Pau Solanilla, experto en diplomacia: "Hay un malestar de Marruecos porque no se ha sentido importante para España"
Entrevista con el exasesor del Ministerio de Exteriores y del Parlamento Europeo: "Hay que sentarse con los marroquíes sin reloj".
Pau Solanilla (Barcelona, 1970) conoce muy bien Marruecos y las relaciones que mantiene con España. Este consultor en diplomacia, comunicación y desarrollo de negocio ha trabajado como asesor para el Ministerio de Asuntos Exteriores y para el Parlamento Europeo. Ahora, es el responsable de participación global de Mobile World Capital.
Solanilla ha pasado mucho tiempo en Marruecos, donde ha sido director regional del Grupo Magtel, una empresa de energía, y director de una consultora de negocios en el norte de África. Lleva tiempo avisando de la crisis que se ha desencadenado en Ceuta, donde hasta 8.000 personas han cruzado la frontera gracias a la permisividad del gobierno alauí que ha desencadenado un conflicto diplomático sin precedentes. Y avisa: “Si España y Europa responden con brocha gorda, Marruecos va a apretar más”.
¿Qué hay detrás de esta nueva crisis con Marruecos?
Esta crisis es una llamada de atención de Marruecos a España y a la Unión Europea en la que España es la damnificada. Soy de los que piensa que la cuestión del Sáhara y haber recibido al secretario general del Polisario en un hospital no es la causa, sino la consecuencia. Es decir, hay un malestar de Marruecos porque no se ha sentido importante para España y la Unión Europea en los últimos tiempos, probablemente porque la pandemia nos ha hecho mirarnos a nosotros mismos. Marruecos ha tenido que salir de la pandemia sola, sin más medios que los propios. Ellos no tienen el colchón de fondos europeos. Además, creo que les ha herido el orgullo que desde España se dijera que no había ningún problema con Marruecos. Y en el mundo árabe el orgullo es más importante que la relación. Ellos empezaron con la llegada de inmigrantes a Canarias, pero como no les constó que España y la Unión Europea se lo tomaran en serio han ido a un nivel superior.
¿Qué capacidad de actuación tiene España como Gobierno en esta crisis?
Lo primero en una crisis es reconocer que tienes un problema. Llevamos meses con roces. Y hasta el día de hoy nadie ha reconocido que teníamos un problema. Y había varios de baja intensidad. Esa abnegación ha hecho que Marruecos haya tolerado esta avalancha migratoria. Por lo tanto, el Gobierno español tiene que reconocer que hay un problema y gestionarlo con inteligencia. Ahora es previsible que veamos un discurso de defensa patria, que está bien y es normal porque hay que parar la avalancha y la crisis humanitaria. Pero eso, que forma parte de la gesticulación político-institucional, es poco útil para resolver nada. Aquí lo que hay que hacer es reducir la tensión con empatía, que no significa estar de acuerdo con Marruecos, sino intentar entender su postura. Y, a partir de ahí, reconstruir la relación de confianza.
¿Y cuál es la de la Unión Europea?
La Unión Europea tiene que, más allá de la solidaridad con España y con la frontera, exigir a Marruecos que pare. Pero hay formas y formas. Poner excesivo acento en lo declarativo no ayuda. Creo que hay que hacer las declaraciones muy medidas e, inmediatamente, sentarse con los marroquíes sin reloj. Los diálogos con Marruecos son largos, intensos… pero hay que mantener el tipo y jugar la partida. Hay que dar atención y evitar declaraciones abruptas y excesivamente firmes. Se puede ser firme en el fondo y elegante en las formas. Y ya hay instrumentos suficientes de cooperación con Marruecos en inmigración y en términos económicos…
¿Por qué está Marruecos molesto?
