¿Error casual o causal?
Esta semana la derecha política, en acción coordinada con la mediática, nos ha deleitado con un ejercicio impúdico de manipulación siguiendo fielmente el manual de propaganda
Esta semana la derecha política, en acción coordinada con la mediática, nos ha deleitado con un ejercicio impúdico de manipulación siguiendo fielmente el manual de propaganda nazi. Todo a cuenta de la ratificación por parte del Tribunal Supremo de la sentencia que condena a los integrantes de la trama Gürtel a más de 300 años de cárcel, reconoce la existencia de la caja B del PP (aunque se juzga en otra causa) y condena a este partido como responsable a título lucrativo a devolver más de 245.000 euros. Una sentencia durísima, con 1.843 folios, que el PP quiso reescribir edulcorándola a partir de un eventual error en el comunicado de prensa remitido por el alto tribunal.
Esa nota se emite a los distintos medios de comunicación sobre las 11 de la mañana del 14 de octubre. En su contenido se deslizaba que el Supremo consideraba “excesivas” las referencias a la contabilidad paralela del PP en la sentencia inicial de la Audiencia Nacional. Ese gazapo se erigía en la chispa que prendía la mecha de la estrategia de los populares y sus altavoces mediáticos. Durante horas, la derecha en todas sus vertientes pudo intoxicar a la opinión pública con que el fallo del TS desautorizaba las razones de la moción de censura que apeó (con toda razón política y fundamentación constitucional) a Mariano Rajoy del Gobierno. Para ello, se desplegó un nutrido muestrario de las enseñanzas goebbelianas. Todas las terminales empezaron a difundir esta mentira en la idea de que “repetida mil veces, se convierte en verdad” y poniendo en duda la inteligencia del pueblo español con las máximas de “miente, miente, miente que algo quedará” o que “la capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además tienen gran facilidad para olvidar”. Una salida en tromba y despreciando la verdad para intentar salvar la cara de un varapalo judicial de tanta enjundia o, al menos, generar dudas entre los españoles porque el ruido y la controversia dificultan la comunicación y la construcción de la realidad en el espacio público.
Pero en una cosa falló la campaña de confusión lanzada desde el búnker de Pablo Casado inspirada en el ‘catecismo’ del ideólogo nazi: la mentira pudo ser desmentida. Y es que se jactaba Goebbels de que “más vale una mentira que no pueda ser desmentida que una verdad inverosímil”. La lectura de una sentencia tan prolija requiere tiempo y algunos medios de comunicación ya se dieron cuenta a primera hora de la tarde de que la interpretación sesgada por parte del PP (y adláteres) distaba mucho de la verdad. La sentencia es inequívoca: el Supremo reconoce la existencia de la caja B y sólo puntualiza que no es objeto de esta causa y que se juzga en otro procedimiento.
Pues hasta diez horas después, desde casi las 11 horas, hora de difusión del primer comunicado, hasta poco antes de las 21 horas, los servicios de información del Supremo no remiten un mensaje de Whatsapp de corrección de la información inicial. En ese segundo texto, atribuido a fuentes del alto tribunal y escrito a uña de caballo a tenor de las erratas que presenta, se admite el “error”, se vincula la valoración de “excesivas” a un voto particular y no al fallo, y se piden disculpas. ¿Tanto tiempo necesitó el alto tribunal para darse cuenta del gazapo siendo la primera noticia en todos los informativos de radio y televisión, cabecera en todos los medios digitales y tendencia en las redes sociales a lo largo de la jornada?
El castillo de arena construido por la derecha con mentiras se derrumba con estrépito. Sin embargo, el PP y sus compañeros en esta maniobra ignominiosa mantienen sus posiciones. Por supuesto, las portadas de medios conservadores desechan la rectificación del alto tribunal y prosiguen con la farsa. Y siguiendo a Goebbels, “si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”. De ahí, por ejemplo, el comunicado de Mariano Rajoy hablando de “reparación moral” frente a la tozudez de los hechos y la contundencia de la sentencia. Erre que erre, que la realidad no te estropee una pérfida patraña.
En el menos grave de los escenarios, la derecha se sirve de un error casual para tejer una cortina de humo sobre la verdad y manipular un fallo que describe al PP como corrupto sin matices. Y para los malpensados siempre quedará la sospecha de si se trató de un desliz causal para favorecer esta huida hacia delante de una derecha que se resiste aceptar que ya no están el poder y seguir crispando la vida política en España. Sea casual o causal, las vergüenzas del PP han quedado al descubierto. El efecto, escribió Ovidio, es para todos visible.