¿Es Pablo Casado un antisistema?
El líder del PP está cerrado en banda por razones tácticas, sin importarle las consecuencias de su cerrojazo irracional para mucha gente que lo está pasando mal.
A nadie le ha sorprendido el portazo de Pablo Casado al acuerdo en su reunión con el presidente, Pedro Sánchez. No esperábamos grandeza ni visión de Estado en el primer partido de la oposición en uno de los momentos más difíciles (por no decir el que más) que vive España desde que recuperamos la democracia. El líder del PP se ha situado en una posición de intransigencia, soberbia y maximalismo que imposibilita cualquier escenario de consenso en torno a los presupuestos para afrontar la crisis derivada del covid-19 o la renovación de órganos fundamentales en la arquitectura institucional de este país. Está cerrado en banda por razones tácticas y sin importarle las consecuencias que puede tener su cerrojazo irracional sobre mucha gente que lo está pasando mal. La derecha, de nuevo, se afana en destruir y en el desgaste. No tiene más objetivo que ése. Quizá quieran hacer un revival de lo que practicaron con mucho ahínco en la crisis de 2008 y que desveló aquel mensaje malsano del luego ministro Cristóbal Montoro: “Que caiga España, que ya la levantaremos nosotros”. No están este país ni sus ciudadanos para maniobras de esta guisa.
Con los antecedentes y los discursos de los días previos, la negativa del Doctor No Casado estaba cantada. Lo que llama la atención es la fatuidad y la inconsistencia de sus argumentos porque en el fondo se trasluce que continúa sin aceptar la legitimidad del Gobierno de coalición que rige los destinos de este país. A grandes rasgos, la posición cerril del PP supone un pisoteo procaz de la Constitución, un secuestro de las instituciones que articulan nuestro Estado de derecho y un desprecio a la libre expresión de la ciudadanía en las urnas, es decir, un desprecio a la democracia.
A estos representantes de la derecha se les llena la boca de Constitución y luego hacen una lectura sesgada de la misma. No se puede ir de constitucionalista y, al mismo tiempo, burlar aquellos artículos que no cuadran con las estrategias particulares. El rechazo de Casado a renovar órganos como el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) choca frontalmente con el artículo 122. Siguiendo la bibliografía académica sobre la materia, en la Constitución nada se recoge sobre prórroga o prolongación del mandato y, como señala el profesor de Derecho Constitucional y letrado del Congreso de los Diputados Santaolalla López, “resultaría plausible entenderla excluida”. En la Ley Orgánica del Poder Judicial, que desarrolla este precepto constitucional, el artículo 115.2 dispone que “el Consejo saliente continuará en funciones hasta la toma de posesión del nuevo Consejo”, pero esto, prosigue este experto, “no puede interpretarse como aceptación sin más de toda prórroga”. Por tanto, la decisión del PP de bloquear la renovación de este y otros órganos choca frontalmente contra nuestra Carta Magna.
Esta jugada inconstitucional de Casado persigue el rapto de estos órganos en beneficio de la estrategia del PP. En cierta manera, con este rechazo a su renovación aflora esa idea de la derecha de que el poder les pertenece, les corresponde por derecho natural, y por eso se atreven sin rubor a perpetrar una suerte de patrimonialización de las instituciones que son de todos. Estos órganos los componen personas de reconocido prestigio elegidos por las Cortes Generales y reflejan en su composición el resultado de las elecciones. El último cambio en el CGPJ o el consejo de RTVE aconteció cuando el PP gozaba de mayoría absoluta en las Cortes Generales y esa posición de fuerza le permitió componer equipos de extracción conservadora y que, a día de hoy de acuerdo con el mandato constitucional, no tienen razón de ser y no representan tampoco el mandato popular emanado democráticamente de las urnas. De esta forma, el no de Casado es puro filibusterismo: sólo busca mantener unas mayorías en estos órganos en interés y auxilio del PP.
A la derecha, por consiguiente, lo que piensan y votan los ciudadanos se la trae al pairo. La resistencia a cualquier acuerdo manifestada por el primer partido de la oposición por la presencia de Podemos en el Gobierno supone un menosprecio a sus más de tres millones de votantes y a las reglas del juego democrático. Con la intolerancia que exuda Casado en pleno siglo XXI habría sido imposible sentar en la misma mesa a Manuel Fraga y Santiago Carrillo para sacar adelante la Constitución o los Pactos de La Moncloa. Los cursos de democracia se los sacó el líder del PP con la misma velocidad que su grado y su máster universitarios. Quizá tenga que refrescar conocimientos.
Cuando uno anda como un pato, tiene plumas como un pato, tiene pico como un pato y hace ‘cuá’ como un pato, es que es un pato. Pues cuando un político, en este caso Casado, se salta la Constitución o hace un uso selectivo y caprichoso de su contenido, se intenta apropiar de la instituciones impidiendo su renovación y desprecia la libre expresión de la gente en las urnas es que es un antisistema.