloga.
¿Volverá a aumentar la desafección hacia la clase política? Salazar responde tajante: “Sí, sí, claro que sí. Esto lo que hace es polarizar, aumenta la desafección pero también los fans. Pero las elecciones no se ganan con los más fanáticos, sino con amplias masas de votantes”.
Ahora la gran prueba está en si se puede llegar a un acuerdo transversal en la elaboración de los presupuestos. “Para abordar las cuentas tendría que haber mucho diálogo y el diálogo brilla por su ausencia”, advierte esta politóloga. “Después está el peso de Vox en las comunidades y ayuntamientos del PP y cómo eso puede influir en unos presupuesto generales”, resume Salazar, que sostiene que el partido de Santiago Abascal no va a entrar en ningún pacto de Estado. Y vaticina: “El Partido Popular se va a encontrar con un conflicto interno”.
Es el ‘show’ que se ve en la Cámara Baja, pero la duda es si se contagiará la crispación con esa fuerza a la calle, en un momento en el que ya se ven imágenes tan duras como la de los disparos de un exmilitar a fotografías del Gobierno. Salazar comenta: “Es que está trasladada. Ahora mismo es difícil hablar de política con amigos. Lo veo en el día a día, en los grupos de Whatsapp. La estrategia de la crispación ha calado: estás o no con el Gobierno. La gente entiende el mundo en términos binarios. A eso ha jugado la derecha. Se ve en Facebook, la gente está más radicalizada”. Todo ello en un ambiente, prosigue, con mucha “política espectáculo para crear cortinas de humo: Ayuso con las fotografías de Magdalena penitente”. “No se puede estar en el Congreso debatiendo si eres un terrorista o una marquesa cuando la gente se está muriendo”, precisa Salazar.
Sobre esta idea, Amuitz Garmendia, profesora de Ciencias Políticas de la Universidad Carlos III, afirma que “el caso de España es excepcional, afronta la crisis con niveles muy altos de desafección política y de polarización”. “Sánchez se ha encontrado con una oposición muy beligerante, no como Macron o Costa”.
Va más allá, explica que los grados de polarización ahora son “más altos” que en la época de José Luis Rodríguez Zapatero, recordando que algunas leyes se sacaron entonces con el apoyo de los dos grandes partidos.
Garmendia asevera que esa crispación puede ser “artificial” y habla de que el papel de los ciudadanos, de los empresarios y de los sindicatos puede llevar a “amainar las aguas”, sobre todo en un momento en el que puede llegar una crisis económica muy preocupante y se pide desde otras esferas ajenas a la política “que se dé una solución unificada”.
Analiza en ese punto que todo esto puede llevar a una mayor desafección respecto a los dirigentes, pero aprecia que “los partidos políticos son muy inteligentes y actuarán en consecuencia” cuando vean bajar sus expectativas electorales. Esto pasará “a medida que se den cuenta de que la gente empieza a pasar y bajar el nivel de prominencia pública de la política, el punto de inflexión de lo que la gente soporta a la hora de consumir información política”. Esta profesora de Ciencia Política dibuja un panorama en el que cree que de haber algunos acuerdos serán en temas “específicos”, como ha pasado por ejemplo con el Ingreso Mínimo Vital. “Los pactos de la Moncloa II eran demasiado ambiciosos”, apunta Garmendia.
El Congreso no tiene nada que ver con la España de los balcones.