Baltasar Garzón: “Vox es una extrema derecha con muchos componentes de ideología fascista”
Entrevista con el juez y autor de ‘Los disfraces del fascismo’: “La extrema derecha no ejerce la violencia de forma directa, pero sí la deriva hacia determinados grupúsculos”.
El juez Baltasar Garzón lo tiene claro: hay un resurgimiento del fascismo en los últimos años. En todo el mundo. Y lo hace bajo nuevas formas, evolucionando, ocupando espacios poco a poco. Con un objetivo a medio y largo plazo. Con una hoja de ruta bien diseñada y que está coordinada a nivel internacional.
Garzón (Torres, Jaén, 1955) plantea estas reflexiones en su nuevo libro: Los disfraces del fascismo (Editorial Planeta). Y desgrana en esta entrevista lo que está sucediendo, haciendo hincapié en que la extrema derecha “ha sabido entender perfectamente el juego de Internet” y, además, los partidos progresistas están perdiendo el debate en la calle. Se fija, asimismo, en el papel del PP en España pactando con Vox en gobiernos como el de Castilla y León. Sobre el partido de Abascal, indica: “Es una extrema derecha que tiene muchos componentes de esa ideología excluyente y fascista”.
El magistrado está inhabilitado por las escuchas en el caso Gürtel, un tema sobre el que finalmente le dio la razón el Comité de Derechos Humanos de la ONU. Él está a la espera de que se le reconozca y poder volver a los juzgados. “Sería lo lógico y normal”, comenta. Pero deja claro una cosa sobre la investigación respecto al caso de corrupción en el PP: fue un trabajo bien hecho, “aunque pagara un alto precio porque de alguna forma me ajustaron cuentas mis colegas”.
¿Existe el fascismo hoy en día?
Sí. Si la pregunta fuera sí o no, diría sí. Pero con matices. No podemos hablar del fascismo de los años veinte, de la Italia de Mussolini o de los desarrollos fascistas del nazismo. Evidentemente ese formato fue derrotado en 1945. Lo que ocurre es que el fascismo se renueva, la ideología fascista se acomoda cada tiempo. Durante muchos años no ha estado presente. Ahora en el siglo XXI hay un resurgir en los últimos quince o veinte años, y mucho más evidente en los últimos siete u ocho. Más a partir de 2016, con un hecho político histórico relevante como es la elección de Trump. Va tomando esas posiciones, ocupando espacios, resquicios en los que se le deja entrar. Es lo que llamo los microfascismos y fascismos no trascendentes, aquellos que parece que no tienen importancia pero que van generando un espacio donde cada vez se acerca más la situación a lo que es esa ideología.
Por tanto, la respuesta sería sí, pero no es lo que Emilio Gentile plantea como el retorno permanente o el fascismo eterno de Umberto Eco. Entre los dos ámbitos diría que sí hay una fascinación, entre los jóvenes que no saben que fue, pero corren el riesgo de esos principios y doctrinas que lo nutre. Es muy fácil que prenda entre quienes no conocen ni tienen esa base. Pero las cosas hay que identificarlas por su nombre. Son comportamientos que han pasado del populismo a la fase siguiente, que es el fascismo. Populismo y fascismo van en un camino, pero llega un momento en el que el populismo se queda, incluso en los ámbitos democráticos, y lo siguiente es el fascismo. Los disfraces son lo que está en medio.
Hablando de disfraces, ¿cómo es entonces el fascismo de este siglo XXI? ¿Qué ejemplos pondría?
Pondría ejemplos en el sentido de que, por ejemplo, a la extrema derecha si le llamas fascista, te dice que no son fascistas. Pero luego vamos a los hechos. El fascismo tiene la característica del uso y ejercicio de la violencia cuando le interesa. La extrema derecha en los últimos años ha descubierto que el uso de la violencia, al contrario de lo que ocurría en la primera época, no es aceptado ni asumido por la ciudadanía. Entonces no preconiza ni ejerce la violencia de forma directa, pero sí la deriva hacia determinados grupúsculos y segmentos que pueden cometer un atentado, tirar una granada contra un establecimiento de menores no acompañados o destruir un cartel de los movimientos feministas en Ciudad Lineal. Luego viene la segunda parte que es la condena, la no condena o la justificación. De modo que la no condena es una manera sutil de justificar ese comportamiento. Y van sumando.
