Pepa Bueno: "Yo entrevistaría hasta al diablo"
La periodista ha descrito en un libro la desgarradora historia de dos niños a los que la banda terrorista ETA dejó huérfanos.
El 11 de diciembre de 1987 Jose Mari y Víctor, de once y trece años, despertaron con un gran estruendo y entre escombros en lo que había sido la casa cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza. Un olor intenso entraba hasta sus pulmones. Más tarde sabrían que se trataba del olor de los 250 kilos de amonal cargados en el coche bomba que había hecho volar por los aires la casa. Hubo once fallecidos, entre los que estaban sus padres y su hermana de siete años. Ninguno de los muertos había cumplido los 40 años. Sólo quedaba una pared en pie. En ella se apoyaban las camas de los dos críos cuya vida había sido arrasada por la banda terrorista ETA en cuestión de segundos. De madrugada. Mientras dormían.
Más de 30 años después, tras un largo y sufrido silencio, los dos hermanos Pinto se atrevieron a hablar de lo ocurrido. No sólo entre ellos (aunque también), sino que han decidido compartir su historia con la periodista de la Cadena SER Pepa Bueno (Badajoz, 1964) que este 17 de febrero ha publicado su primer libro, Vidas arrebatadas (Ed. Planeta). Un libro que hace frente al relato de ETA a través de la mirada de dos niños inocentes que han acarreado toda su vida con las consecuencias brutales del terrorismo.
¿Cómo llegó a esta historia?
Vino a mí. Lo primero que leí fueron las notas que Jose Mari había escrito para su psicóloga de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) y ahí vi que había una hoguera emocional. Claramente. Después, cuando los conocí, tuve claro que era una historia que merecía la pena contarse.
¿Cree que libros así ayudan a acabar con el relato de ETA?
Ojalá. Mi libro solo pretende que se conozca la historia de dos víctimas. A mí siempre me ha parecido un error hablar en nombre de todas las víctimas. Porque, desgraciadamente, son muchas y todas tienen una individualidad precisa, unas circunstancias y una mirada sobre el mundo. Eso hay que respetarlo profundamente. Hacer el libro me ha reafirmado en ello. Los dos hermanos hacen una digestión diferente del atentado porque tienen derecho a encontrar la manera de transformar ese dolor en energía para vivir. No somos nadie para ponernos en su lugar.
¿Está acabado este relato, como la propia ETA?
Hace poco leía a una dirigente abertzale que decía “el daño de ETA ya está reconocido, ahora que cada uno haga su relato”. Hombre, no. Necesitamos un relato compartido. Un relato que diga que secuestrar y matar fue un inmenso y trágico error. Y yo en el libro solo pretendo que esa memoria compartida les ayude a ellos a sobrellevar la carga, aunque es muy delicado. Este no es un libro con final feliz. No es una historia en la que se acaba todo y ya está. Es una herida muy profunda que llega hasta el presente y se proyecta en su futuro.
Entonces, ¿qué falla en España para que más de la mitad de los jóvenes no sepan quiénes fueron Miguel Ángel Blanco u Ortega Lara? ¿Hasta qué punto es un signo de que se ha cerrado la herida muy rápido?
Es inevitable que cada generación viva la historia como si el mundo arrancara con ellos. Y que, desaparecida la violencia que es tan brutal, ni se imaginen un mundo con ella. Ahora bien, como parte de nuestra tarea de transmisión de conocimiento, de explicar quiénes somos y cómo estamos aquí, a la sociedad nos compete que en la enseñanza reglada se llegue al siglo XXI. Nunca nos lo explicaban. También es trabajo de los medios de comunicación y las familias. La ficción también hace mucho. Patria, de Fernando Aramburu, ha hecho mucho por esto. Para mí ha sido muy emocionante ver la serie con jóvenes veinteañeros que se asombraban de lo que veían. Yo me asombraba de lo bien contado que estaba, pero ellos del contenido.
¿Qué piensa cuando ve a un Gobierno apoyarse en Bildu para sacar los Presupuestos?
