García-Margallo: "Si el PP quiere subsistir, tiene que ser un partido de centro"
Entrevista al exministro de Exteriores y eurodiputado: "Estoy mucho más cerca de Vox que de ERC o Junts".
Bajo la televisión en el salón se apilan varios DVD: dos temporadas de House of cards y La gran belleza, de Paolo Sorrentino. Pura fantasía política y estética. Y en las esquinas dos mesitas repletas de portarretratos de plata con fotos suyas con Juan Carlos I y Felipe VI. También hay instantáneas de familia del Consejo de Ministros en las escalinatas de La Moncloa y una en un velero con Mariano Rajoy y su esposa en bañador felices surcando el Mediterráneo.
Es el hábitat más íntimo de José Manuel García-Margallo. Abre las puertas de su universo para hablar de sus Memorias heterodoxas. De un político de extremo centro. Vuelca su vida en estas páginas, desde aquel joven que se apuntó a los 16 años a la Juventudes Monárquicas Españolas hasta aquel momento en el que fue cesado como ministro de Exteriores por Mariano Rajoy y tuvo que escuchar el reproche del presidente del Gobierno en su despacho: “José Manuel, tu problema es que tienes un ego estratosférico”.
Ese ministro que vivió aquellos meses finales como la novela Los diez negritos, de Agatha Christie, con los ‘sorayos’ intentando eliminar del Ejecutivo a los amigos de toda la vida de Rajoy y preparando la sucesión. García-Margallo (Madrid, 1944) se confiesa en esta entrevista y se muestra preocupado por que Sánchez quiere “rematar el proceso de Zapatero” y “mutar a España en una “nación de naciones”. Sobre su PP lo tiene claro: “Si quiere subsistir como proyecto político, tiene que ser un partido de centro”. Y, a pesar de las críticas que le llegaron hasta de su propia Moncloa, “sin duda volvería a debatir con Junqueras en televisión”.
No se preocupen, no se ha quedado dormido. Fueron apenas 20 segundos en el Parlamento Europeo, confiesa, tras dos días sin casi pegar ojo por compromisos de trabajo. Carne de meme. Se defiende: “Se me puede acusar de todo, pero de jeta no”.
Una vida resumida en 462 páginas. Si cerrara los ojos, ¿con qué momento político se quedaría?
La primera sesión de las Cortes Constituyentes, cuando Adolfo Suárez, que se había quitado la camisa azul un día antes, se levanta para saludar en mitad del Hemiciclo a Dolore Ibárruri ‘la Pasionaria’. Esa escena fue la imagen más clara de que se había producido la reconciliación nacional y que todo era posible una vez que las dos Españas se reencuentran, reconocen y saludan.
¿Y cuál borraría?
Ninguno. Cada uno de los momentos, dulces o amargos, te deja una experiencia que siempre es aprovechable. La etapa más difícil, la que menos me gusta, es precisamente la que estamos viviendo ahora. Lo que se está haciendo es negar todo lo que hicimos en la Transición y que he resumido en esa imagen. Si entonces todo fue posible y queríamos la reconciliación y que no volviese a surgir la imagen de las dos Españas, ahora a partir de Zapatero, y más con Sánchez, se está insistiendo en lo que divide. Y se están volando los pilares o principios que hicieron posible la Transición: procedimiento -de la ley a la ley-, el método del consenso y la regla de prudencia.
Sánchez quiere rematar el proceso de Zapatero: mutar o convertir España como una nación que reconoce las autonomías, regiones y nacionalidades en una nación de naciones, sin que se sepan muy bien qué consecuencias jurídicas tiene eso. Y en segundo lugar, sustituir el concepto de Estado autonómico por uno federal, sin precisar por qué se hace. Se encienden todas las alarmas cuando se dice que va a haber una mesa de diálogo con el Govern, en la que se va a dilucidar, entre otras cosas, el tema de la autodeterminación y, sobre todo, se va a zanjar con una consulta en Cataluña.
Por cierto, este martes el exvicepresidente catalán Oriol Junqueras comparecía en el Parlament. Uno de los momentos que más se recuerda de su paso por Exteriores fue aquel famoso debate televisivo con él. ¿Lo volvería a hacer?
