Ángela Becerra: "El machismo no sólo es culpa del hombre; es culpa de una educación equivocada"

Ángela Becerra: "El machismo no sólo es culpa del hombre; es culpa de una educación equivocada"

La escritora colombiana presenta su novela 'Algún día, hoy', una reivindicación de la liberación de la mujer.

Ángela BecerraRAMÓN EGUIGUREN/PLANETA

Hace seis años, a la escritora Ángela Becerra le “fecundó” una historia: la de una chica de 23 años que en 1920 paralizó prácticamente su país —Colombia— y lideró la primera huelga feminista en Latinoamérica. Su nombre era Betsabé Espinal y, desde que se coló por casualidad en la vida de Becerra, no la soltó.

“Empecé a investigar y me di cuenta de que era un regalo. Se sabía muy poco de ella”, cuenta a El HuffPost la escritora colombiana. De esa gestación nació Algún día, hoy (Planeta), que acaba de ganar el Premio de Novela Fernando Lara 2019 y que ahora presenta su autora.

Su nombre va inevitablemente asociado al del idealismo mágico. ¿Cómo define este concepto?

Es la magia al servicio de las emociones de los personajes, es remarcar una emoción utilizando elementos mágicos, cuando la naturaleza se pone a ese servicio. En muchas de mis novelas, la rabia hace que haya un temblor de tierra o que se caigan las lámparas o que un ascensor se encalle; la alegría o la ilusión puede hacer que lluevan flores de colores y que se llene la ciudad de pétalos; el deseo de un personaje de permanecer puede hacer que le salgan raíces.

Para que una historia sea potente, te tiene que fecundar

Siempre se dice que usted es la segunda colombiana más leída después de Gabriel García Márquez. ¿Está ya un poco cansada de esa etiqueta?

Escribo porque no puedo no escribir. Me hace muy feliz encerrarme, crear a mis personajes, soy bastante solitaria, aunque no quiere decir que esté sola: estoy rodeada de mi mundo. Lo necesito para vivir. Las etiquetas ni me van ni me vienen. Hay un momento en el que termino de escribir una novela y sé que tengo que salir a explicarla porque cuando se publica, hay que conectar con el público. Una historia no está acabada hasta que un lector no la abre y la hace suya. Ahí es donde se crea ese diálogo, esa comunicación.

¿Cómo se interesó por la historia de Betsabé Espinal, que lideró la primera huelga feminista de Latinoamérica?

Siempre he pensado que las historias te buscan a ti, tú no tienes que buscar. Para que una historia sea potente, te tiene que fecundar. En ese estado de gestación quedas enamorada de esa cosa que te ha fecundado. Cuando una historia vuelve a ti de forma recurrente, quiere decir que hay un embrión de algo muy importante. Yo ya tenía otra historia, pero me fui a Colombia de vacaciones y un día que no me podía dormir, me puse la televisión y salió un documental que estaba finalizando y hablaba sobre la Marcha de pies descalzos, la primera huelga latinoamericana y una de las primeras del mundo. Me quedé sorprendidísima porque hablaba de una chica de 23 años que prácticamente había parado el país. Entonces empecé a investigar y me di cuenta de que era un regalo. De ella se sabía muy poco, sólo la fecha de nacimiento, que había sido una hija bastarda, una niña muy pobre y que a los 23 años había paralizado la fábrica textil más importante de Colombia; además de su muerte.

Por lo tanto, como novelista tenía la posibilidad de imaginar y crear toda una historia épica, donde iba a hacer una reivindicación de la liberación de la mujer, de la igualdad, pero también un monumento a la amistad, porque a Betsabé le regalo una hermana de leche que es rica, mientras que ella es pobre, y esto me sirvió para mostrar el contraste de estos dos mundos, el de la pobreza y el de la riqueza. Sin embargo, algo las une: que siempre estaban sometidas. En eso eran iguales… La gestación de la novela me tuvo mucho tiempo documentándome, porque era la primera vez que me iba a otra época y que contaba un momento histórico real, pero revestido de magnificencia para llevar a la luz y darle universalidad a una niña que tenía un manto de olvido.

  Betsabé EspinalPLANETA

En su novela, Celsa [la madre de Betsabé] se maldice por que su bebé sea niña. ¿En el mundo sigue siendo una desgracia nacer niña?

Creo que cada vez menos. Ha empezado un movimiento imparable. Empezó con una voz que se alza, Emma Watson en aquel discurso en la ONU, y a partir de ahí se ha ido sumando y sumando más gente. Todavía falta una revolución mundial, donde todas las mujeres se levanten. Hay mucho miedo aún, por eso le toca al mundo occidental tomar la bandera para alzar, levantar y ayudar a romper esa frontera entre los ricos y los pobres.

¿Ser mujer en Colombia implica un reto añadido?

No sé, creo que es un poco como ser mujer en España. Cada vez hay más mujeres que rompen el techo de cristal, que están en las direcciones de empresas. Sigue habiendo un desequilibrio, como lo hay aquí todavía, pero se está avanzando. Igual que ha habido tanto tiempo de estar pisoteadas, el ir saliendo también llevará su tiempo.

Cuenta en una entrevista que su padre, que era muy estricto, le robó la adolescencia. ¿Le guarda rencor?