Bildu ahora es un conglomerado de muchas cosas. Dentro de Bildu hay gente que, cuando ETA mataba, rechazaba la violencia. Hay otra gente que comprendía y daba amparo intelectual a aquello. Creo que esa parte del mundo abertzale tiene un recorrido ético que hacer y participar del relato compartido. No basta con reconocer el daño. Hace falta tener una memoria compartida.
¿Que participen en política? Yo me alegro. Nos pasamos los años 80, los 90 y los primeros 2000 diciéndole a ETA que dejara de matar, que dejara de secuestrar, que cruzara el puente de la democracia y que hiciera política. No podemos más que vivirlo como un triunfo de quienes decíamos esas cosas. Tenerlo en las instituciones y que ETA no mate ni secuestre, es un triunfo. Y quien lo vea de otra manera se equivoca. Los límites que haya que establecer con Bildu mientras todo Bildu no haga ese recorrido ético del que hablaba, corresponde decidirlo a los partidos políticos.
¿Qué siente cuando algunos políticos atribuyen casi todo a ETA?
Me produce una profunda tristeza que un éxito colectivo que ha costado tantas vidas se instrumentalice políticamente de una manera que no nos deja avanzar. ¡Cuánto nos cuesta tener a los españoles un relato compartido de nuestros éxitos y fracasos!
Critica en el libro que la tardanza de la izquierda en la condena a ETA...
Hay una parte de la izquierda que en los primeros años 80 miraba a ETA con el halo romántico de aquellos que habían batallado contra la dictadura. Aquí el problema es que desde el año 78 este país tiene una Constitución, elecciones democráticas... Para mí, una vida siempre es insustituible en cualquier circunstancia. Pero además es que ETA se convirtió en un anacronismo. Este país caminaba a consolidar la democracia y tenía que irse de funeral cada dos días porque habían matado a alguien de un tiro en la nuca.
Y hoy, ¿cree que la izquierda condena taxativamente a ETA?
Yo creo que hoy sí. Esa es otra derrota importantísima a ETA. Si existe quien no lo condena, es tan marginal que resulta irrelevante. Esta derrota de ETA empezó fraguarse a partir de los 90 con Tomás y Valiente, Miguel Ángel Blanco, aquella ejecución a cámara lenta terrible, con tantos otros... Ahí es cuando la sociedad española sale a la calle y dice ‘se acabó. Hasta aquí‘. Esa es la mayor derrota de ETA porque cuando decimos “la sociedad española” decimos “los vascos” también. La derrota real de ETA fue que la inmensa mayoría dijo ‘esto no puede ser’.
El terrorismo de Estado de los GAL ¿sirvió para acabar con ETA?
No sólo no contribuyeron a no acabar con ETA, sino que les dieron coartadas. Otro trágico y terrible error que ya está juzgado y sentenciado en este país. Como dice Consuelo Ordóñez, quien legitima un terrorismo está descalificado para deslegitimar otro.
¿Y cuándo es justificable el terrorismo de Estado?
En ninguna circunstancia. En ninguna. Si el terrorismo nunca es justificable, mucho menos en quienes tienen el uso legítimo de la violencia.
¿Cuál fue el atentado de ETA que más impactó a Pepa Bueno?
Yo recuerdo como una agonía insoportable el de Miguel Ángel Blanco. Mira que ha habido muchos casos y tantos atentados dramáticos... Te impactan mucho, particularmente cuando afecta a niños. Pero aquellas horas esperando la no ejecución de Miguel Ángel Blanco las recuerdo con mucha angustia. A mí me pilló de vacaciones y estaba en Zaragoza, camino del Pirineo. Estaba en una ciudad que no era la mía y me eché a la calle. El cuerpo te pedía hacer lo que estaba en tu mano, así que pregunté dónde era la manifestación para ir. Aquella cuenta atrás la recuerdo con un dramatismo tremendo.
¿Entrevistaría a los autores del atentado del cuartel de Zaragoza? ¿A quién no entrevistaría jamás Pepa Bueno?
Yo entrevistaría al diablo. A todo el mundo. Mi oficio es preguntar. Además me encantaría entrevistarlos. Yo entrevisto a quien me pongan por delante.