El fin del estado de alarma no fue el 'armageddon': los datos que invitan a ser optimistas un mes después
Se fue el estado de alarma, pero el virus sigue. Eso sí, las vacunas y otras causan dan motivos para la esperanza.
Ni fue el fin del mundo, como algunos presagiaban, ni fue el triunfo de la libertad, como otros tantos celebraban cerveza en mano y mascarilla en cuello. El 9 de mayo, España abandonó el estado de alarma después de más de medio año. Ahora, un mes después, la evolución de la pandemia invita al optimismo pero aún con mascarilla y una dosis de cautela.
El final de este régimen jurídico no cogió (o no debería haberlo hecho) a nadie por sorpresa. El Gobierno llevaba semanas dejando clara su postura negativa a prorrogarlo más tiempo y dar, así, más espacio a las comunidades para que adoptasen sus propias limitaciones. Pero la previsión no evitó el caos de última hora. Al 9 de mayo le sucedieron semanas de incertidumbre jurídica, con 17 mapas de medidas diferentes entre sí y un cruce de acusaciones de “desprotección” contra Moncloa.
Ese término lo rechaza tajante el epidemiólogo Mario Fontán: “No, las autonomías no estaban vendidas sin el estado de alarma. Sin ese régimen igualmente tienen herramientas útiles como limitación de horarios, aforos...”.
De hecho, ese abanico de medidas “suficientes” hace impensable volver a un estado de alarma aunque empeorase el panorama. “No me parece bien hacer un estado de alarma solo por hacerlo. Si se produjese un repunte de casos u otros datos negativos las comunidades tienen recursos para afrontarlos”, añade el experto en Salud Pública.
Salvador Macip, investigador y médico español en Reino Unido, muestra su descontento porque “la legalidad y la epidemiología no siempre han ido de la mano”. “Las formas jurídicas que tiene España han complicado la gestión de la pandemia en más de una ocasión”, explica en relación al nuevo panorama legal.
Con incertidumbre jurídica o sin ella, quienes no tuvieron dudas fueron los millones de ciudadanos que aprovecharon la reapertura de fronteras autonómicas y la relajación de toques de queda o aforos máximos para dar rienda suelta a sus ganas de ‘vida social’. Se dispararon las reservas de viajes, los campings, los planes de verano... Y ver una terraza vacía volvió a convertirse en un reto.
Son datos, no sensaciones
El último balance de Sanidad bajo estado de alarma nacional fue el viernes 7 de mayo. Por entonces, la curva ya tendía a la baja, pero aún lejos de los números que marca junio. La incidencia acababa de bajar de la barrera de los 200 casos por 100.000 habitantes a 14 días y la suma de positivos diarios evidenciaba una mejoría, pero con cantidades superiores a 7.000 y 8.000 nuevos en los balances diarios.
30 días después, la estadística diaria del departamento es bastante más esperanzadora, con la incidencia en 111 y bajando y una media de contagios inferior a 5.000.
Sin embargo, ha sido en la cifra de muertes donde más se ha notado la mejoría. En las postrimerías del estado de alarma, la mortalidad marcaba en torno al centenar de víctimas día tras día, cuando ahora es casi la mitad (sin contar picos sueltos con cifras más elevadas). La magnitud sobre siete días superaba los 250 fallecidos y un mes más tarde apenas ronda la centena, como puso en valor Fernando Simón este lunes para evidenciar la mejoría.
“Por muchas imágenes llamativas que circularon de gente de fiesta sin respetar las medidas de seguridad, no se reflejó en un descontrol de la transmisión”, sostiene Fontán rememorando las celebraciones espontáneas en la Puerta del Sol y otros puntos de España. Para él se dio el paso a la ‘nueva normalidad’ en un momento adecuado: “La situación de mejoría epidemiológica y la vacunación de los grupos más vulnerables por entonces ya indicaban que el sistema sanitario no corría riesgo de saturación de haber ocurrido un descontrol epidemiológico”.
La carga de trabajo de los sanitarios a comienzos de mayo tampoco es la misma que hoy. Por entonces, las UCI presentaban un 21,85% de ocupación solo con pacientes de covid (2.183 personas). Uno de cada cinco atendidos en cuidados intensivos era por la pandemia. Y de todos los hospitalizados en planta, había un 6,85% (8.605) específicos de esta enfermedad. En junio ambas magnitudes se han reducido a la mitad, con un 10,94% de saturación en UCI (1.040 pacientes) y un escaso 3,00% en camas convencionales (3.704).
“Es poco probable que un aumento de contagios resulte en nuevos aumentos fuertes de ingresos hospitalarios y muertes como en olas anteriores, porque la población más vulnerable ya está protegida”, añade Macip.
