No todo en la paternidad es bonito: confesiones de un padre en crisis
En su último libro, Renato Cisneros ahonda en su crisis pospaternidad y revisa la idea de masculinidad: "Cargo con una impronta machista muy arraigada".
“2017 será recordado como el año en que Julieta nació y Perú retornó al Mundial”. Este es uno de los primeros pensamientos que cruzó la mente de Renato Cisneros (Lima, 1976) cuando comenzó a asimilar dos acontecimientos hasta entonces insólitos en su vida; estaba a punto de ser padre de una niña y la selección peruana de fútbol iba a luchar por la Copa del Mundo en Rusia.
Lo que en ese momento no sabía el escritor es que ambos hechos se le atragantarían, aunque de distinta forma: el segundo por efímero (Perú cayó eliminada en la fase de grupos), el primero por todo lo contrario.
“La expectativa por ser padre siempre está condimentada por la maravilla y la incertidumbre, por la sensación de que va a ser algo que cambiará tu vida para bien, pero también por el miedo paranoico —al menos en mi caso— de que no todos esos cambios van a ser necesariamente positivos”, explica Cisneros a El HuffPost Life. Es en esa espera cuando “se fueron cuajando una serie de resistencias y tensiones” que derivaron en Algún día te mostraré el desierto (Alfaguara), su personal diario de paternidad que acaba de llegar a las librerías españolas. La vida del autor ha cambiado mucho desde que mandara a imprimir esas páginas (sin ánimo de hacer spoilers), pero hay algo muy importante que sigue ahí: Julieta, a quien va dirigido el diario y cuyo nacimiento —el antes, el durante y el después— marca el eje del libro.
Cisneros, que en Perú se hizo famoso por un blog titulado Busco novia, ya no es aquel “treintañero que contaba sus aventuras de fin de semana”, algunas de ellas “terriblemente machistas”, según reconoce el propio autor. “Hoy, casi 13 años después de escribirlo, hay partes que leo con cierto espanto”, cuenta. Y al mismo tiempo que se avergüenza de aquellas machistadas, espera que su hija no tenga que enfrentarse a episodios similares en su vida. “Ahora, siendo papá de una niña, me enfrento a ese momento futuro en el que ella empiece a salir con chicos. Y para entonces espero tener mi machismo mucho más neutralizado”, confiesa.
Aunque Julieta no sabe leer todavía —tiene 2 años—, es ella “la lectora ideal” en quien pensó su padre a la hora de escribir Algún día te mostraré el desierto: “Me emociona saber que en el futuro tenemos una conversación pendiente sobre el año turbulento que precedió su nacimiento”.
Y lo de “turbulento” lo dice con motivos. La llegada de su hija sumió a Renato Cisneros en una crisis —un desierto— “en la que tantas personas pueden caer cuando se sienten sacadas de su centro” y de la que no ha salido completamente ileso.
“En mi vida cambiaron muchas cosas muy rápido. Me exilié, me vine a vivir fuera de Perú [a España], me casé, tuve una hija y publiqué un libro sobre mi padre que en Perú fue tremendo. A veces me da la impresión de que no he terminado de digerir ninguna de esas situaciones y que el clímax de esa crisis ocurrió cuando Julieta llegó al mundo”, explica. “Pero poco a poco vas encontrando la manera inteligente de administrar tu tiempo, y todo lo que antes era muy importante para ti pasa a un segundo plano cuando hay una vida que depende directamente de la tuya”.
En estos dos últimos años, Cisneros ha aprendido a distinguir lo necesario de lo superfluo, pero también el significado de la responsabilidad y del miedo.
“Nunca había tenido sentido de la responsabilidad, ni con los trabajos, ni con los estudios… Si algo ocurría mal, había alguna manera de enmendarlo. En cambio, ahora siento que no puedo fallar y, sin embargo, es inevitable fallar. Fallar es el verbo más asociado al hecho de vivir”, reflexiona. “Lo otro es el miedo, que nunca antes había tenido. Hoy tengo recurrentes pesadillas. Cuando en alguna noticia hay niños involucrados, inconsciente y automáticamente les pongo el rostro de mi hija. Es un poco neurótico, pero ocurre. Ahora sí que siento miedo por primera vez”, revela el escritor.
Pese a los miedos y a las dudas, Renato Cisneros ya tiene asumido que “ser padre es eso: no volver a dormir tranquilo nunca”. Pero entiende que no todo el mundo esté dispuesto a hacer esa concesión: “No todas las personas tienen esa cuota de generosidad, de entrega, de desprendimiento que exige la paternidad”.
