Ángel Viñas: “Lo que no podía saber la República era que los monárquicos y los militares contaban con ayuda fascista”
Entrevista con el historiador de la Complutense, autor de ‘El gran error de la República’: “Tú no das mando de tropas a un tío que te ha querido hacer un golpe”.
La historia de la Segunda República es como el cuento de nunca acabar. Cada poco tiempo llega a las librerías un nuevo ejemplar que desempolva algún ángulo muerto. Si en algo coinciden los historiadores es que su campo es un diálogo constante con el pasado. Nada es definitivo porque depende de documentos. Y Ángel Viñas (Madrid, 1941) da cuenta de ello en El gran error de la República (Crítica), un libro que acaba de ver la luz y que el catedrático de Historia de la Complutense ha producido durante la ‘Gran Reclusión’ de la pandemia.
“Había empezado a escribir 50 páginas con una idea diferente: ampliar la edición anterior de Quién quiso la Guerra Civil. Y la editorial me dijo: ‘Estás loco. Con lo que nos cuentas que tienes… Eso es para un libro’. Y así fue. Esa misma tarde, en Barcelona, me puse a escribir el primer capítulo”, cuenta Viñas en conversación vía Zoom con El HuffPost.
¿Y qué es eso que tiene y está recién sacado de imprenta? “Una cantidad importante de documentación de los ministerios de Asuntos Exteriores, de la Guerra y de Gobernación”, aclara. Y remata: “El último capítulo, que para mi es esencial, está basado en archivos franceses”.
Viñas lleva tiempo persiguiendo el porqué del cúmulo de errores que provocó el sangriento fin de la segunda experiencia republicana en España: “En Quién quiso la Guerra Civil lancé la tesis de que la guerra la quisieron, por este orden, los monárquicos, los fascistas italianos y los militares españoles que se sublevaron. Y dejé que para que fuera guerra civil tenía que concurrir otra concausa: que el Gobierno no parara el golpe. Este libro, dos años después, explicita en la medida en que me ha sido posible reconstruirlo con la documentación que he localizado, por qué no paró el golpe”.
Y se trata de una historia apasionante de nombres enterrados en el olvido donde dos de ellos emergen como grandes responsables: el expresidente y ministro de la Guerra Santiago Casares Quiroga y su ministro de la Gobernación Juan Moles, “a quien no le conoce ni su padre”, se le escapa a Viñas. “Si hay que pegar en la nuca a dos caballeros, es en la nuca de esos dos”, añade.
¿Cuál fue el gran error de la República?
No parar la conspiración.
¿Por qué no paró el golpe?
La República quiso pararlo. Estaban enterados de lo que estaba pasando. Pero no supo… Las medidas que tomaron no fueron las acertadas ni las adecuadas. Yo planteo que el error inicial se produce en el momento en que Azaña llega a la presidencia del Gobierno tras las elecciones de febrero de 1936. Saben o tienen que saber, y si no lo saben hay que preguntarse por qué, que Franco ha querido dar un golpe de Estado. Franco, Goded y Cabanillas. ¿Y qué medidas toman? Pues a Franco le envían a Canarias, a Goded a Baleares y con Cabanillas no se hace nada. Error garrafal. Tú no das mando de tropas a un tío que te ha querido hacer un golpe.
¿Quién decide enviarles allí?
Azaña. ¿Por qué decide mandar a Franco a Canarias? No lo sé. Pero sí sé por qué decide mandar a Goded a Baleares.
¿Por qué?
Según le contó al embajador francés y este puso en un telegrama que envió a París, porque así tenía tiempo de solearse en las playas de Formentor. Desprecio. Muy importante el desprecio, porque cuando desprecias a alguien es porque no te lo tomas enserio. Si te lo tomas enserio, le tienes miedo y tomas medidas. Pero si tienes desprecio, no le haces caso. Hay un desprecio a los militares. Y de Cabanillas no dice nada. Error de Azaña, pero no solo. Él nombró ministro de la Guerra al general Carlos Masquelet. Todo el mundo se ha olvidado de él, pero era un tío importante. Había sido jefe del Estado mayor central con Azaña. Y este tipo está mudo. No se ha enterado de nada. Cuando llegó al ministerio y pidió antecedentes, ¿qué pasa, que no lo ve? Porque el expediente está en Ávila…
Los mecanismos de vigilancia creados en la República fallaron no por casualidad, imagino, en la primavera de 1936. ¿Quién se ocupaba de la seguridad interior? La Dirección General de Seguridad, que ya existía y era una cosa muy grande en la que había una oficina de información y enlace. Ese era el vínculo entre el ministerio de la Gobernación y el ministerio de la Guerra. Eran quienes cruzaban información para prevenir movimientos subversivos. En el año 35, el jefe de la oficina, un señor prácticamente desconocido que se llamaba Vicente Santiago Hodsson, capitán de la Guardia Civil, introdujo un espía en la Unión Militar Española: un militar cuyo nombre no se conoce, aunque tenía un pseudónimo: Manrique. Y durante el año 35, ese espía está informando a Santiago Hodsson, que, a la vez, informa al número dos de Franco… Cuando llega Azaña, este, sin saberlo, lo primero que hace es destituir el director de la Dirección General de Seguridad con unos motivos espúreos que describo en el libro. Y también cesan al jefe de la oficina de información y enlace. ¿Y a quién ponen al frente? Al jefe de policía en Madrid que está en la conspiración...