Los planteamientos de la Liga Norte y de Salvini contra la inmigración tienen un componente totalmente de ataque a grupos vulnerables. Es otra de las características del fascismo. La apropiación de símbolos, emblemas y planteamientos patrióticos es otra de las características excluyentes respecto a todos que también tenemos ese sentimiento pero llega un momento en el que casi nos da vergüenza utilizarlo porque parece que nos identifica a aquellos otros. Hay una serie de ámbitos en las instituciones, por ejemplo de la Justicia, como la apropiación de la antimemoria y de no transigir en el caso español de los crímenes del franquismo, esto ya pasó, esto no es posible, las víctimas prácticamente no existen, cualquier vía para la reparación se dilata. No hay una equivalencia con las víctimas del terrorismo. Son comportamientos que tienen una serie de elementos que nutren esa ideología fascista a medio y largo plazo. Nadie se va a identificar como fascista porque es un término muy manido y te va a decir que “por supuesto que no”. Pero los hechos van demostrando lo contrario. Y esos partidos y movimientos tienen un objetivo.
¿Cuál?
Uno clarísimo: llegar al final y moviendo todos estos medios. El desarrollo, por ejemplo, a nivel internacional. Un planteamiento en el que Vox se está fijado nuclearmente en Latinoamérica es el movimiento de la Iberoesfera. Se está coordinando y acumulando fuerzas con movimientos del mismo signo en toda Latinoamérica. Es decir, hay claramente un movimiento nacional e internacional que oculta estos elementos y no podemos estar inermes porque supone una retrocesión evidente en derechos y conquistas. Es la antítesis a la lucha por los derechos humanos. Es una dinámica que bien haríamos en ir analizándola minuciosamente para descubrir esos focos y disfraces.
¿Vox es un partido fascista?
Si no lo es, está camino de serlo. Es decir, es una extrema derecha que tiene muchos componentes de esa ideología excluyente y fascista. No voy a catalogarlo como un partido fascista, porque no lo es, pero está en ese camino que citaba del populismo al fascismo. El populismo puede ser de izquierdas o derechas, pero siempre hay un componente en la base fascista. Pero hay un momento en el que el populismo se queda a mitad de camino, respetando los límites democráticos, pero a partir de ahí cuando el fascismo empieza a cuestionar principios fundamentales como derechos humanos, la conquista de espacios para la mujer, que va en contra de acabar con la brecha de división, eso ya es un camino que va más allá del populismo de extrema derecha y empieza a entrar de lleno en el fascismo. Ahí en Vox ya hay ejemplos más que suficientes de que está punteando ya ese ámbito. Lo vemos con el Gobierno del que forma parte en Castilla y León, como que sea la única comunidad que no quiere participar ni estar en el pacto contra la violencia de género. La negación de la violencia de género y decir que es violencia intrafamiliar o el pin parental son cuestiones que tienen un componente que va dirigido hacia la negación de derechos consolidados. Eso ya es puro fascismo.
Vox es el tercer partido en España, Le Pen llegó a la segunda vuelta en Francia, Trump y Bolsonaro ganaron en EEUU y Brasil, vemos el caso de Hungría…. ¿Qué está pasando o qué caldo de cultivo hay en la sociedad para que cale y tenga cada vez más fuerza la extrema derecha?
Es una mezcla de varias cuestiones. Por una parte, creo que los partidos y movimientos progresistas han dejado vacante un espacio que les correspondía que era la calle. Sin embargo, ese espacio ha sido apropiado de forma inmediata por la extrema derecha. Eso es verdad. Hay ámbitos como el de la juventud que han sido abandonados por la influencia de las redes sociales. Hay comportamientos altamente peligrosos que se están viendo en todos los movimientos de redes sociales en la juventud, como tratamientos xenófobos y machistas. Son espacios que institucionalmente nunca se debieron haber desatendido en la sociedad. La extrema derecha se nutre de esos espacios y asume ese rol al no responder la institución. Dan soluciones que son falsas, todos los sabemos, pero son inmediatas y apelan a las emociones. Consecuentemente de momento son asumidas. Después sabemos que si llega a ganar Le Pen, es un desastre porque viene el tema de la UE, la restricción de derechos y toda la ideología de extrema derecha o neofascista.
La prueba la tuvimos en la Liga Norte cuando formó parte del Gobierno de coalición con Cinco Estrellas. Lo vimos en EEUU con Trump o con Bolsonaro cuando apenas se le da un espacio y tumba toda la política de protección de la Amazonía generando más espacios para las grandes empresas. Es decir, el capital tiene mucho que ver en todo esto. Son causas que se han producido y minimizar el riesgo de la extrema derecha. Creo que es una de las características más identificables en la izquierda y los partidos progresistas, lo de esto no es problema, tenemos otros que solucionar. Eso deja el camino diáfano y ellos, como hormiguitas, van avanzando y consolidando. Ahora nos decimos cómo es posible que un partido de extrema derecha en España tenga ya más del 18% de intención de voto, cuando era nada apenas hace cinco años. Pues entonces no está en el auge, sino en qué se ha hecho mal por quienes tenían las riendas, y me refiero también al PP.
