Por qué Polonia ha pasado de estar como España a alcanzar a Finlandia en el informe PISA
En 20 años, el país del Este ha ido subiendo puestos hasta llegar al top 10. España, cuyo PIB duplica el polaco, saca 30 puntos menos de media en la prueba.
El 3 de diciembre estaba marcado en el calendario de todos los alumnos como el día en que daban las notas, pero no el boletín de evaluación trimestral, sino los resultados del informe PISA de 2018.
España, alumno medio, volvía a quedarse con el aprobado raspado. ¿El problema? Que no pasa de ahí desde que en el año 2000 se crearon estas pruebas y la tendencia es incluso a la baja. En esta última edición, con la decepción añadida de que la parte de Lectura no se ha tenido en cuenta en España por observarse “anomalías” (aparentemente no intencionadas) en el proceso. Sí se han publicado los resultados de Ciencia —con 483 puntos de media, 10 menos que en 2015— y Matemáticas, con una media de 481 puntos, cinco menos que en el último registro.
Mientras que algunos expertos hablan de mediocridad, otros recalcan la necesidad de relativizar y poner los datos en contexto. Porque, si se mira alrededor, la tendencia es generalizada: la mayoría de los países avanzados se estanca, y seguimos muy cerca de la media de la OCDE, entidad que organiza la prueba. No obstante, siempre ha habido alumnos aventajados, y uno de ellos es Polonia, cuyos datos destacan a la vez que sorprenden.
Polonia, que en el año 2000 compartía posiciones con España en el informe PISA, ha ido ascendiendo puestos hasta situarse en el top 10. El país del Este, con la mitad del PIB que España, ha obtenido en este último informe 511 puntos en Ciencia y 516 en Matemáticas, 35 más que España. Por ponerlo en contexto, Finlandia, clásico ejemplo de éxito educativo, tiene 522 puntos en Ciencia y 507 en Matemáticas en la edición de 2018. Y el PIB per cápita del país nórdico triplica el de Polonia.
En el Instituto Polaco de Cultura en Madrid no disimulan su sorpresa ante estos datos. “Me llama la atención, porque hace unos años, como profesor en la Universidad de Varsovia, mi percepción era que el nivel de los estudiantes iba descendiendo”, confiesa Łukasz Grützmacher, director adjunto de esta institución. “Año tras año, me parecía que iba empeorando, pero quizás era porque cada vez estudiaban más personas”, sugiere.
Ni él ni Ernest Kowalczyk, coordinador de proyectos de Historia en el Instituto Polaco, se atreven a achacar directamente estos buenos datos a algún cambio concreto en la educación polaca. “Nuestro sistema educativo está en un proceso de reforma permanente”, explica Grützmacher. De hecho, hace poco se volvió al sistema antiguo, en el que la educación se divide en dos fases: primaria, que dura ocho años, y secundaria y Bachillerato en una misma etapa que dura cuatro. Pero estos son “cambios cosméticos”, opina Kowalczyk, que alude a unas “raíces más profundas” para explicar el buen rendimiento de los estudiantes polacos en esta prueba. Para él, “la diferencia entre los niños polacos y españoles tiene más que ver con la actitud que con la legislación”.
Tanto Grützmacher como Kowalczyk apuntan a la caída del régimen soviético, en 1989, como un antes y un después en la mentalidad de los polacos. “Con el sistema comunista no estaba muy claro para qué estudiar, no era tan natural ir a la universidad. Ahora es casi obvio, es un punto de partida para organizar la vida futura”, comenta el director adjunto del Instituto Polaco.
Kowalczyk, que da clases de Historia a niños polacos que asisten a institutos españoles, observa cinco diferencias clave entre la educación en su país de origen y el de acogida:
En 2008 en Polonia se cambió el contenido del currículum para centrarlo más en la experimentación, en la investigación científica, en la resolución de problemas y en la colaboración, se empezó a evaluar más las habilidades generales que los conocimientos concretos y se dio más autonomía a las escuelas. Łukasz Grützmacher recuerda que hace unos años, “cuando los niños emigraban de Polonia con sus familias notaban un choque al llegar a España, pero enseguida se adaptaban y luego obtenían muy buenos resultados”. Esto se debía a que “venían con el hábito aprendido de la memorización”. Ahora Polonia ha virado hacia un sistema más práctico, aunque aún le falta rodaje. El sistema polaco también tiene puntos débiles, advierte la OCDE: el gasto del país por estudiante todavía está por debajo de la media y los profesores en Polonia tienen un salario muy por debajo al de la media de la OCDE.