Sin ninguna duda. Después de haber debatido con Junqueras, lo he hecho con Artur Mas, Joana Ortega y Joan Tardá. Creo que la naturaleza tiene horror al vacío, y cuando se produce uno, alguien lo llena. Y se estaba produciendo en Cataluña porque nadie era capaz de esgrimir las razones de España frente a las de los que querían dinamitarla. La pedagogía y dar la cara allí es muy importante para arropar a nuestra gente que se sintió huérfana y convencer a los no convencidos de que España es un proyecto extraordinariamente ilusionante. Por lo menos, explicarles, a los que no te compran la idea, que estar dentro de España y de la UE es un buen negocio y estar fuera, malo.
¿Cree que algún día se verá una Cataluña independiente?
Estoy seguro de que no.
¿Les faltó política en el Gobierno de Rajoy en el tema de Cataluña?
Insisto en el libro en que las discreprancias que afloran son solo en aquellas cuestiones fundamentales que siguen sin resolverse para intentar que en ese proceso de solución se tengan en cuenta la experiencia acumulada. Fueron tres: la cuestión catalana, la reclamación de la soberanía de Gibraltar con la creación de una zona económica que satisfaga a aquellos españoles que les preocupa su futuro si se produce un cambio de situación en el Peñón y el tema del cambio y la modernización de las instituciones. Es evidente que el autonomismo catalán cambia al independentismo cuando España está inmersa en plena crisis económica. Eso provoca los indignados en Madrid y los indignados con barretina en Cataluña. Para salir de eso, creía y creo que había que modernizar las instituciones, empezando por la Constitución.
A partir de ahí, hubiese habido que hacer muchas modificaciones: recoger las nuevas libertades y derechos, haber convertido el Senado en la verdadera Cámara territorial, una delimitación de competencias claras, los principios de la financiación autonómica, un título sobre la UE. Una modificación de la Carta Magna que diera paso a esas otras grandes reformas de pactos por la Justicia, la Educación, por el Estado del Bienestar y el cambio del sistema económico. Todo eso, a mi juicio, podíamos y debíamos haberlo hecho en 2014 cuando teníamos mayoría absoluta y se había producido la abdicación del rey y la economía ya estaba saliendo. La financiación autonómica o la ley de lenguas habrían servido para ir dulcificando la cuestión catalana.
Tiene una foto aquí en el salón en un barco navegando con Mariano Rajoy y su esposa. ¿Han hecho ya las paces? En el libro se desprende un final un poco amargo con esos mensajes y esa conversación en Moncloa…
Después un atisbo de solución, pero luego el problema fue el que yo me alineé claramente con Casado, quiere decir, en contra de Soraya Sáenz de Santamaría. En fin, eso pertenece más bien a la esfera íntima y no tiene gran trascendencia para solucionar los problemas de España. La protagonista de este libro es España. Cuento la historia como la he vivido, no pretendo tener la verdad ni creo en los mirlos blancos. Las reflexiones sirven para solucionar los problemas del futuro.
En el libro hay una parte muy interesante que compara con Los diez negritos, de Agatha Christie. ¿Es tan mala Soraya Sáenz de Santamaría como dice la leyenda?
Vamos a ver. Aquí lo que hubo son dos escuelas de pensamiento. Una que era la liderada por la vicepresidenta y otra minoritaria, siempre he sido un menchevique, que era la mía y que se plasmó en diferencias en las tres grandes cuestiones que he dicho. Las discrepancias, insisto, son en cuestiones políticas que siguen vivas. Recordar lo que pasó puede servir para no cometer los mismos errores. No tengo toda la verdad. Ella ha tenido y supongo que seguirá manteniendo una tesis diferente. Pero yo creo mucho en la política, eh. Ser centrista no creo que sea una posición geográfica, eso es estar en medio. Significa una identificación con los principios y valores que están en las democracias liberales, que ahora están cuestionadas, empezando por los EEUU. Un compromiso con libertades y derechos, incluidas la igualdad de género y la no discriminación, la separación de poderes, la economía social de mercado, el respeto a las instituciones internacionales y el multilateralismo y una posición militante en favor de una Europa integrada e inclusiva que desemboque en los Estados Unidos de Europa… eso es ser un partido de centro.
Uno de los episodios más especiales que hemos vivido fue la primera repetición electoral del 2015 al 2016. En el libro recoge que se publicaron entonces rumores y noticias de que usted aspiraba a suceder a Mariano Rajoy. Incluso hubo una conversación, él le llamó bastante enfadado. ¿En algún momento aspiró a sucederle o se movió para ello?
