Esperanza Lula
Lula ha ganado, y con él ha ganado la esperanza de muchas personas de aquel y de este lado del Atlántico. La esperanza de que la democracia no solo sobreviva en Brasil, sino que salga fortalecida.
La victoria de Lula da Silva en las elecciones presidenciales de Brasil ha sido la mejor noticia con la que podíamos despertar hoy, y no sólo los brasileños, porque lo que se jugaba era mucho y traspasaba las fronteras del país más grande de América latina.
Ha ganado Lula y hemos ganado todos. Tras una campaña durísima que, no olvidemos, pudo celebrarse porque el candidato del Partido de los Trabajadores salió de la cárcel, donde pasó 580 días después de ser condenado en un juicio plagado de irregularidades y finalmente anulado por el Tribunal Supremo.
Una campaña marcada no solo por graves insultos y fakes, sino por brotes de violencia verbal y física, con heridos y también víctimas mortales, una de ellas causadas por los disparos de un ex diputado bolsonarista.
Pero en paralelo a esta escalada de violencia, Lula da Silva ha planteado una campaña para ganarse la confianza de aquellos sectores del país tradicionalmente reticentes a votar a las fuerzas progresistas, como el empresarial y el bancario. De igual modo, se ha comprometido con la iglesia evangélica, principal apoyo de Jair Bolsonaro, a trabajar en temas afines a este colectivo, como ’fortalecer a las familias para mantener a los jóvenes lejos de las drogas`, con políticas dirigidas a combatir el tráfico de estupefacientes y desarticular las organizaciones criminales
Y a lo largo de estos meses de campaña ha estado muy presente la sombra de los fracasos de Bolsonaro, entre ellos, la desastrosa gestión de la pandemia, que le ha costado la vida a cientos de miles de personas; el retroceso de derechos que sufre la ciudadanía brasileña o la avanzada deforestación de la Amazonia brasileña.
Pero Lula ha ganado, y con él ha ganado la esperanza de muchas personas de aquel y de este lado del Atlántico. La esperanza de que la democracia no solo sobreviva en Brasil, sino que salga fortalecida. Aunque no se trata de depositar nuestra fe ciega en un mandatario que se hace con las riendas de un país gravemente dañado por su anterior presidente, sino que Lula da Silva ya tiene en su haber grandes logros, como sacar a más de 20 millones de personas de la pobreza durante sus dos mandatos.
Y es de suponer que seguirá trabajando en esta senda, como se vislumbra en la agenda política y social que ha planteado, muy próxima a la de gobiernos progresistas como el de España, con medidas como la subida del salario mínimo por encima de la inflación, ayudas estatales a las familias, un sistema fiscal más progresivo, impuestos a los grandes patrimonios, así como medidas destinadas a la protección de las minorías y pueblos indígenas, que ven como sus derechos están siendo gravemente atacados en el país, al igual que los de las mujeres y colectivos LGTBI.
Sin duda, el reto que tiene por delante Lula es gigante, y las dificultades no son pocas. Aunque ahora en el parlamento conviven 23 partidos -nada comparado con la fragmentación anterior con 100 partidos-, es una cámara escorada a la derecha. Y en este panorama tan polarizado, el papel que jugará el Ejército será decisivo.
Pero es posible. Al igual que los electores expulsaron a Trump del poder, los y las brasileñas han echado a Bolsonaro, del que esperamos que no haga como su amigo norteamericano y acepte el resultado electoral.
La primera potencia de América Latina, con más de 217 millones de habitantes, ha completado el giro a la izquierda de la región, algo que la vuelve a colocar en el tablero internacional.
No solo saldrá fortalecida su relación con la Unión Europea, sino que volverá a ser líder de la cooperación Sur-Sur, es decir, América Latina y África; dará un impulso a Mercosur, que ya suma 25 años de negociación, y jugará un papel central en organismos como Unasur, CELAC y los BRICS.
Asimismo, estoy seguro de que avanzará en el cumplimiento del Acuerdo de París y frenará la deforestación salvaje de la Amazonia, que está suponiendo una enorme tragedia para Brasil y para el planeta.
En estos momentos, los retos son múltiples y acuciantes para todos los países del mundo, que tienen que afrontar de un modo más o menos directos (pero todos estamos afectados) las consecuencias de la guerra de Putin en Ucrania. Y en este contexto geopolítico, el papel de Brasil es muy relevante, por ejemplo, ante la necesidad de diversificar el abastecimiento de alimentos, o en la apertura de nuevos mercados.
Brasil, con Lula al frente del Gobierno, será un gran aliado de la Unión Europea, que con la presidencia española volverá situar a América Latina entre nuestras prioridades.
La esperanza que muchos hemos depositado en la victoria de Lula es de la misma dimensión del reto que tiene por delante: gigante. Estamos con él, porque sabemos que es lo que necesita su país para recuperar esa grandeza que devolvió la dignidad y la justicia social a millones de personas. Lo hizo y volverá a hacerlo.