Al fin y al cabo, los resultados del informe PISA son relativos. Igual que a España se le critica por bajar unos puntos, tampoco se mira con buenos ojos a China por una supuesta excesiva presión a sus alumnos. De ahí que Belén Urosa, profesora del Departamento de Educación, Métodos de Investigación y Evaluación de la Universidad Pontificia Comillas, insista en tratar con cuidado estos datos. “PISA no valora el sistema escolar ni mide conocimientos; mide la adquisición de tres competencias, así que no se puede evaluar un sistema educativo sólo en esos términos. Las comparativas son muy odiosas”, sostiene.
“Por ejemplo, no se valora la creatividad de los alumnos, sus habilidades sociales, su convivencia o sus competencias tecnológicas”, prosigue Urosa. “Quizás España no enfoca sus políticas educativas en mejorar sus resultados en el informe PISA”. En cualquier caso, “PISA sólo hace la foto y no se propone establecer causalidades”, aclara.
Es cierto que no se puede hablar de un método infalible para mejorar los resultados en esta prueba, ni asumir que una mayor inversión es la solución a todos los problemas. De hecho, el gasto por estudiante ha crecido en la última década un 15% en los países de la OCDE y, en cambio, como grupo no ha habido mejora en los datos de PISA.
Para Urosa, los estudiantes españoles están, en general, “muy bien formados”. Y eso se aprecia, por ejemplo, en que “cuando nuestros universitarios salen de Erasmus destacan”. “Tenemos mucho prestigio entre la comunidad universitaria”, asegura.
No lo tiene tan claro Miquel de Paladella, experto de innovación social de la Fundación COTEC y profesor de innovación en la Universidad de Barcelona y en el Instituto de Innovación de ESADE. Para él, “los resultados de España son dramáticos”. “Pero hay que ponerlos en contexto”, matiza: “No es que caigamos, porque las diferencias entre los últimos años son poco significativas; es que estamos estancados”.
Paladella, CEO de la plataforma Jump Math, analiza los datos de Matemáticas fijándose en “los extremos”. Es decir, en los niños con nivel más bajo —los que no alcanzan el nivel 2; en España, el 24% de los estudiantes— y más alto —los que están entre niveles 5 y 6; en España, el 7,3% de los alumnos en 2018—.
“Los niños que no llegan a nivel 2 no saben aplicar matemáticas a situaciones muy simples de la vida cotidiana, a la economía moderna. No tienen un sentido crítico, no pueden aplicarlo a promesas electorales, por ejemplo. Y ese es el grupo más preocupante, porque uno de cada cuatro niños españoles no domina las matemáticas que necesitan para desenvolverse en una sociedad moderna”, explica. “Otro extremo es el dato de los estudiantes que tienen un nivel 5 o 6, que son los que supuestamente tienen un dominio suficiente como para aspirar a carreras científicotécnicas, las que tienen más filón laboral. Y este grupo sólo llega al 7,3%”.
Comparándolo con Polonia, “las diferencias son enormes”, juzga el experto. Allí, los niños que no llegan a un nivel 2 son un 14%, 10 puntos menos que España; y los que alcanzan niveles 5-6 son el doble que en España, un 15%.
Para este economista, el problema es “multidimensional” y sus causas son muchas y muy variadas. Paladella cita tres:
Con esto, con un menor número de alumnos por clase y con unos buenos recursos (para Paladella, los libros escolares están anticuados), España saldría, en su opinión, de la medianía y acabaría con las marcadas diferencias entre Comunidades Autónomas y contextos socioeconómicos. Porque este es otro aspecto muy importante que refleja PISA: el nivel económico y la región pesan (mucho) en los resultados académicos, hasta el punto de que los alumnos pobres repiten cuatro veces más que los de familias pudientes y que un estudiante ceutí tiene un nivel tres cursos inferior al de uno gallego.
“En España el origen socioeconómico importa porque hacemos casi segregación”, afirma Paladella. Pero ni siquiera el entorno socioeconómico es el principal responsable, opina: “Si el profesor está equipado con buenos recursos, los alumnos sacan notable, independientemente del contexto”. “El problema son una metodología y unos recursos malos, y unos profesores bajo presión y estrés”, sostiene. “El problema no es de los niños”.