Soy bastante consciente de mis vicios, virtudes y activos. No tenía posición en el partido, en ningún caso, para aspirar a esa sucesión, ni lo hubiese hecho. Interpretar que lo que se llamó el G-8 era un grupo para sustituir a Mariano Rajoy era perfectamente absurdo. Estaba compuesto por los que habían sido los amigos más cercanos a él, entre otras personas, Ana Pastor. Lo que le dije es que sería bastante absurdo que montara un grupo para conspirar contra él en el que incluyese a Pastor, Wert, Soria, Arias Cañete. Es verdad que eso se corrió y se utilizó en mí contra. Es verdad que hubo una reunión de empresarios en la que se barajó la sucesión de Rajoy como una solución para evitar una moción de censura. Se barajaron varios nombres, él dice que cuatro, y uno de ellos era el mío. Cuando me lo explicó Rajoy, le dije que no tenían el menor inconveniente en hablar uno por uno con las personas que se lo habían contado y que estaban en aquella mesa. Un episodio más en la pelea por ir exterminando a los que podían oponerse a la sucesión de Rajoy en la persona de Santamaría.
Es verdad que llegado aquel cambio de Gobierno con la segunda legislatura de Rajoy aquel G-8 casi desapareció…
Casi físicamente.
Hubo luego una conversación con Rajoy en la que le echó él en cara su “ego estratosférico”.
Eso fue cuando me cesó. Me dijo: “Tu problema es que tienes un ego estratosférico”. Y le contesté que problemas de autoestima no tengo, pero gracias a eso se ha logrado hacer un marco legislativo en el que nadie creía, una estrategia exterior, peleamos por el Consejo de Seguridad cuando todo el mundo me dijo que me retirara, todas las cosas que se hicieron en Exteriores que no eran las apuestas ganadoras cuando se iniciaron.
Llegarían luego las primarias de PP. En el libro dice que son unas memorias de un político “de extremo centro”. ¿El PP hoy es de extremo derecho? Parece bastante volcado hacia la derecha…
He puesto en libro la canción Libertad sin ira porque hay libertad y si no la hay, sin duda la habrá. Es decir, el Partido Popular si quiere subsistir como proyecto político, tiene que ser un partido de centro. Y no viene determinado, que también, por su posición entre dos fuerzas, una a su derecha y otra a su izquierda, que es donde estamos. Lo que viene perfilado como partido de centro es por la definición de todo eso que he llamado los principios básicos de las democracias liberales. Y UCD, a la que me remito por la nostalgia de los amores adolescentes, era un partido de centro. La gran virtud de UCD fue definirse como una fuerza que no era heredera de ninguno de los bandos que lucharon en la Guerra Civil. La gran virtud del PSOE fue en 1974 en Suresnes cuando Felipe González desbanca a las viejas glorias ancladas en el pasado de las dos Españas, que los españoles no querían volver a ver. Los partidos que de alguna manera heredan esa concepción o están lastrados por esa imagen, como AP y el PCE, juegan un papel muy importante pero es marginal. El PSOE completa esa marcha hacia el centro cuando González decide eliminar el marxismo y cierra el círculo después cuando pasa al movimiento atlantista. Con eso, el PSOE se garantiza una hegemonía hasta 1996 porque AP pasa a ser alternativa de Gobierno cuando muta a ser un partido de centro, cuando se convierte en el PP. Por eso, mi tesis: o aquí construimos un partido de centro o simplemente todo lo que está a la derecha del PSOE no tendrá posibilidad de ser alternativa. El secreto es doble. Primero, no presentarse divididos los que somos centristas y segundo, anclarnos en el centro. Separarnos de posiciones que parten de principios y postulados distintos, que son especies zoológicas diferentes a la nuestra.
Es muy revelador uno de los consejos que le da a Pablo Casado, como confiesa en el libro. “Sobre todo, le insistí en que no intentásemos parecernos a Vox, porque entre la copia y el original, se escoge siempre el original”. ¿Cree que el PP está copiando ahora como ha pasado con el veto parental los postulados del partido de Abascal?
El pin parental es una discusión completamente artificial. El tema de los derechos y los deberes naturales de los padres están consagrados en la declaración universal de 1948 y en la Constitución en el artículo 27.3. A partir de ahí, todos los decretos que establecen los currícula y las disposiciones de las comunidades tienen por definición que ajustarse a ese principio: reconocer el derecho de los padres a dar a los hijos la educación filosófica, moral y religiosa que esté de acuerdo con sus principios. Y todo lo que no esté ahí puede ser impugnado ante los tribunales. El pin parental era algo absolutamente innecesario, y en Murcia no había habido ninguna denuncia de este tipo. Por qué digo yo que el PP y Vox son distintos...
