Moha Gerehou: “Nadie, nunca, aunque pasen los años, me va a considerar español”
El periodista denuncia el racismo institucional y la falta de políticas antirracistas: "La condena desde la izquierda, o el decir ‘yo no soy racista’, no sirve de nada".
Hubo una época en la que Moha Gerehou no incluía el soninké en su currículum, pese a ser su lengua materna, la que le enseñaron sus padres, procedentes de Gambia, cuando él nació en Huesca (España) en 1992. Si hubiese sido el italiano, “lo habría puesto lo primero”, reconoce ahora el periodista.
Gerehou tardó un tiempo en reconciliarse con esos orígenes, con esa dualidad —“África en casa, Europa en la calle”—, sobre todo porque los mensajes que le llegaban iban siempre en la misma dirección: lo negativo era lo africano, a lo europeo no se le ponía pegas. Ahora sabe que no tiene por qué elegir entre identidades que no son excluyentes y, sin embargo, también sabe que se morirá en España “siendo extranjero”. No es lo que dice su DNI (español), pero sí lo que le dicen las miradas que recibe por la calle, los comentarios de la gente con la que se encuentra “de primeras”, los insultos de Twitter, o las paradas policiales porque sí.
Ahora Gerehou publica Qué hace un negro como tú en un sitio como este (Península) para explicar que el racismo no ocurre sólo en Estados Unidos, que va más allá de ser objeto de anécdotas humillantes y que también viene del Estado y de las decisiones de los Gobiernos, que pueden hacer más por el antirracismo con una reforma de la Ley de Extranjería que poniendo una cara negra en sus listas.
¿Cuándo fuiste consciente por primera vez del racismo?
No tengo un recuerdo claro de ello. Uno de los recuerdos más nítidos que tengo es en el fútbol. Me apunté con 7 años, y ya desde ese momento te empiezas a dar cuenta de lo que supone tu color de piel, por los comentarios que vienen tanto a nivel del equipo (con las bromas de sí tenemos el pene grande) como de los contrarios, que lo utilizan en el juego. Empiezas a darte cuenta de que tu color de piel marca una diferencia, de que te suceden cosas relacionadas con eso, y que esas cosas nunca suelen ser positivas.
En el libro cuentas que el racismo está en todas partes. ¿También se da entre amigos, o incluso entre parejas?
Sería muy naíf pensar que el racismo no se cuela en las relaciones de amor; claro que lo hace. Lo vemos cuando, en una pareja interracial de un hombre blanco y una mujer negra latinoamericana, el entorno generalmente percibe que esa mujer no está con ese hombre por amor, sino por cualquier otra cosa, ya sea interés económico, interés social, papeles u otras cuestiones.
Yo estuve en una relación de pareja en la que la otra persona me decía que tenía dudas sobre si presentarme o no a sus padres porque no sabía cómo iban a reaccionar, intuyendo que esa reacción iba a ser negativa. Eso existe, y es algo que hay que abordar. No hay que aplicar esa lógica del ‘no, yo es que no veo colores en mi pareja’, lo cual es cierto; pero no deberíamos caer en el error de ignorar la cuestión racial, porque es algo que está ahí. Es mucho mejor reconocerlo, abordarlo y ver qué peligros entraña que hacer como que no existe. ¿Por qué haces que no existe si fuera el mundo sí sabe que existe, y que la gente te va a juzgar por eso?
Tú naciste en Huesca, pero no accediste a la nacionalidad hasta pasado un tiempo…
Sí, hasta los ocho años.
¿Para ti, supuso algo que un documento dijera oficialmente que eras español?
No, porque, al final, vale, tienes un documento que dice que eres español, pero yo sé que voy a morir aquí en España siendo extranjero, porque sé que nadie, nunca, aunque pasen los años, me va a considerar español, por lo menos de primeras. Sigue existiendo esa idea estereotipada de lo que es ser español, que en este caso es una persona blanca, y todo lo que se salga de ahí, no somos considerados españoles de primeras.
España no reconoce ni su historia ni su presente a nivel racial. No reconoce como iguales al pueblo gitano, aunque lleven aquí cinco siglos, no reconoce la historia de los árabes durante 700 años, de la que proviene la inmensa mayoría de la población española, no reconoce que hasta hace 50 años Guinea Ecuatorial era una provincia española por el colonialismo, igual que el Sáhara Occidental, no reconoce su relación con Latinoamérica y no reconoce que tiene África a 14 kilómetros, y que hay dos territorios españoles directamente dentro de África. Ese estereotipo de español como sinónimo de persona blanca no existe, no es la realidad de la calle.
Si la Ley de extranjería es de por sí bastante dura, ¿cómo se hace para regularizar los papeles cuando ni siquiera sabes leer, como fue el caso de tus padres?
