¿Está prohibido fumar en la calle en Cataluña?¿Y en las terrazas de Andalucía?
Aunque el mandato de llevar mascarilla prohíbe de facto fumar al ser incompatible con llevarse un cigarro a la boca, se echa de menos una ley que lo explicite.
Desde el miércoles 15, más de 16 millones de españoles están obligados a colocarse la mascarilla nada más salir de casa. Andalucía se suma a Cataluña y Extremadura en la obligatoriedad de llevar mascarillas por la calle para frenar la expansión del nuevo coronavirus y pronto otras comunidades harán lo mismo. ¿Qué va a suceder con quienes se bajan la mascarilla para encender un cigarrillo? ¿Tienen las terrazas de hostelería alguna dispensa especial para que los fumadores sigan proyectando su nocivo humo sobre el resto de clientes? Aunque el mandato de llevar mascarilla prohíbe de facto fumar al ser incompatible con llevarse un cigarro a la boca, se echa de menos una ley que lo explicite.
Si este presente distópico tuviera alguna lógica, sería imposible fumar en espacios públicos compartidos desde esta semana. Aunque el fumador, como la regidora de salud de Lleida, cazada fumando en la vía pública, parece no darse por aludido. La obligatoriedad de llevar mascarillas en las calles debería tener un efecto colateral contra otra pandemia que no cesa, el tabaquismo, que cuesta 55.000 vidas cada año para preservar el beneficio de cuatro gigantescas y codiciosas corporaciones tabaqueras.
No debería dejar de sorprendernos que, salvo recomendaciones del Ministerio de Sanidad que a nada obligan, la industria tabaquera esté sorteando con soltura todas las restricciones que tratan de evitar los contagios por COVID-19. De hecho, ni siquiera en el momento álgido de la pandemia se cerraron los estancos. Fumar en las terrazas debería estar prohibidísimo desde el 30 de mayo, cuando la orden SND/458/2020 que marca las medidas de flexibilización de las restricciones para la fase 3 de la desescalada se deshacía implícitamente de los ceniceros. El artículo 19.f establece que “se eliminarán productos de autoservicio como servilleteros, palilleros, vinagreras, aceiteras y otros utensilios similares”. Cuesta entender por qué algo tan importante como los ceniceros no aparezca nombrado. Si están permitidos, la manipulación de colillas, que son vectores de contagio, depende de camareros que no pueden cambiar de guantes cada vez o directamente trabajan sin ellos.
Ante la industria tabaquera hay que hacer explícita hasta la última coma. Jamás deberíamos olvidar que ante la indefinición del número de paramentos que supone un espacio cerrado, la industria tabaquera ha llenado el país de fumaderos irrespirables llamados terrazas que nos colocan diez años después con un 34 por ciento de fumadores. Por ley, debería estar especificado no solo la palabra cenicero, sino la prohibición de fumar en lugares compartidos, y por supuesto en toda la hostelería.
Ante la presión de numerosos investigadores, la OMS ha publicado esta semana que no se puede descartar el contagio del SARS-COV-2 en sitios cerrados o mal ventilados como restaurantes. Iniciativas ciudadanas como XQNS, con el doctor Joseba Zabala a la cabeza, ya advirtieron hace semanas que debe aumentar la distancia de seguridad respecto a los fumadores hasta 10 metros, Además, la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR), explica cómo las pequeñas gotitas de saliva que se expulsan al respirar, conocidas como gotitas de Flügge, son las portadoras del virus en pacientes con COVID-19. Al fumar y expulsar el humo del tabaco o de otros dispositivos, aumenta el número de gotitas de Flügge que se expulsan, lo que aumenta el riesgo de contagio. Los expertos de la SEPAR recomiendan mantener todos los espacios públicos libres de humo.
En Extremadura, la mascarilla es ya obligatoria para todos los mayores de 6 años. José María Vergeles, consejero de Sanidad de la autonomía, afirmó que se debe llevar al aire libre incluso si se guardan dos metros de distancia. La Policía Local de Badajoz ha emitido más de un centenar de multas por este concepto ante la relajación en su uso, aunque está por ver cómo reaccionan los cuerpos de seguridad cuando se trate de multar a fumadores. La industria que se lucra con el mortífero cigarrillo no debería beneficiarse de ningún privilegio legal para seguir matando españoles tanto con su producto como con el contagio del nuevo coronavirus. La pandemia no hace sino reforzar la necesidad de acabar con los anacrónicos privilegios del humo del tabaco.