¿Por qué?
He intentando definir lo que es el PP, un partido incardinado en lo que son las democracias liberales. ¿Cuáles son los rasgos que definen a Vox? Quien no lo conozca haría bien en leer el libro que hizo Sánchez Dragó con Abascal. Hay una concepción distinta del mundo y de la vida. Abascal dice que no es rousseauniano, sino de Hobbes. ¿Qué decía Rousseau? El hombre es bueno por naturaleza y Hobbes decía que era malo. Por tanto, ojo al Cristo que es de vidrio. Eso es un mal comienzo. Cuando se habla de la historia de España, para Abascal es la Reconquista, la Conquista de América y la Guerra de la Independencia, omite todo lo que es la Ilustración, las Luces, el Liberalismo. En definitiva, aquello que fue el objeto de pugna de las guerras carlistas. Es obvio que nosotros no estamos ahí, somos profundamente liberales. En lo que se refiere a la organización territorial del Estado, su postulado básico es que hay que hacer desaparecer las autonomías, regiones y nacionalidades. Que no es que sea un principio constitucional, sino el fundamento de la Carta Magna. Eso nos separa profundamente. En Europa estamos en postulados diferentes. Hay dos corrientes de pensamiento en la UE, los que creemos que hay que ceder o compartir soberanía para llegar a una Europa federal y los que sostiene que hay que recuperar y dar marcha atrás en el proceso. Vox está claramente en ese campo. Y en lo que es la concepción del orden internacional, el multilateralismo está siendo negado por Trump, Johnson… Nosotros creemos en la ley y en el respeto a las instituciones internacionales. Otra cosa es que podamos colaborar en muchas cosas y, desde luego, en pasión por España no nos va a ganar nadie ni por la derecha ni por la izquierda. Y otra cosa es que podamos confundir lo que son filosofía subyacentes con principios y valores que no son compartidos.
Escuchando su discurso y siendo uno de los grandes conocedores de la política internacional, en el resto de Europa fuerzas como el PP, como pasa en Alemania o Francia, no hacen ningún tipo de pacto con la ultra derecha y establecen un cordón sanitario a partidos homologables a Vox. ¿Se siente cómodo?
No siempre y no en todas partes. En Austria, que es un modelo de país en el que han funcionado las coaliciones siempre, el canciller tuvo un Gobierno con un partido situado muy a su derecha y el resultado ha sido bueno. Al final, ha logrado sobrevivir mejor que estaba y hacer una coalición con los verdes. Pero es que en el momento que estamos viviendo si hay que excluir a Vox de cualquier alianza por nuestra parte, que es la hipótesis que me está planteando, con más razón habría que excluir una alianza del PSOE, que era constitucionalista, con Podemos, por no hablar de la connivencia con los partidos separatistas. Cuando el tema se polariza de esta manera, hay que elegir campo. Y es obvio que estoy mucho más cerca de Vox que de ERC, de Junts, por no hablar de Bildu. Lo que no se puede ver es la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Otra cosa es que nuestras ideas y filosofías se mezclen o difuminen. No, no, son distintas. Otra cosa es que se lleguen a acuerdos puntuales, que es lo que hemos hecho. Hemos hecho gobiernos con Cs en muchas comunidades y ayuntamientos y hemos fijado unas líneas programáticas. Hasta ahora no he visto ninguna cesión importante de lo que son nuestros principios y valores.
Hablando de Europa. Se convirtió la semana pasada en carne de meme con ese sueñecito en el Hemiciclo. ¿Es tan aburrido el Parlamento Europeo?
No. Vamos a ver, se me puede acusar de todo, pero de poco trabajador y ser un jeta no. Me había levantado a las siete de la mañana, había estado en Espejo Público, había tenido Comité Ejecutivo, reunión con empresarios, vuelo, preparación de una entrevista en televisión para 24 Horas, me acosté como a la una y me levanté a las cuatro. Tenía un debate en Catalunya Radio, que no es un terreno excesivamente propicio para los que defendemos la unidad de España. He visto memes de que hay que cumplir con el Estatuto de los Trabajadores, pues no establece jornadas de 18 horas. Fueron 20 segundos en un Pleno en el que estaba exclusivamente haciendo guardia por si había una intervención de Puigdemont o Comín, mi presencia no estaba justificada porque fuera a intervenir por un tema que no era el mío. Fueron 25 o 25 segundos que conmovieron a las redes sociales. En fin, créame que en mi vida política he hecho alguna cosa más que tener una somnolencia de 20 segundos.