Con ayuda. La mayor forma de hacer antirracismo que hemos encontrado hasta ahora ha sido a través de los vecinos, de los amigos, de la micropolítica, de los afectos. En el caso de mis padres, Fernando Morlán, un señor de una aseguradora, se hizo colega de mi padre y le ha ayudado en todo. Mi padre a él le debe casi la vida, por así decirlo, porque él no sabe leer y mi madre tampoco. El hecho de tener una red es lo que les ayuda a subsistir. Y también es lo que contribuye a que determinadas comunidades se concentren en algunas ciudades o algunos barrios: el poder llegar a un lugar y encontrarte con gente que habla tu idioma y que te puede ayudar con ese proceso inicial para enfrentarte a las trabas burocráticas de la Ley de Extranjería.
Para hacer frente a ese racismo estructural se han utilizado las redes y los afectos. La cuestión es que, en primer lugar, no es suficiente y, en segundo lugar, no soluciona el problema, sino que lo sortea. Por eso se necesita ir a soluciones políticas que no generen ese problema.
Aparte de negro eres musulmán. Imagino que esto también pesa, para mal, cuando eres objeto de prejuicios y discriminación.
Es una mochila más con la que vas cargando. Creo que hay una serie de conflictos de identidad que tienen más que ver con lo que se ha construido en la sociedad que con uno mismo. Por ejemplo, muchas veces tuve conflicto de identidad con mi parte de origen africano y mi parte más europea, y sentía que constantemente tenía que elegir entre una u otra, y entendía que elegir lo europeo era lo bueno y lo africano era lo malo. ¿Qué es lo que hace que uno sienta que esas identidades son excluyentes y qué es lo que hace que la balanza siempre caiga del lado bueno para lo europeo?
Yo no reconocía el soninké a pesar de ser un idioma que se habla en Gambia, que lo hablo en casa con mis padres y que domino, pero no lo ponía en el currículum, y no lo hice durante mucho tiempo. Si hubiera aprendido italiano, lo habría puesto lo primero en el currículum. Todo lo proveniente de África se considera como algo inferior.
Ahora pongo el soninké en el LinkedIn como idioma nativo, y estoy orgulloso de ello aunque igual aquí en España no me abra puertas a un trabajo. Tampoco encuentro muchos empleos que pidan el italiano como requisito.
Hubo un tiempo en que recibiste amenazas por redes. ¿Cómo te sentiste con eso?
Al principio, pecaba de esa masculinidad que me hacía decir que a mí eso me daba igual. Luego te das cuenta de que no, de que es una mierda y lo pasas mal. Tú mismo te empiezas a autocensurar, y entonces decides no poner ese tuit, o lo pones pero de una manera mucho más light. Y ahí hay un fracaso. Ahora estoy en el punto de buscar mecanismos para sobrellevarlo. Ahora mismo respondo a muy pocos tuits, trato de no ver mucho las menciones. Es una defensa propia.
¿Y sabes de dónde vienen esas amenazas?
Hay de todo. Ahora sé perfectamente cuándo un tuit mío llega a Forocoches, porque de repente en media hora me llegan cien respuestas. Lo descubrí por un amigo que tenía acceso a Forocoches, porque yo tenía sospechas, y efectivamente era así. Al final, suelen ser simpatizantes de Vox, españolistas acérrimos, gente abiertamente racista o de grupos de ultraderecha.
El racismo ya existía antes de Vox, pero ¿qué ha supuesto su entrada en los órganos de representación?
Hay una legitimación de ese racismo cuando lo ves en las instituciones, cuando lo ves en representantes públicos, cuando ves que ese racismo no tiene respuesta, o cuya respuesta desde la izquierda es decir ‘nosotros condenamos esto’. La condena, o el decir ‘yo no soy racista’, no sirve de nada. Me parece fabuloso que no hagáis proclamas racistas como los otros, eso es lo básico. Ahora bien, ¿qué se está haciendo en materia de antirracismo?
El caso de los menores migrantes ha sido paradigmático. La respuesta a los carteles racistas [de Vox] no puede ser la condena, y ya está; tiene que ser decir: ‘Vamos a proteger los derechos de los menores migrantes tutelados para que no acaben en situación de calle, para que no sean excluidos de la sociedad y no puedan ser criminalizados por este grupo’. La razón de ser de un partido como Vox, y de su racismo, es la propia existencia del racismo institucional. Sin ese racismo institucional, Vox no tendría argumentos sobre los que sustentar su campaña. Sin embargo, saben que ser racistas es algo que da votos.
¿Por qué empatizamos más con el caso de George Floyd que con los casos de racismo que se dan en España?
Porque tenemos muchísimo mayor conocimiento del racismo que ocurre en Estados Unidos que del que ocurre en España. Por la hegemonía cultural de Estados Unidos, nos llega mucho más de los casos y las historias que suceden allí. También nos ha llegado mucho más contenido antirracista de los activistas de allí. Pero eso no es una cuestión de Estados Unidos; también lo tenemos aquí en España, y se manifiesta de formas muy particulares por su historia y su cultura, pero la matriz es la misma.
Las paradas [de la Policía] sobre las personas negras se dan igual de desproporcionadamente en España que en Estados Unidos que en Reino Unido. Los datos y las experiencias están ahí. La diferencia es el contexto cultural y político de cada país. Estados Unidos tiene una relación muy particular con las armas, y por tanto muchos encuentros pueden acabar en disparos que acaban con las vidas negras. Aquí en Europa, las consecuencias pueden ser distintas, y acabar con las personas en un centro de internamiento para extranjeros (CIE).
