Esta es mi experiencia leyendo las palmas de las manos
"¿Qué quieres decir con que no me voy a casar hasta que sea mayor? ¡Si no me caso me muero!".
Unos gotarrones de sudor caen sobre mi teléfono. Ojalá tuviera mejor iluminación. Con la luz de mi móvil es complicado ver las líneas de las palmas. Me pregunto cuántas copas se ha tomado este hombre. Teniendo en cuenta que esto es Australia y por 10 dólares tienes barra libre, es un milagro que siga en pie.
Llevaba un mes estudiando en Australia y uno de mis amigos había pregonado a su grupo de amigos que yo sabía leer la mano.
"Bueno, según la línea del amor, no te vas a casar hasta que seas mayor", le digo. Espero que así deje de sudar. "Pero yo no me preocuparía mucho, esto es para divertirse".
Tira de la mano y se queda mirando su línea tenue. "Tengo que casarme antes de los 30. Todos en mi familia lo hacen. Seré un paria si yo no lo consigo. ¡Por favor, dime que me voy a casar antes!".
"Tú controlas tu destino", le digo mi frase habitual. "Tu palma no controla tu destino, sino tú".
Abre la boca para replicar, pero una mujer envuelta con la bandera australiana en los hombros lo empuja.
"¡Ya ha pasado tu turno!", dice y coloca su palma bajo mis ojos. "Léeme el futuro".
***
Sé leer las palmas desde que tenía 17 años. Me enseñó mi abuela. Ella solía leer palmas en las fiestas, pero en una de estas percibió que alguien era un asesino. Eso no le impidió enseñarme, aunque nunca me leyó la palma a mí ni a nadie de mi familia por temor a lo que pudiera encontrarse.
Como quiromante, en realidad no leo el futuro. Entretengo. A veces también soy un hombro en el que llorar, guardo secretos o me convierto en una amiga recién conocida.
Nunca he leído palmas de forma profesional. Para mí, se trata de una afición peculiar que hace feliz a la gente. Al igual que mi abuela, he convertido esta capacidad en mi truco para las fiestas. Lo que en un principio comienza como una curiosidad sobre mí puede hacer que se me considere una estrella durante un ratito.
No es extraño tener decenas de personas a mi alrededor con la mirada clavada en mis dedos conforme recorro las líneas, relieves, dedos y protuberancias, tratando de averiguar cuándo se va a casar esa persona, si viajará o si posee algún talento musical. Da igual lo que diga, la gente asiente en absoluta conformidad, aunque sean afirmaciones tan vagas como "Te sientes muy cerca de tu familia" o "Te han roto el corazón alguna vez".
En una fiesta, me senté al borde de un sofá mientras los demás invitados me trataban como si fuera Cleopatra. Como por arte de magia, aparecían ante mí bebidas y aperitivos mientras disfrutaban de mis predicciones, cada persona con una pregunta más que la anterior.
"¿Qué significa esta línea pequeña?".
"Es una cicatriz".
"¿Y las cicatrices significan algo?".
"No".
"¿Significan algo mis dedos cortos y regordetes? Los odio".
"En realidad significan que eres una persona con los pies en la tierra y un buen amigo. Son muy monos".
"¿De verdad? Yo pienso que son feos".
"¿Puedes leer los dedos de los pies?".
No estaba segura de por qué a la gente le resultaba tan tentador que le leyera las manos. No podía leerles el futuro completo ni decirles en qué activos tenían que invertir ni si se casarían con Idris Elba. Sin embargo, me trataban como si pudiera hacerlo.
En la quiromancia occidental, hay tres líneas principales que cruzan la mano: la del corazón, la de la cabeza y la de la vida. La del corazón es la primera línea horizontal que cruza la mano desde arriba, seguida por la de la cabeza y la de la vida. La línea del corazón expresa cómo amas, la de la mente muestra cómo piensas y la de la vida, cómo será tu vida (pero no dice cuánto vivirás).
Hay varias líneas más que puede tener una palma, como la línea del destino, la línea de la salud, la línea de la lógica y la línea de la voluntad. Las protuberancias, las hendiduras y la forma de los dedos son otros factores que determinan quién eres y en quién te convertirás.