¿Ha coincidido con Carles Puigdemont y Toni Comín en los pasillos del Parlamento Europeo? ¿Se han saludado?
No. Nuestros rumbos no han sido de colisión, a una distancia prudente y no ha habido ocasión de saludarse y de no saludarse. Pero yo saludo siempre.
¿Qué le parece que el presidente Sánchez no recibiera a Juan Guaidó? ¿Y qué piensa del caso Ábalos con el avión y la vicepresidenta de Venezuela? ¿Debe dimitir?
Lo que pregunta son anécdotas. Es decir, lo que se está produciendo es que en este mundo en cambio y dislocado hay ese enfrentamiento entre democracias liberales y democracias iliberales. El problema es que el régimen de Maduro está claramente entre las democracias iliberales, no creen en las libertades, empezando por la de prensa, ni en la separación de poderes ni en el Estado de Derecho ni en las instituciones internacionales ni en el multilateralismo. El alinearse con las democracias iliberales tiene un costo importantísimo para los dos grandes anclajes que condicionan que la política exterior española sea sólida: la UE y los EEUU. Este Gobierno empezó ya mal con Estados Unidos. Cuando quiere detener a un petrolero iraní que teóricamente iba a ir a Siria no llama a la Marina española, sino a la de Gibraltar, lo cual es un signo de hostilidad importante. En segundo lugar, que por primera vez Marruecos plantea una delimitación de aguas que es claramente lesiva para los intereses españoles. El enturbiar las relaciones con EEUU, te guste o no Trump, es muy complicado. El segundo anclaje, la UE. Está viendo las dificultades que estamos teniendo en las euroórdenes, el TJUE… eso va mal. Y la UE había negado la entrada en territorio Schengen a la vicepresidenta de Venezuela. Es otra bofetada a la UE. Y cuando los dos anclajes funcionan mal, te empiezas a encontrar solo. Lo que no puede ser es que España, que tiene que ejercer un liderazgo en el Consejo Europeo cuando se trata de Latinoamérica, haga cosas extravagantes. Me ha parecido muy torpe y que tendrá consecuencias. En política interior metes la pata y la sacas, ustedes los ponen a escurrir pero no tiene más trascendencia. Pero en política internacional, un resbalón tiene consecuencias conocidas y no conocidas durante mucho tiempo.
Hay nueva moradora en el Palacio de Santa Cruz, Arancha González Laya. ¿La conoce? ¿Qué le parece?
No. Leí el currículum. Nos ha invitado a comer a todos los ministros de Exteriores el día 4, que fue una costumbre que yo inauguré. Lo único que le pediría es que afirme su peso político en el Consejo de Ministros porque el ministro de Exteriores es un ser muy aislado. Hay 193 países, siempre pasa algo y tienes que tomar decisiones en tiempo muy rápido y conocimiento no excesivamente completo de los datos, pero hay que decidir. Tiene que tener una gran autonomía. Si no la tiene y la convierten en directora general de no sé qué organismo de La Moncloa que hace la política internacional, la cosa no irá muy bien. Y Borrell tenía personalidad y probablemente por eso esté en Bruselas.
Veo aquí varias fotos con Felipe VI y Juan Carlos I, usted es monárquico y a los 16 años comenzó su actividad política afiliandose a las Juventudes Monárquicas Españolas (JUME). ¿Será reina la princesa Leonor?
No tengo la menor duda. La última catástrofe que le esperaba a España es acabar con la Monarquía.
¿Qué mandatario internacional le ha impactado más para bien? ¿Y el más impresentable?
Los impresentables se los dejo a usted, rellene esa casilla. A mí me impresionó mucho Obama, me llevé muy bien con John Kerry, he tenido una gran admiración por Angela Merkel. Y de los que menos me han gustado, no diría impresentable, fue David Cameron, cometió el tremendo error de poner sus intereses personales y de partido por encima de los de su país y llegó al Reino Unido a dos referéndums. Me impresionó, ni para bien ni para mal, como personaje importante del presente Putin. Es un hombre al que ves la fuerza y la convicción de lo que está haciendo, no es mi modelo. Y tuve una conversación, que fue más curiosidad intelectual que simpatía política, con Fidel Castro. Vivió toda la historia del mundo y fue de once horas, pasó revista a todas las personas que había conocido. Fue una visión del mundo tan distinta a la mía, que te produce curiosidad.