¿Y no teme que algunas personas descarten la idea de tener hijos al leer su libro? “Es que creo que mucha gente debería echarse atrás, hay gente que claramente no debería reproducirse”, responde Cisneros sin dudar. “Lo vemos todo el día en las noticias o en casos que nos llegan por distintas vías. Hay una suerte de imposición cultural que nos lleva a pensar que la realización personal pasa por el matrimonio o por la reproducción, por el mantenimiento de la especie”, afirma. ”Por eso a la larga hay tantas familias destruidas, tan alto índice de abandono de hogares por parte de los padres, que quizás si hubiesen pensado antes si estaban verdaderamente hechos para ser padres se lo habrían pensado dos veces”.
Ese padres no está dicho en masculino por azar. “Creo que en todo el mundo el índice de abandono por parte de padres es significativamente mayor”, sostiene Cisneros. “Y eso responde, por un lado, a la cobardía, la falta de agallas para llevar el proyecto familiar adelante, pero por otro también a que muchos hombres no pensaron que tendrían tanto miedo cuando eso ocurriera”, teoriza.
Él, aunque experimentó dicho miedo, fue capaz de reconducir la situación a base de terapia, de empeñarse en no reproducir los fantasmas de su propio padre, de “poner nombre a esos demonios con la literatura”, y también gracias a la armonía que le da Julieta. “Mi hija saca cosas de mí que ninguna otra experiencia sacaría; por primera vez siento un amor del todo desinteresado”, afirma. “Un hijo te salva de la banalidad. Te convierte en alguien importante”, dice en el libro. Y, sin embargo, el autor reconoce que hay “hombres a los que la paternidad, lejos de ensalzar algún tipo de atributo, los ha convertido en seres más pálidos, más grises, más enojados”.
“Igual que la sociedad se ha equivocado históricamente al subestimar el papel de la mujer, también se ha equivocado sobreestimando el papel del hombre”, opina el escritor. “A los hombres nos llenan la cabeza diciéndonos que tenemos que convertirnos en cabeza de familia, en el jefe de la tribu, en el proveedor… y uno llega a pensar que, efectivamente, si no te reproduces, si no llegas a experimentar la paternidad, tu vida no está del todo hecha. A veces te ponen en una posición supervulnerable”, reconoce. Porque, pese al “consenso más o menos generalizado de que cuando el hombre cumple 40 años debe tener la cabeza bien asentada, ser resoluto, seguro y tener claro el panorama. No a todos les pasa”.
A Renato Cisneros no le pasó, y no encontró nadie con quien hablarlo “porque decir ‘tengo miedo de ser padre’ es un signo de debilidad, y uno no quiere mostrarse débil ni con su compañera, a quien más bien hay que tratar de proyectar seguridad; ni con sus colegas. A los hombres nos cuesta —a unos más que a otros— hablar de nuestra sentimentalidad, de lo que nos vuelve frágiles”, zanja.
Por eso su último libro surge también con el afán de revisar una masculinidad hasta ahora con tintes tóxicos. “Antes de que naciera Julieta tenía el deseo silenciado de que fuera un varón”, confiesa. “Porque cargo, como mucha gente de mi generación, con una impronta machista muy arraigada. Crecí en un país machista, en una sociedad machista, donde era normal que las mujeres tuvieran asignada una serie de roles secundarios y los hombres cobrasen todo el protagonismo”.
“Luego despiertas y tratas de adherirte a la causa feminista”, explica. Pero eso implica “una reeducación muy jodida para alguien que ha crecido viendo normalizado todo ese sistema”, admite. “Por eso pienso también que tener una hija en este tiempo es una maravillosa oportunidad para empatizar con la psicología femenina desde el inicio y sufrir con ella el mundo desde el minuto uno. Una niña te obliga a ver, a padecer y a disfrutar todas las circunstancias que vive, pero desde la óptica de un hombre que quiere revisar sus conceptos. Y eso me parece genial”.
Después de tantas dudas y tantos miedos, después de desear que su hija fuera niño, ahora Renato Cisneros ha cambiado “drásticamente de perspectiva”. “Si vuelvo a ser padre —que lo dudo, pero no lo descarto—, me gustaría que fuera mujer”, lanza. “Los hombres ya me parecen tontorrones, problemáticos… Lo veo con los hijos de mis amigos: no hablan, son torpes. Mi hija tiene 2 años y habla todo el tiempo, es una maravilla”.