Aprendí a leer palmas utilizando mi propia mano, pese a que los evidentes prejuicios podían influir. Para complicar más las cosas, leer mis palmas es complicado porque soy ambidiestra. La mano dominante muestra el futuro, mientras que la otra mano muestra el pasado (aquello con lo que naciste). Cuando eres ambidiestro, es complicado saber qué mano es la dominante.
Tras meses de estudio y práctica con mis amigos cercanos, fui capaz de leer una palma correctamente. Sabía cuántas relaciones importantes tendría una persona en su vida, cuánto viajaría, qué clase de talento musical tiene, si tiene un espíritu libre o si es adicto al trabajo, si tiene criterio para los negocios y si había estado en la cárcel. Sabía qué significaba cada protuberancia, línea, curvatura y longitud de los dedos.
Como las palmas contienen muchísima información, leerlas puede resultar agotador. La curvatura o la profundidad de una línea, así como su posición en la palma, son factores que pueden alterar por completo la lectura. Por ejemplo, si tu línea del corazón se curva hacia el dedo corazón, significa que das demasiado de ti en las relaciones y no recibes lo mismo a cambio. Sin embargo, si se curva hacia el dedo anular, significa que eres un romántico empedernido (lo que no significa que tus relaciones sean duras). Son diferencias sutiles a las que hay que prestar atención, así que después de leer diez palmas diferentes, la visión se me nubla y estas diferencias se me pueden escapar.
Aunque leer palmas puede ser agotador, me resulta fascinante. No son las curvas y las protuberancias lo que me intriga, sino lo que las personas revelan de sí mismas. Como lo que leo suelen ser informaciones muy vagas, la gente siente la necesidad de detallar más lo que digo, algo que en ocasiones lleva a revelaciones impactantes.
Una vez, una mujer confesó (después de decirle que tendría dos relaciones importantes en su vida) que no creía que su marido fuera su pareja definitiva.
"Me alegro de que me lo hayas dicho". Retiró la mano y dobló los dedos. "Llevo un tiempo pensando en dejarlo, de todos modos. Suponía que tenía que haber alguien para mí por ahí".
"Bueno, recuerda que esto es solo por diversión". Deseaba sinceramente que no dejara a su marido. "No te tomes esto demasiado en serio".
"No, ya llevo un tiempo queriendo dejarlo. Es malo en la cama. Creo que esta es la confirmación que necesitaba".
A día de hoy, sigo sin saber si siguió adelante con su plan. Espero que no lo hiciera, pero esto forma parte de la bendición y la maldición de ser capaz de leer palmas.
Aunque a veces surjan secretos personales, también descubro datos curiosos de la gente. Una vez le leí la palma a un hombre en una cafetería (se me acercó él después de ver cómo le leía la palma a una amiga) y confirmó que tenía talento musical, que llevaba cinco años tocando en la orquesta filarmónica de Los Ángeles.
No solo leo palmas en las fiestas. Me he dado cuenta de que es una habilidad útil en situaciones extremadamente aburridas en las que hace falta algo de entretenimiento. En una ocasión, después de que retrasaran otras tres horas un vuelo, todos los pasajeros del avión me pidieron que les leyera la mano (después de ver que se la leía a mi hermana).
Una vez más, me trataron como a una estrella y me regalaron caramelos y revistas baratillas por leerles la mano. Durante las dos horas que quedaban para subir al avión, me convertí en la animadora oficial.
Puede que no sea capaz de leer todo el futuro (ni todo el pasado ni todo el presente), pero puedo ver lo abiertos o escépticos que sois. Puedo averiguar cuáles son vuestros mayores miedos y algunos de vuestros secretos más sorprendentes. Puedo haceros sonreír y recordar momentos que habíais olvidado hace mucho tiempo. Puedo convenceros de que hagáis de una vez por todas ese viaje o de que volváis a tocar el violín.
Una adivina no siempre lee el futuro, pero puede desvelar mejor quiénes sois.
Este post fue publicado originalmente en el HuffPost Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.