¡Estabilidad sí, desigualdad no!
Que vaya a aumentar la desigualdad en España, a muchos les da igual. Estos días hemos leído noticias sobre el techo de gasto y las negociaciones parlamentarias relacionadas con los presupuestos, pero observo cierto tabú entre los principales críticos del país a la hora de analizar qué se acuerda realmente.
Constantemente, se relaciona la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado con la convocatoria de Elecciones Generales. Es obvio que nadie en España quiere unas elecciones a corto plazo. ¿Pero eso es motivo suficiente para mirar para otro lado respecto a lo que están realmente acordando? ¡Va a aumentar la brecha social entre habitantes de un mismo país! Al partido Ciudadanos no le importa, porque su principal representación institucional está en una Cataluña donde la igualdad no es el tema principal de debate. Es más, el debate precisamente se orienta en dirección contraria: el Parlament está decidido a aumentar en beneficio propio su situación diferencial con el resto de España y se trata de ver cómo hacerlo, o a las bravas (declaración unilateral de independencia), o negociando con el Gobierno de la nación y sus socios. Así pues, no vais a ver a Albert Rivera defendiendo este asunto con entusiasmo y voluntad política de cambios ante el chantaje nacionalista periférico.
Hemos pasado de una época donde cientos de miles de personas salían a las calles a pedir un cambio de la Ley Electoral, para que unos pocos no mandaran sobre millones de españoles, a una situación en la que la ciudadanía crítica está harta de los políticos y cambia de canal para no verlos pero, sin embargo, les deja manipular a su antojo. Ni siquiera los contertulios más respetables del país hurgan en la llaga o profundizan sobre el mercadeo con los nacionalistas. Parece ser que la máxima es: "haced lo que queráis, pero no nos molestéis".
Es indignante ver que no se va a invertir en combatir el abandono escolar temprano que, en Ceuta y Melilla, es del 28.1%, en Baleares del 26,9% y en Murcia, un 25,4%, mientras en el País Vasco es del 8,7% y en Navarra del 10,7%. A algunos no les avergüenza que España esté a la cabeza del fracaso escolar de la Unión Europea y que no sepamos lo que se hace bien de algunas Comunidades Autónomas para hacerlo llegar a otras.
Me considero una persona optimista y siempre lo he sido, pero, en pleno siglo XXI, ver que hemos retrocedido al defender la igualdad entre españoles, invita al pesimismo. Y, reitero, que la culpa es de todos. Porque es cómodo, es fantástico que no haya elecciones, incluso nos ahorramos dinero. Pero pactar presupuestos y techos de gasto obviando que hay una gran diferencia entre servicios básicos, como educación y sanidad, entre las comunidades autónomas es traicionar al interés general.
Soy el portavoz nacional de un partido que está levantando el vuelo poco a poco, partido a partido. Queremos explicar a la ciudadanía que seguimos defendiendo una política íntegra, seria y responsable. Es más, soy el primero que sé que en UPYD aún no estamos en nuestro mejor momento para acudir a unas elecciones si queremos recuperar más del millón de votos que tuvimos en las Generales de 2011. Por eso hemos puesto en marcha Activa UPYD. Pero lo digo francamente convencido: si Ciudadanos tiene una estrategia de política blanda ante los nacionalistas, el PP ha demostrado siempre que la desigualdad no les preocupa mientras mantengan el poder; y el PSOE necesita pagar un máster a cada español para entender su política territorial. Mientras pasa todo esto, en España tenemos que plantearnos sin complejos qué país queremos en el futuro. Yo prefiero abrir el debate de forma seria, y que los españoles elijan. Solo sé que en UPYD tenemos fama de serios y no vamos a mirar para otro lado cuando observemos que están mercadeando con la calidad de vida de la gente. La estabilidad de hoy saldrá cara a muchos españoles de mañana por nacer en las comunidades que, dicho coloquialmente, "no parten el bacalao". Me gustaría que toda España accediera a los mejores servicios públicos. Aprendamos de los que lo hacen bien, eso sí, sin chantajear al Estado.