Entre el apartheid vacunal y el esperpento español
Los Gobiernos de Francia, Alemania y Austria decidieron combinar vacunas y a nadie se le ha ocurrido decir que son anti científicos ni irresponsables. Spain is different.
Mientras avanza con agilidad la vacunación en España y en buena parte de Europa en la medida del cumplimiento del contrato de la Comisión Europea, a diferencia de buena parte del mundo menos desarrollado que sufre lo que se a dado en llamar un apartheid vacunal, solo superficialmente paliado por el programa Covax y a la espera de medidas más contundentes apenas anunciadas como la licencia obligatoria o la suspensión de las patentes.
En España cumplimos con creces los objetivos de inmunización marcados, pero lejos de un clima lógico de satisfacción y prudencia, seguimos sin embargo enredados en un debate esperpéntico, a medio camino entre lo científico y lo político, en relación a la administración de la segunda dosis a los menores de sesenta años, la mayoría de ellos funcionarios y trabajadores de los servicios públicos.
El problema ha tenido su origen en el incumplimiento flagrante del contrato por parte de AstraZeneca, lo que ha motivado la denuncia en los tribunales y suspensión de la previsión de ampliación del contrato de compra como respuesta de la Comisión Europea. Porque de los 200 millones de dosis comprometidos con la UE, se han recibido hasta la fecha tan solo unos 30 millones y de los 12 millones contratados para España, todavía no han cumplido ni la mitad, cuando se hace necesario completar la pauta a tiempo para garantizar su efectividad, en un plazo acorde con la ficha técnica de la vacuna.
A este grave problema de suministro, que ha provocado el retraso de la estrategia europea de vacunación, y la decisión unilateral de países como Hungría o Austria de acudir al mercado a comprar vacunas adicionales —cuestionando con ello uno de los pilares de la llamada unión sanitaria europea frente a la pandemia— se le han añadido una serie de efectos adversos de procesos trombóticos.
Estos efectos adversos, a pesar de su carácter excepcional, primero han interrumpido durante semanas el proceso de vacunación y luego han alterado la estrategia vacunal de una parte de los países europeos como España para finalmente seleccionar su uso en determinados grupos de menor edad por su peor relación riesgo beneficio en los sectores esenciales que recibieron la primera. En definitiva, se trata de incumplimiento del suministro, de riesgo beneficio en las edades más jóvenes con menor incidencia y a informaciones confusas de la propia compañía que sembraron la desconfianza de la opinión pública y en las autoridades de varios países europeos.
Ya desde entonces se produjo una discordancia entre la desconfianza y el consiguiente principio de precaución de los gobiernos y la preocupación de la opinión pública y de otro lado la confianza de los expertos y en concreto de la EMA, ante la escasa incidencia de los mencionados efectos adversos. Para complicarlo aún más, algunos gobiernos autonómicos conservadores se adelantaron entonces al gobierno central en la paralización de la vacunación con AstraZeneca.
Por ello, a pesar de que la EMA se ratificó en la seguridad de la vacuna, sin embargo relacionó los efectos adversos, en particular entre los jóvenes. Por eso los países europeos decidieron seleccionar grupos de edad e incluso algunos acudir a una vacuna alternativa, al tiempo que la Comisión Europea paralizaba la ampliación prevista de los pedidos y recurría a los tribunales ante el incumplimiento del contrato de AstraZeneca.
Esa es la explicación de las principales razones para la decisión de hace mes y medio de combinar la segunda dosis en países centrales de la Unión Europea como Francia, Alemania, Austria y países nórdicos, sin más estudios previos que los ya conocidos con anterioridad sobre el buen resultado de la combinación de vacunas, en relación al riesgo beneficio en grupos concretos y sin mayores conflictos científicos ni políticos.
