Kuleba, ministro de Exteriores ucraniano: "Nuestra postura para negociar se ha vuelto más dura"
Dimitro Kuleba explica en una entrevista a 'El País' y otros medios que ahora se sienten "más seguros" en combate. "No tenemos otra opción que ganar la guerra, cueste lo que cueste".
Ucrania está convencida de que puede ganar la guerra. 80 días después de la invasión ordenada por Putin, la resistencia no decae, pese a las miles de pérdidas humanas, el deterioro económico y militar y la pérdida de territorio a manos rusas. Pero, explica su ministro de Exteriores, Dmitro Kuleba, “como nación no nos queda otra opción que ganar la guerra, cueste lo que cueste”.
Para ganar, apunta Kuleba, no solo basta con la “resistencia y el carácter” de su pueblo. Insiste en que son imprescindibles tanto el suministro de armas como las sanciones a Rusia: “Si los tres factores convergen, ganaremos esta guerra”.
El Gobierno de Zelenski se siente fuerte, pese a todo, explica en una entrevista a los medios de la alianza LENA que incluye a El País. Por ello, apunta, “nos sentimos más seguros a la hora de combatir, y por eso nuestra postura en las negociaciones también se ha vuelto más dura”. Sus palabras llegan cuando salta la noticia de que las tropas rusas se retiran de Járkov, la segunda ciudad del país y atacada con gran contundencia este tiempo.
“En la guerra todo puede cambiar en un día”, prosigue el ministro, que descarta la pregunta de cuánto puede durar el conflicto. “Algunos nos daban 48 horas, otros 72. Ahora se duda de cuántas semanas o cuántos meses podemos seguir aguantando. Es bueno que la gente tenga más confianza en nosotros ahora que antes de la guerra, pero nosotros no nos hacemos esa pregunta”.
″¿Por qué?, porque como nación y como país soberano, no tenemos otra opción que ganar esta guerra, cueste lo que cueste. Perderla significaría que Ucrania dejaría de existir. Si alguien cree que Putin se compadecería de nosotros, está muy equivocado. Putin no nos deja más elección que luchar por nuestra existencia”, remata.
En estos casi tres meses, y los anteriores, su nombre se ha hecho internacional. Ser ministro de Exteriores de un país en guerra conlleva una fortísima presión mediática y diplomática, con constantes llamadas y encuentros con representantes internacionales. Una presión que supera con una curiosa ‘triple fórmula’, que empieza a última hora del día: “Cada noche me fumo un puro. Es mi manera de meditar. Me ayuda mucho”.
Explica que ha adoptado un cachorro de perro de Mariúpol y que “cuando salgo del despacho, juego con él. En la guerra sufren tanto las personas como los animales. Y hay un dicho que dice que si se salva una vida humana, se salva al mundo entero. Eso me da esperanza”.
Deja para el último eje la actitud de su líder, como ejemplo: “Cuando el presidente se quedó en Kiev durante las horas más oscuras a pesar de estar amenazado de muerte, nos enseñó lo que es el verdadero valor. Eso estrechó nuestros lazos como equipo: el presidente, su jefe de gabinete, el primer ministro, el presidente del Parlamento. Nos apoyamos mutuamente para seguir intentándolo todo. Cuando veo la tarea que asume el presidente, mi cansancio es lo de menos. Recargo las pilas y sigo adelante”.