¿Es la socialdemocracia una ideología en crisis?
Mucho se ha debatido sobre la capacidad de respuesta de la socialdemocracia para atender los nuevos retos a los que se enfrentan las sociedades en la actualidad. Su fortaleza pasada se basaba en ser el mejor mediador entre el capital y el trabajo, lo que se sustentaba en la existencia unos sindicatos fuertes así como en la vocación de construcción del Estado del Bienestar. Estos dos elementos convirtieron a la socialdemocracia en una poderosa máquina de integración de la clase obrera, pero sus mecanismos agregadores, comenzaron a venirse abajo con los métodos aplicados para resolver las crisis económicas que se han ido sucediendo desde los años 70 del pasado siglo hasta la más reciente del año 2008.
Las crisis se han superado, en su totalidad, aplicando políticas neoliberales. Solucionarlas con ese tipo de medidas ha puesto en cuestión el papel de la socialdemocracia que ha pasado de ser el mejor agente para equilibrar el conflicto entre el capital y el trabajo a ser, únicamente, la representación simbólica de la izquierda, al tiempo que la derecha ha emergido como la alternativa más eficaz en la resolución de las crisis económicas. De esta circunstancia se derivó la idea de que las propuestas de la izquierda y las de la derecha eran similares en muchos aspectos, lo que se plasmó en aquel eslogan de: "PSOE, PP la misma ... es". El surgimiento de los nuevos partidos políticos tiene el mismo origen.
¿Los socialistas españoles han permanecido paralizados y desconcertados durante todo el tiempo que ha ostentado el poder el Partido Popular? Si únicamente observáramos la vida partidaria del PSOE podríamos a afirmar, sin lugar a dudas, que sí, especialmente si centramos la reflexión en el famoso Comité Federal de septiembre de 2016. Ahora bien, la realidad es que el PSOE no ha perdido su carácter reformista y ha conseguido crear un armazón ideológico que le puede permitir superar la etiqueta de constituirse como una mera imagen simbólica de la izquierda.
Así, tras el reciente cambio de Gobierno y una vez realizadas las primeras declaraciones por parte de sus integrantes, no es difícil observar que en sus propuestas iniciales hay rasgos que definen posiciones claramente de izquierdas y que le diferencian de manera evidente de las prácticas de la derecha, de forma que puede comenzar a ganar espacio dentro de la tan denostada disyuntiva izquierda-derecha.
Uno de los más importantes problemas, que no el más grave, a los que se enfrenta el nuevo Gobierno es el denominado desafío catalán. Las herramientas para la resolución de este problema, incubado durante años, son el mejor ejemplo para distinguir las distintas aproximaciones al conflicto desde las diferentes ideologías. Así desde la derecha se optó por el rigorismo reactivo como mejor opción al conflicto. Sin embargo, desde el socialismo la posición que parece adoptarse es la vía del diálogo, pero no un dialogo abierto e inconcreto como un significante vacío, sino con el objetivo de la modificación de la Constitución para abrir la senda hacia la configuración de un Estado Federal. Esta propuesta se interpreta como una solución innecesaria por ciertos sectores de la población que identifican Estado Autonómico con Estado Federal, lo que no parece del todo acertado.
Concebir un Estado Federal supone conformar un Gobierno compartido. El federalismo excede de lo que sería una mera reforma constitucional, es una nueva cultura política basada en el acuerdo entre iguales con el objetivo último de establecer relaciones en plano de igualdad. Aceptando esta premisa (de posiciones igualitarias), se cerraría el techo competencial de las actuales autonomías. Igualmente, se fijarían los límites de financiación para todos sus componentes, al tiempo que se modificaría el actual Senado, al que se dotaría de capacidad legislativa específica. Asimismo, los estados federados tendrían establecidas las formas de participación en la Unión Europea, etc. Aspectos todos ellos que hoy están supeditados a las mayorías que se conforman tras los resultados electorales, en cada ocasión, y que suscitan no pocos conflictos territoriales que en nada contribuyen a la creación de "nación".
¿Será el federalismo la solución definitiva al problema de Cataluña? Probablemente no, pero sí puede ser una forma de ofrecer interlocución al Gobierno de la Generalitat y, al mismo tiempo, hacer un guiño a los independentistas tácticos demostrándoles que su singularidad cabe en un nuevo marco constitucional. Para el resto de territorios se abriría una oportunidad de romper algunos desequilibrios que la actual Constitución dejó -no por casualidad, ni olvido- abiertos.
Esta elaborada propuesta, junto con otras que ya se van vislumbrando demuestran, por sí mismas, que la socialdemocracia española tiene vigencia y que, además, posee soporte ideológico suficiente como para enfrentarse a los retos que afronta nuestro país. Otra cosa es que los socialistas tengan la suficiente astucia, capacidad y determinación para llevarlas a la práctica y situar a España en la vanguardia de los países más avanzados, reforzando además el concepto "nación".
Observemos, pues, el grado de cumplimiento de sus compromisos y si no nos satisfacen, penalicémoslos en las próximas elecciones, tal y como dictan los principios democráticos.
Si aceptamos que la democracia no se termina nunca de construir, ¿por qué no intentar un cambio constitucional?