Hay un debate en Europa que aquí no se ha dado que es el del cordón sanitario.
Claro.
Aquí vemos al PP haciendo una cosa impensable en Francia y Alemania, pactando con la ultraderecha.
El ejemplo fue el Partido Popular Europeo, cuando Vox y el PP pactaron en Castilla y León, se mostró radicalmente en contra. Demuestra que en España sigue operando aquel España es diferente. Creemos que es diferente, y algunos siguen postulándolo. Pero no es diferente. La extrema derecha se ha ido esparciendo en Europa pero ha habido cordón sanitario y muros de contención. Jamás se les ha permitido entrar de esa forma en los países que se ha podido evitar. No así en Austria, Polonia o Hungría. En el momento que rebajas las expectativas la cuestión está en qué quieres más: la consolidación democrática de un país o el ejercicio del poder por el poder. Si optas por lo primero, no va a haber problema porque siempre va a haber un muro de contención. En Francia es la segunda vuelta, que todos se juntan con la extrema derecha. Pero, ojo, dónde nos hemos quedado: casi 43 por ciento para Le Pen. Eso es muy preocupante porque en la siguiente puede ser lo contrario. Es un debate profundo.
El fascismo cuando se expande va de la mano de la educación, de la manipulación. Penetra en el sistema democrático y lo revienta. Por tanto, los muros de contención los tenemos que tener muy claros. Y si no se hacen de forma constante y permanente, antes o después avanzan más y llegará un momento en el que será complicado. Vox lo está haciendo en España. No se le prestó atención en Andalucía y entró. Ha determinado y determina la política en Andalucía del propio PP. Vox lo ha hecho con una especie de pala en el Congreso, lo ha tomado como una plataforma para descalificar y atacar el sistema todo lo habido y por haber. Lo ha hecho judicialmente, ha hecho el ejercicio de law fair, de la guerra jurídica como utilización política y la Justicia en gran medida se ha dejado utilizar. Ha llegado al Tribunal Constitucional. ¿Hubiera sido tan difícil decir ustedes no pueden mantener un criterio en el Parlamento y luego recurrir contra la norma que apoyaron? Y, sin embargo, no, y se cuestiona todo un desarrollo de un estado de alarma. Esos son los espacios que no se pueden dejar porque van sumando. Y lo que hoy no es fascismo, en un periodo de tiempo a medio y largo plazo lo puede ser.
Lo que vemos en las encuestas es que PP y Vox cada día suben más y podrían tener una mayoría absoluta. ¿Existe la posibilidad real de que haya miembros de la extrema derecha en un Gobierno central en diciembre de 2023?
Va a depender de todos aquellos demócratas que no lo permitan. Evidentemente ellos llevan su hoja de ruta. A veces uno piensa que la esfera progresista y en la izquierda, aunque este término cada vez me suena más rancio, no puede estar inerme. Han ganado la calle, el discurso en la calle desgraciadamente lo han ganado. Frente a esto hay que tomárselo muy en serio, no solamente en discursos de precampaña diciendo que la extrema derecha es mala. Es una labor de pedagogía, de explicación, de puerta a puerta, de universidad en universidad, de centro de trabajo a centro de trabajo. Es un esfuerzo hercúleo, pero hay que hacerlo. Se ha dejado mucho tiempo ese espacio. Y claro que sí, basta con que las encuestas acierten. A día de hoy, si el PP quiere gobernar, no podría hacerlo sin Vox. O tendría que optar por una solución diferente. Esa sería la demócrata y la que contendría esa deriva. Evidentemente cualquier partido sin el poder del Gobierno tiene una importancia pero no puede aprovecharse, destruir o contaminar las instituciones. Evidentemente el partido de extrema derecha con poder institucional tiene un campo muy amplio para hacer cosas que irían en contra de todo lo que hemos luchado durante tantos años.
Habla de la izquierda, ahora está el primer Gobierno de coalición de esta etapa democrática, formado por el PSOE y UP. ¿Qué sensación le deja?
