Es la hora de Pablo Casado
Los socialistas hemos puesto el listón de nuestra ética muy alto. Siempre ha sido así, desde la fundación del PSOE en 1879. Sin embargo, en los últimos meses se ha puesto a prueba y los socialistas hemos respondido con contundencia: dos ministros de nuestro Gobierno han dimitido porque sus actuaciones personales no cumplían con las exigencias que debe respetar un cargo público, o al menos se habían despertado dudas que podían lastrar su actuación de gobierno y, por lo tanto, perjudicar al esfuerzo colectivo.
El Gobierno socialista de Pedro Sánchez es un Ejecutivo que tiene un objetivo claro: la lucha contra la desigualdad y a favor de las personas. Ese es el "para qué" de este Gobierno, la razón por la que el PSOE asume el reto de liderar la política en España. No hay nada que deba empañar este objetivo, y por eso no se duda en prescindir incluso de personas tan valiosas como la exministra Carmen Montón, que en sus 100 días al frente del Ministerio de Sanidad ha hecho más por todas las personas que viven en nuestro país que el Gobierno de Rajoy en siete años.
El PSOE y el gobierno de Pedro Sánchez son parte activa de la sociedad española, y por eso hemos aceptado y estamos ejerciendo la nueva cultura política que se ha abierto paso en nuestro país en los últimos años. De la mano de un cambio generacional que nos ha puesto en pie de igualdad con el resto de países de Europa, ya no se acepta la corrupción ni los tratos de favor y privilegios en la clase política. La ciudadanía no acepta que unos pocos se aprovechen de sus cargos públicos para conseguir prebendas, por no decir que no se permite el enriquecimiento personal a costa de representar a las personas en las instituciones. Conviene recordar que esa ha sido, precisamente, la causa del fin del Gobierno de Rajoy: la estrecha e íntima relación del PP con la corrupción.
Esta relación del PP con los casos más graves de corrupción y, sobre todo, su incapacidad para distanciarse de ellos, demuestran que el Partido Popular no está a la altura del cambio social que está viviendo España. Los casos de los presuntos máster fraudulentos son un ejemplo claro de ello: mientras que una ministra socialista no ha tardado más que 48 horas en asumir su responsabilidad, la expresidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, no dudó en arrastrar a su Gobierno a un calvario de semanas para, al final, dimitir por una cuestión ajena como fue un supuesto hurto en un supermercado. Su caso se ha judicializado y sigue en los tribunales.
Mención aparte merece el actual líder del PP, Pablo Casado. La sombra de su máster lleva persiguiéndole desde hace medio año sin provocar ninguna reacción de estupor o indignación entre los conservadores. Lejos de ello, en este periodo de tiempo le han elegido como su presidente. Inaudito y un reflejo claro de que socialistas y populares no somos lo mismo.
La cultura política española ha cambiado. Afortunadamente, la ciudadanía es más exigente y eso redunda en una mayor calidad de nuestra democracia. Pero para que ésta mejora sea plena, es necesario que la derecha y su líder, Pablo Casado, tomen nota. Y que asuma sus responsabilidades.
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