De todo esto tiene buena culpa la velocidad de crucero que ha tomado la campaña de vacunación. Si abril era el mes clave para encaminar los planes del Gobierno, mayo aceleró esa buena perspectiva. El 7 de mayo España contaba con algo menos de 6 millones de inmunizados (12,6% de la población) y un mes después se superan los 11 (23,7%). De aquellos con al menos una dosis, el dato era del 13,2 millones (un 28%), por los 20 millones que ya han recibido una inmunización parcial (más del 40%)
Desde Sanidad advierten de que no todo es bueno en esta fotografía ‘post estado de alarma’. Evidencian un cambio en la tendencia general en el grupo de menores de 50 años, entre los que se ve “un incremento muy ligero de la transmisión”, admitió recientemente la ministra Darias en una rueda de prensa. Además de que la vacunación no va tan avanzada en este sector, influye la relajación de las restricciones en el ocio y la vida social.
Enfrentamientos políticos y problemas legales
Ese qué hacer y qué no hacer fue la principal duda en la vuelta a una vida ‘normal’ cuando aún seguía (y sigue) activo el virus. La incógnita se hizo aún más evidente en los equipos de Gobierno y de Justicia autonómicos. Mientras los Tribunales Superiores de Baleares o Comunidad Valenciana sí apoyaron a ‘su’ ejecutivo en el mantenimiento de limitaciones horarias, en el País Vasco, Navarra o Canarias ocurrió justo lo contrario.
“Es inevitable la confrontación política porque cada uno defiende sus intereses”, admite Fontán aunque no niega que “esa incoherencia de medidas/recursos... afecta sobre todo a la confianza de los ciudadanos en las instituciones, más que al panorama epidemiológico en sí”.
Ante el panorama confuso, el Gobierno llegó a sopesar cambiar la ley —que hasta entonces defendían suficiente— para batallar contra el covid, a fin de encontrar un respaldo legislativo si el Tribunal Supremo no apoyaba las alternativas al estado de alarma.
Lo cierto es que al Alto Tribunal le tocó hacer horas extras por culpa de la pandemia entre recursos y peticiones. Una de sus últimas decisiones, tumbar los toques de queda que habían planteado varios territorios al considerar que las leyes sanitarias ordinarias no son suficientes para semejante limitación de la movilidad.
El embrollo jurídico va más allá del toque de queda. El Consejo Interterritorial aprobó el pasado miércoles un plan de restricciones para la hostelería y el ocio nocturno que fue rechazado de inmediato por Madrid, Andalucía, País Vasco o Castilla y León, entre otras. Díaz Ayuso aprovechó para volver a ejercer de oposición a Sánchez y de nuevo le salió bien. El martes, la Audiencia Nacional admitía su recurso y tumbaba las limitaciones que había planteado Sanidad. Al Gobierno solo le quedaban dos opciones: recurrir o aceptarlo y optó por la segunda vía.
La reacción ha sido tirar “por la vía del consenso”. Sanidad ha preferido retirar sus restricciones al ocio nocturno para hacerlas simples “recomendaciones” que sean las propias regiones quienes formulen
Mascarillas fuera... cada vez antes
La buena evolución ha traído al primer plano debates que hace pocas semanas se veían inabordables. Europa ‘abrió el melón’ de relajar el uso de mascarillas al aire libre en determinadas situaciones, EEUU lo oficializó ante el avance de la vacuna en su país y ahora España es la que vislumbra escenarios específicos sin cubrebocas.
Comunidades como Castilla-La Mancha se lanzaron dar una fecha, finales de junio, para poder quitarse la mascarilla al aire libre. Madrid o Galicia también lo han dejado caer con ilusión y la cadena se irá extendiendo. Ante ello, Sanidad ha reconocido la posibilidad cada vez más cercana de regular esta ’relajación’.
“Es posible que en no muchos días se pueda ya reducir”, apuntó Fernando Simón a mediados de mayo. Poco después llegó a marcar en “junio o julio” los momentos en los que las mascarillas podrían dejar de ser obligatorias. Antes, incluso, de alcanzar la inmunidad de rebaño que el Gobierno lleva tiempo situando en agosto.
Un mes después del estado de alarma no hay motivos para ser alarmistas, pero sigue habiendo un enorme “pero”. “Sin duda podemos ser optimistas, estamos en la recta final en Europa, aunque la recta es larga. Aún hay incógnitas a medio-largo plazo y la pandemia no acabará hasta que el virus esté controlado en todo el mundo y eso tardará aún un par de años”, reflexiona Macip, que suma otra preocupación. “Pueden surgir nuevas variantes que compliquen las cosas y siga aumentando el número de víctimas, que aún no da señales de haber llegado a una meseta”.
No confiarse, en resumen. “Es una de las lecciones que nos ha enseñado la pandemia”, culmina Mario Fontán.