Ha hecho cosas importantes, con sus contradicciones. Algunas figuras han estado y se han ido, quizás ese no es el mejor juego para consolidar la democracia porque hay que estar sudando la camiseta. Pero cada uno es libre de dejar aquello en lo que no cree o considera que ya no está capacitado para defenderlo. Pero, al margen de esas discrepancias, creo que se ha desarrollado una política social importante y ha habido avances, pero hace falta esa pedagogía. El problema es que hay mucha gente que no se lo cree. Y hay que analizar por qué no se lo cree y sí más las llamadas de la falta de libertad y de que los comunistas nos van a quemar vivos en Madrid por parte de la reciente elegida presidenta del PP. Por qué cala un mensaje y no otro. Es una cuestión de análisis. Es que decir que Madrid es de derechas… bueno, pero que Madrid sea de derechas o no, necesita un desarrollo.
Algo no se hace bien cuando otros focos están aumentando. No tengo en mis manos la varita mágica para saber lo qué está fallando, pero si analizas, ves que estás dando demasiado de espacio a ese tipo de discursos. Y hay un elemento importante en todo este avance de estas posiciones de extrema derecha y de incipiente fascismo: el uso de las redes sociales. La extrema derecha es la que ha sabido entender perfectamente el juego de Internet, en España y fuera de España. Cuando no tienes muro de contención puedes hacer cualquier cosa, puede utilizar una agencia que te falsee todos los datos, que intervenga en unas elecciones, que haga ciberataques, que utilices los bots. Y distorsiona totalmente la realidad. Ahí la extrema derecha se está moviendo con tranquilidad. No tiene contención con las fake news y las mentiras, da igual. Está establecido estadísticamente que una noticia falsa es asumida como verdad por un 73% de los que acceden a ella. ¿Qué está pasando aquí? Algo estamos haciendo muy mal. Y es que a veces la indiferencia y el relajamiento en las posturas de permanente denuncia, que reconozco que cansa, pero si no las haces, quien está al pairo es este movimiento, y no para. Insisto: tienen claro su objetivo en su hoja de ruta y es a medio y largo plazo. Lo que ocurre es que el medio plazo ya se ha convertido en el corto plazo. Lo tenemos a la vuelta de la esquina.
Me viene ahora mismo una imagen, al tenerlo delante, de Mariano Rajoy con toda la cúpula del PP en una rueda de prensa en Génova 13 diciendo que el caso Gürtel era una conspiración contra el PP.
El 11 de febrero de 2009.
Han pasado 13 años y el PP ha sido condenado en dos ocasiones por piezas de Gürtel. ¿Qué le viene a la mente?
Me viene que se hizo un trabajo bien hecho, aunque yo pagara un alto precio porque de alguna forma me ajustaron cuentas mis colegas. Y digo que me ajustaron cuentas porque después el Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas me ha dado la razón diciendo que el juicio fue parcial y no se dieron todos los derechos. Pero mereció la pena. Recuerdo que le dije a un funcionario de la Policía: “Ustedes cuando me han traído esto ya saben que es mi sentencia”. “No lo entendemos, don Baltasar”. “Que si nos metemos y nos vamos a meter a fondo, porque hay indicios, aquí se me acaba mi proyección”. No es que fuera premonitorio, pero con eso y con el franquismo lo fui. Pero creo que hay cosas que hay que hacer y cuando eres un servidor público, no entiendo la Justicia de una forma vicaria o como poder. La Justicia la entiendo como una función que produce utilidad, un servicio público que tiene que generar confianza. Por eso hay que ponerle nombre y apellidos a todos los que toman resolución. ¿Quién? ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Dónde? Los ciudadanos tienen que saber en manos de quién están. No son entes raros vestidos con toga con una distancia casi estratosférica. Hay que luchar contra esa visión. Por tanto, creo que era necesario hacerlo, se hizo. Había indicios como se ha demostrado después y lo mejor es esa limpieza y profundización en la lucha contra la corrupción. Desde luego, lo peor es lo que ha hecho el PP, que es negarlo, esconderlo y decir que es del pasado. Te surgen como minas antipersonales, otra, otra, otra. Todo está minado.
Después de la resolución de la ONU dándole la razón, ¿veremos a Baltasar Garzón otra vez instruyendo un caso o emitiendo sentencias?
Sería lo lógico y lo normal. La reparación significa que el Estado español cumpla la resolución de las Naciones Unidas, que es vinculante, así está reconocido por la normativa española. Se ratificó el protocolo, el artículo 96 de la Constitución Española. Lo he pedido ya. Sin embargo, van nueve meses desde que se hizo público el dictamen del Comité y todavía no se me ha respondido. Espero que lo hagan. Si no, tendré que reclamarlo por vía judicial. Lo cual me llevará otra vez a recorrer todo el camino que ya he recorrido. Pero soy paciente y, mientras tenga fuerzas, ahí seguiremos.