Espacios para conquistar
El papel de las mujeres y las niñas en la ciencia y la tecnología ha crecido, pero estamos todavía a años-luz de la igualdad.
En 1969, el hombre pisó por primera vez la Luna. Un logro histórico que llevaba detrás la huella de hombres… y de mujeres. La matemática del Instituto Tecnológico de Massachusetts Margaret Hamilton desarrolló el programa informático encargado del vuelo del Apolo 11. Gracias a su trabajo, la misión no acabó en desastre: su software permitió superar un error crítico tan solo minutos antes del alunizaje, y la nave se posó en el suelo lunar con éxito. También tuvo un papel muy destacado la matemática Katherine Johnson, que calculó la trayectoria del vuelo.
Después de todo este tiempo, ¿qué podemos decir? ¿Dónde estamos ahora?
Pongámonos de nuevo en órbita para saberlo. El pasado octubre, 50 años después de la hazaña, tuvo lugar el primer paseo espacial compuesto únicamente por mujeres. Lo interesante es saber por qué se aplazó: en marzo de 2019, la NASA tuvo que cancelarlo a última hora porque solo había un traje que se ajustara al cuerpo de las mujeres; lo que abundaban eran trajes para hombres. Aquello fue mucho más que una metáfora.
El 11 de febrero celebramos el día internacional de la mujer y la niña en la ciencia. Una ocasión para reivindicar lo que hemos avanzado en la superación de las desigualdades en investigación, ciencias aplicadas y estudios universitarios; pero también para reflexionar sobre los prejuicios, los estereotipos que todavía hay que combatir para que mujeres y niñas participen mucho más en el campo de la tecnología, la ingeniería y las matemáticas.
En todo caso, una buena jornada para descubrir y recordar. Más a menudo de lo que pensamos, la historia de la mujer en la ciencia es una historia de “primeras veces”. Os recuerdo algunos ejemplos:
―Wangari Maathai (Kenia, 1940): fue la primera mujer en África Oriental y Central en obtener un doctorado (en biología), la primera Profesora Asociada en la Universidad de Nairobi y la primera africana en recibir, en 2004, el Nobel de la Paz.
―Hertha Ayrton (Gran Bretaña, 1854): la primera mujer en presentar una ponencia en la Institución de Ingenieros Eléctricos de Reino Unido (sobre sus investigaciones en el arco eléctrico) y, después, su primer miembro femenino.
―Sofía Kovalevskaya (Rusia, 1850): fue la primera mujer que consiguió doctorarse en Matemáticas y que llegó a ser profesora de una universidad.
Dijo el escritor Oscar Wilde que el único deber que tenemos con la historia es reescribirla. En el campo del que hablamos hoy, es el momento de hacerlo dándole la vuelta a los números. Según cifras de la UNESCO, solo el 35% de los estudiantes matriculados en las carreras vinculadas a las STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) en la educación superior son mujeres.
En España, según el informe Científicas en cifras, el número de alumnas en carreras científicas ha disminuido, y la proporción de investigadoras no ha mejorado en los últimos 10 años: sigue estancada en un 39%.
Los estudios sobre el trabajo del futuro pronostican que las carreras relacionadas con estos ámbitos son las profesiones del mañana. Si no contrarrestamos la tendencia al estancamiento y las mujeres siguen estando infrarrepresentadas, el futuro no será igualitario. Y se seguirá desperdiciando una enorme cantidad de talento.
Las mujeres, que hemos asumido tareas de responsabilidad a contracorriente y con un enorme esfuerzo, en particular en el mundo científico, tenemos grandes referentes en los que inspirarnos: mujeres que nunca han tenido la visibilidad y el reconocimiento público que se merecían. Y este es el momento de hacerlo, el momento de motivar carreras científicas y de depositar la confianza en la ciencia y en las mujeres. Las niñas que hoy estudian ciencias tienen que ver que su trabajo va a ser reconocido y apoyado.
Hay que mirar a las mujeres que han despertado vocaciones científicas en otras jóvenes. Tenemos a la bióloga Margarita Salas (España, 1938), investigadora tenaz, entusiasta e incansable que inició el desarrollo de la biología molecular en nuestro país. La informática Grace Murray Hopper (EEUU, 1906), que desarrolló el lenguaje de programación COBOL, que sigue usándose más de 60 años después. Y está la química Gabriela Morreale (Italia, 1930), gracias a cuyo trabajo en laboratorios españoles mejoró la vida de muchas personas, por ejemplo, con la prueba del talón en recién nacidos. Y muchas más.
Faltan mujeres en las ciencias. Ya lo hemos visto: faltaron hace 50 años, cuando el hombre pisó la luna por primera vez. Y ha tenido que pasar medio siglo para que tuviera lugar el primer paseo espacial de mujeres. No vamos a esperar otro medio siglo para ir ocupando poco a poco nuestro espacio en la galaxia científica y tecnológica. ¡Vamos a conquistarlo!