¿Qué relación tuvieron los monárquicos con la Italia fascista?
En el año 2013, en la calle de Alcalá, encontré los contratos que Pedro Sainz Rodríguez había firmado con los italianos el primero de julio de 1936. Son unos contratos para el suministro de aviones de caza, de bombardeo, de transporte e hidroaviones a la gente que se iba a sublevar.
Y yo me dije: ‘Ostras, esto significa que los italianos estaban en el ajo’. Y que Sainz Rodríguez, es decir, los monárquicos, es decir, Calvo Sotelo, estaban pensando en una guerra, porque para un golpe de Estado no se necesitan aviones de caza muy modernos. Para un golpe de mano no se necesita eso… Lo que no podía saber la República era que los monárquicos y los militares contaban con ayuda fascista. Los monárquicos lo sabían porque son los que la negocian, pero ¿lo sabían los militares? Mi respuesta es sí. Lo que pasa es que no se ha podido documentar, porque ¿quién lo tenía que saber? Lo tenía que saber Sanjurjo y los militares que andaban en torno a los monárquicos. La Unión Militar Española estaba dirigida por civiles monárquicos y militares monárquicos…
Entre los civiles estaban Calvo Sotelo, el conde de Rodezno, Antonio Goicoechea y, entre los militares, Valentín Galarza, Jorge Vigón… Que no se supiera que Calvo Sotelo y Goicoechea, que había ido a Roma muchas veces no les dijeran a los militares ‘oye, que los italianos están con nosotros…’ Eso no es concebible. ¿Cómo se puede demostrar eso? Claro, no se puede porque faltan muchos papeles de la conspiración. Pero sabemos que en algún momento determinado el Gobierno manda a Orgaz a Canarias, el general monárquico que ha estado en todas las conspiraciones… y se le manda en mayo a Canarias, donde está Franco… ¿Tú crees que en el mes y medio que pasan los dos allí juntitos no se lo va a contar Orgaz a Franco? ¿Que no se lo va a contar?
¿Cómo sabe que esos aviones eran la ayuda italiana?
El último capítulo, para mí muy importante, es la demostración concluyente, abrumadora, basada en documentos franceses, de que los aviones italianos que aterrizaron en el Marruecos francés el 30 de julio de 1936 eran los aviones del primer contrato. Lo había dicho en el anterior libro, pero me faltaba la documentación complementaria, que está en los interrogatorios que los franceses hacen a los pilotos italianos. Los tíos mienten. Pero hay uno que dice que él era piloto de pruebas de la fábrica que hacía los aviones y dice: ‘A mi me llamó el probador de la fábrica a principios de julio. Y me dijo que si podía hacer un viaje a Marruecos…’. Y les dio su nombre a los franceses, pero no les decía nada: Bardy. Pero yo, como conozco los nombres de las tripulaciones de los aviones porque están en los archivos italianos.... Resulta que uno de ellos, un aviador, era Baldy. Pero este no era probador de la empresa, era un teniente de aviación italiano. Osea que concuerda todo...
¿Por qué los monárquicos se echan a los brazos de Mussolini?
Los monárquicos hacen ver a Mussolini que lo que persiguen es la restauración de la monarquía. Y en ese momento empiezan a coquetear con el fascismo. Calvo Sotelo hace cada vez proclamas más favorables a Italia y emite mensajes a favor de Mussolini, que quiere lo que quieren los monárquicos: eliminar a la República y sustituirla no por una monarquía cualquiera, sino por una fascistizada adaptada a las nuevas realidades de los años 30. Eso le viene bien a Mussolini.
Él estuvo financiando a Primo de Rivera, lo que pasa es que la Falange no pintaba nada. Su papel era de pistoleros. Calvo Sotelo quiere una restauración monárquica en la que él sea el presidente del Gobierno. No de manera inmediata, sino al cabo de un periodo regente, en el que como jefe del Estado aparecería Sanjurjo con un directorio civil-militar. Es decir, una versión restaurada de la dictadura primoriverista. Pero fascistizada, donde Italia podía tener un papel estelar.
¿Cuál era el interés de Mussolini para derribar la República?
No soy experto en política exterior italiana por eso voy a los expertos que la han estudiado. El caso es que desde finales de los 20, Mussolini se va haciendo algunas ideas en materia de política exterior. En esos proyectos está el de llegar a una alianza con Alemania. Y gracias a la alianza con Alemania, apoyarse para extender su dominio sobre el Mediterráneo. Siempre se ha dicho que él se fijaba en el Mediterráneo oriental. Pero también se fijaba en el occidental, aunque con otra visión. Cuando se refiere al Mediterráneo oriental piensa en términos de conquista. Por eso, en el 39 se anexiona Albania y penetra hasta en Grecia, pero en el occidental no puede hacer eso. No puede invadir España porque, además, hay una República que le repugna. Él, en unos aforismos, deja claro su desprecio por la República democrática, liberal, socialista… basura, basura desde el punto de vista fascista.
Y en esas se encuentra la posibilidad de poder influir en la política interna de España, sobre todo cuando se le acercan los monárquicos, para cambiar la exterior. ¿Por qué? Una política exterior republicana vinculada a Francia no le interesaba a Mussolini, a él le interesaba una orientada hacia Italia. La República liberal de izquierdas, no. Esa, no.