No. Mi padre ya murió, también tuvo cosas muy bellas, pero venía de una educación machista y no lo supo hacer de otra manera. La educación, en la medida en que se repite, va perpetuándose y llega un momento en el que hay que romper. Esa es una de las cosas que he tratado de inculcar en mis hijas. Mi madre también fue una mujer sometida al hombre y hay alguien que tiene que romper esa cadena, aunque cuesta. Nosotras, como mujeres, tenemos el deber y la obligación de educar de otra manera a nuestros hijos y a nuestros nietos. No solamente es culpa del hombre; es culpa de una educación equivocada, y de complejos.

¿Con sus hijas ha cambiado radicalmente la forma de crianza?

Sí, sí. Y espero que ellas cada vez hagan más.

En España había mucha desinformación sobre Sudamérica, nos veían un poco en taparrabos, como indígenas

¿Fue difícil llegar a España como emigrante colombiana?

Venía de trabajar en publicidad y tenía un trabajo muy bueno, era directora creativa de una agencia de publicidad de Colombia y no vine como emigrante, vine a trabajar en una empresa española también de publicidad en 1988. Sí es verdad que en esa época había muy pocos emigrantes y siempre se me veía como ‘la colombiana que está aquí’. Ahora el tema ha cambiado mucho, y más en Madrid, que hay gente de todo el mundo. Sí había mucha desinformación sobre Sudamérica, nos veían un poco en taparrabos, como indígenas. Pero eso fue hace mucho tiempo.

¿Entonces se encontró con los clásicos estereotipos sobre colombianos, o latinos?

Ah, sí. Me decían: “¿Y cómo que tienes los ojos claros y el cabello rubio?”. Había tanta desinformación que me decían: “Tengo un amigo en Quito, quizás lo conoces”. ¡Pero si Quito está en Ecuador! Y Colombia es tres veces el tamaño de España. Eso ya no sucede.

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¿Y se ha encontrado con episodios sexistas en el mundo laboral?

Sí, muchos. En mi trabajo como publicista tuve clientes que pretendían pasarse, también algún jefe que me decía: “Te haría más caso si te pusieras minifalda”. Cosas así de estúpidas. Pero también sexismo y desprecio en la literatura: “Si es guapa no puede escribir bien” o “si es mujer sólo la pueden leer mujeres”. Yo escribo para el ser humano.

Tuve un jefe que me decía: “Te haría más caso si te pusieras minifalda”

Le pregunto por otro estereotipo. ¿Se puede ser coqueta y feminista?

Depende de lo que se entienda por ‘coqueta’. Yo me considero muy femenina, coqueta no. No quisiera perder mi feminidad, porque me fascina ser mujer, me encanta arreglarme, me encanta perfumarme, hace parte de un ritual bonito para mí. Pero eso no está reñido con la fuerza, ni con la tenacidad, ni con el hacerte respetar, ni con el carácter. Tengo muy en alto ser mujer y ser femenina.

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Dice que este libro es un canto a la “liberación de la mujer”. ¿La mujer ya está liberada?

No, ojalá estuviera todo conseguido. Es un camino largo, y me temo que falta muchísimo, pero estamos caminando. Cada uno desde su lugar puede y debe aportar su grano de arena, aunque ahora ya no necesitamos granos, sino volquetas y montañas de arena. No basta con un grano, pero se está dando esa liberación. Se va a crear una tempestad, desiertos de fuerza.

¿Y usted?

Me considero un ser humano que está por encima de ser mujer. He vivido mucho, he aprendido, me he defendido, he luchado por ser lo que soy. Y sí, me considero, más que liberada, un ser humano libre.

Para la liberación de la mujer no necesitamos granos de arena, sino montañas

¿Cree que estos temas funcionan ahora porque es el momento del feminismo y que pasado un tiempo la gente se cansará y quedará saturada de reivindicaciones feministas?

Cuando empecé a escribir esta novela hace seis años, ni siquiera había aparecido la primera reivindicación visible. Se dio casualmente un año después. Pero me enamoré de la idea porque siempre he querido en mis novelas mostrar a una mujer fuerte, a una mujer capaz de cambiar su destino, y se dio. Ha coincidido. No creo que nadie se tenga que cansar. Esto tiene que atañer a toda la sociedad, no solamente a la mujer. Creo que el hombre está empezando a tomar conciencia, por fin, de lo que se está dando. Muchos hombres ya no quieren estar en el papel que les ha asignado la sociedad.

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Marina Velasco Serrano es traductora de formación y periodista de vocación. En 2014 empezó a trabajar en 'El HuffPost' como traductora de inglés y francés en Madrid, y actualmente combina esta faceta con la elaboración de artículos, entrevistas y reportajes de sociedad, salud, feminismo y cuestiones internacionales. En 2015 obtuvo una beca de traducción en el Parlamento Europeo y en 2019 recibió el II Premio de Periodismo Ciudades Iberoamericanas de Paz por su reportaje 'Cómo un Estado quiso acabar con una población esterilizando a sus mujeres', sobre las esterilizaciones forzadas en Perú. Puedes contactar con ella escribiendo a marina.velasco@huffpost.es