Creo que hay algunos elementos evidentes y otros que no lo son tanto. El primero es la cuestión del Sáhara. En Marruecos se ha reforzado el posicionamiento sobre el Sáhara gracias al reconocimiento de EEUU y a las relaciones diplomáticas con Israel. Se sienten más fuertes. Por lo tanto, pide a España que se acerque a sus posturas. Marruecos sabe perfectamente que España no puede pasar de la noche a la mañana a defender la postura de Marruecos, ahora bien, quizá no haber comunicado a Marruecos la entrada del líder del Polisario en España, que le hubiera sentado mal igualmente, pero que si se lo hubiera comunicado el Gobierno español, Marruecos hubiera apreciado el gesto. Y fue el servicio secreto marroquí el que levantó la noticia. Ahí hay un elemento de desconfianza. Y luego hay elementos también socioeconómicos. Hay detalles que la prensa española no ha recogido, como las barreras a la exportación de la industria agroalimentaria de Marruecos a través de España hacia Europa. Eso ha generado malestar. No todo es el Sáhara.
¿Hasta qué punto puede tensar la cuerda Marruecos?
Creo que vamos a tener unos días más de crisis. No hemos llegado al zenit. Es posible salir si hay finezza, que se pueda desescalar... La llamada a consultas a la embajadora por parte de la ministra… en fin, la dialéctica de defensa del interés patrio, sino se mide bien puede hacer que esta crisis dure algunos días más. Pero creo que Marruecos no tiene la voluntad de ir más allá. Si España y Europa responden con brocha gorda, Marruecos va a apretar más y a seguir manteniendo la presión, aunque se autolesione, porque el orgullo es más importante.
¿Se puede convertir España en una nueva Grecia con campamentos de migrantes en la frontera?
No. De ninguna manera. Esto es un hecho grave pero hay que volver a encauzar las aguas por la vía diplomática. Hay que atender y entender la sensibilidad marroquí que, insisto, no es compartir. Quieren un diálogo privilegiado, estrecho, con intensidad… Es una llamada de atención seria ante una relajación de la mirada de España y Europa a Marruecos.
¿Por qué vienen tantos menores? ¿Forma parte de la estrategia?
No necesariamente. En la zona del norte, colindante con Ceuta y Melilla, viven muchos niños. En Castillejos hay una larga tradición de intentar entrar en España y al hacer la vista gorda se ha generado una bola de nieve y un efecto llamada. Como la primera noche funcionó bien, rápidamente se ha hecho un efecto llamada. Y en las redes sociales marroquíes se han colgado imágenes de gente subiendo en bus hacia el norte. No está necesariamente organizado por el Gobierno marroquí. Y la cuestión de los menores es que no les puedes repatriar tan fácilmente.
¿Confía en la capacidad diplomática de España y de la ministra de Exteriores para resolver la crisis?
Sí, España tiene la capacidad para gestionarlo, pero el Gobierno tiene que encontrar la vía eficiente que no es necesariamente la que le ponga a presión la opinión publicada o algunos partidos. Vamos a ver declaraciones agresivas, apelando al Ejército y a la superioridad militar. Creo que el Gobierno debería evitar eso y, como digo, ser firme en el fondo pero muy elegante en las formas. España tiene la experiencia, la capacidad, la simpatía y la complicidad con Marruecos, pero hay que recuperarla. Y es muy importante encontrar personas que, desde la discreción, vuelvan a tender puentes. Hay una vía diplomática formal pero las relaciones informales pueden ayudar mucho. No quiero dar nombres, pero hay personas con capacidad para ayudar en este proceso.
¿Juan Carlos I es una de ellas?
No. No estoy pensando en el rey emérito.
¿Hasta qué punto se ha podido ver acrecentada esta crisis por la ausencia del rey emérito, que tiene una buena relación con el reino alauí?
No creo que sea fundamental. Hay una liturgia o una mitología de que el hoy rey Mohammed VI llamaba tío a Juan Carlos I… Hay una simbología, es verdad que las casas reales tienen buena relación, pero hace ya muchos años que no es central. El rey Mohammed VI tiene criterio propio y dinámica propia. Más bien en los últimos tiempos España ha estado mirando hacia otro lado y los marroquíes se han sentido minusvalorados.