En una entrevista en La Vanguardia criticabas las campañas de famosos, como Sara Carbonero, que colgando una foto en Instagram con niños negros piden ayuda para África. ¿Se nos han ido de las manos este tipo de campañas?
Me hago la pregunta de por qué en estos casos no sólo no nos escandaliza, sino que nos parece bien; pero si ahora mismo Joe Jonas coge y pone un post en Instagram de que cada like o compartido es una vacuna para los niños españoles, se montaría tremendo escándalo en España. ¿Cómo que la vacunación de nuestros niños depende de un post de Joe Jonas? ¿A dónde hemos llegado? Pues es exactamente lo mismo.
Se ha asumido que todo vale para ayudar a ‘los niños africanos’, que cualquiera puede hacerlo, independientemente de que tenga o no conocimientos, y de que eso es el bien. Y no es así. Desde Europa, desde la gente blanca, se asume que hay que ayudar, ayudar y ayudar a África. Evidentemente, no voy a criminalizar la solidaridad, pero ¿desde qué posición se hace? Y, sobre todo, si vamos a las causas, ¿qué es lo que está provocando que haya que ayudar constantemente? Lo que lo está provocando es el constante expolio de los recursos en África por parte de las grandes empresas. La desproporción de lo que entra a África por ayudas y lo que sale por beneficios de las empresas es enorme. Esto nos explica que el colonialismo sigue vigente, que sólo se ha transformado, que mientras esas relaciones coloniales no desaparezcan no va a haber una solución a la migración, y que mientras siga habiendo industrias y grandes ONG que giran en torno a eso, y que les conviene, esta situación se mantendrá. El ejemplo de las vacunas es muy claro: si ves el mapa de la vacunación por países, es un mapa exacto del colonialismo.
En esta legislatura va a haber un representante negro y migrante en la Asamblea de Madrid. ¿Qué supone esto para el colectivo y la lucha antirracista?
Es una buena noticia la entrada de Serigne Mbayé, porque además lo conozco personalmente y sé que va a llevar las demandas antirracistas al partido y a la Asamblea de Madrid. Creo, también, que los partidos políticos no tienen que quedarse sólo en poner una cara negra y ya está, porque eso es peligroso; lo hemos visto en el caso de Vox, en qué sentido utiliza a las personas negras que tiene en el partido. El antirracismo se hace con trabajo diario, y con medidas y acciones concretas.
Mi padre se va a morir votando al PSOE sólo por la regularización [de migrantes] que hizo Zapatero en el 2004, porque aunque a él no le afectó, sí permitió que mucha gente de su alrededor pudiera regularizar su situación. Mi padre se ha quedado con esa acción, porque sabe que mejoró la vida de la gente de su alrededor. Es evidente que no te puedes quedar sólo con eso, pero sí creo que tomar decisiones que mejoren la vida de la gente racializada es lo que, en última instancia, va a hacer que las formaciones de izquierdas ganen los votos de esta parte de la población, y no sólo poner a un representante negro.
Hablando de regularizaciones, Aznar también lo hizo. Tu padre podía haber elegido votar al PP…
Efectivamente, pero la que afectó al entorno de mi padre fue la del PSOE. También es importante señalar que dentro de la población negra y la población migrante racializada, existe la diversidad política que existe en cualquier ámbito. Hay gente negra de derechas, muy de derechas, y ahí tenemos el caso de Ignacio Garriga [Vox], y hay gente negra de izquierdas, muy de izquierdas. Así que dentro de esa afinidad ideológica, también entiendo que habrá gente que diga: ‘Voto al PP porque a mí esa regularización de Aznar me salvó la vida’. Yo aspiro a que las políticas antirracistas sean algo transversal, igual que existe esa pedagogía feminista, que está más avanzada que la antirracista, y se entiende que las políticas feministas no tienen que estar sólo en el Ministerio de Igualdad, sino en todas las políticas. Ese es el modelo al que aspiro.
En cualquier caso, sorprende que hubiera una época en la que se podía aprobar una regularización masiva de extranjeros desde gobiernos del PP y del PSOE. Ahora, con un gobierno progresista, con una pandemia de por medio, no se ha hecho.
Entre otras cosas, creo que la entrada de un partido de extrema derecha sirve para eso, para llevar las posiciones políticas más hacia la derecha. Creo que el PSOE está pensando tanto en los votantes de ‘centro’ —esa quimera— que podría perder con una medida así que no piensa en todos los votantes que tendría gracias a una regularización. Está pensando en otros criterios que no tienen que ver con los derechos humanos. Si dices que tienes esa defensa de los derechos humanos, lo demuestras con acciones. Si no permites que la gente pueda renovar su NIE [número de identidad de extranjero] por un colapso en las citas y, por este motivo, esa gente no puede desarrollar sus derechos fundamentales, estás contribuyendo a la exclusión. En este caso, el responsable es el Gobierno de PSOE y Unidas Podemos. Y es ahí donde hay que empezar a señalar y mirar.