No es pues cuestión de seguridad y efectividad general de la vacuna, sino sobre todo de desconfianza y prudencia. Por eso hace mes y medio que, sin ensayo clínico específico alguno, estos países europeos están combinando con normalidad la segunda dosis en millones de sus ciudadanos.
La razones son muy simples, la compañía no cumple el contrato y no hay seguridad de tener dosis suficientes para garantizar la pauta completa y la relación riesgo beneficio empeora en grupos más jóvenes con el descenso de la incidencia. Se trata de desconfianza y riesgo beneficio, y ahora, a diferencia del primer trimestre de la vacunación, existen otras alternativas seguras y con garantías de suministro como Pfizer, y por eso mismo se utilizan.
En este sentido, asombra también la amnesia de quienes en su momento cuestionaron la negociación a la baja de la Comisión Europea, caracterizaron de saldo el coste de la vacuna y luego paralizaron de forma unilateral la primera dosis de AstraZeneca ante los primeros efectos adversos, al margen de las conclusiones de la EMA y que, paradojas de la política, hoy consideran inexcusable la segunda dosis apoyándose en la recomendación de la misma EMA y de la OMS de completar la pauta con AstraZeneca.
Sin embargo, ninguna de las agencias entra, ni tiene por qué hacerlo, en el flagrante incumplimiento de contrato, ni en la valoración de riesgo beneficio en grupos de edad concretos, ya que es una materia competencia de los respectivos Gobiernos.
Porque las agencias autorizan, en este caso las vacunas, en función de la evidencia científica de seguridad y efectividad en general. Pero son los Gobiernos de los Estados quienes negocian los contratos con las compañías farmacéuticas y los que deciden completar la pauta o acudir a la combinación de vacunas de acuerdo al riesgo beneficio y a las dosis disponibles de las distintas vacunas. Estaba claro desde un principio que el problema no era solo de efectos adversos ni de opinión pública, sino también de desconfianza en el cumplimiento del contrato por parte de AstraZeneca.
La cuestión no es pues si continuar o combinar a la luz de la evidencia científica. El problema, quizá no suficientemente explicado, es la dificultad para contar con la segunda dosis de AstraZeneca en colectivos jóvenes. Otro debate ha sido si es mejor otra segunda dosis o quedarse solo con la primera. La conclusión es que siempre es siempre completar la vacunación, preferiblemente con Pfizer, pero si se rechaza, con Astra. Tanto Alemania, Francia y otros países adoptaron hace semanas la decisión por consenso científico y político. Sin embargo, aquí se ha convertido en otra materia más de oposición.
Quizá el error del Gobierno haya sido esperar para tomar la decisión de combinar a las primeras conclusiones del estudio del Instituto Carlos III, como si de ello dependiera elegir entre una u otra segunda dosis, cuando el estudio tan solo pretendía ser una aproximación a la capacidad inmunógena de la vacunación heteróloga, como también está haciendo en estos momento Gran Bretaña. De haberlo decidido hace mes y medio de forma simultánea a los países de nuestro entorno europeo, no hubiera dado lugar al debate esperpéntico en que estamos.
Porque no se trata pues de una elección a la carta entre continuar con AstraZeneca o combinar con Pfizer. La decisión tomada y asumida por el Gobierno español junto con otros europeos es administrar una segunda dosis de Pfizer a los menores de 60 años y solo si se da un rechazo expreso, mediante consentimiento informado, ofrecer la alternativa de AstraZeneca para favorecer una pauta completa y evitar una inmunización solo parcial.
Esperemos que AstraZeneca cumpla, aunque sea solo en parte, con el contrato, porque si no, después del lío de una vacunación convertida en materia de confrontación y por ello a la carta para los menores de 60 años, decidida por las comunidades gobernadas por el PP en contra del criterio mayoritario de la ponencia de vacunas, del Ministerio de Sanidad y del consejo interterritorial del sistema nacional de salud, ocurrirá entonces que para el resto de los grupos que han recibido la primera dosis, que hasta ahora son más del doble, no habrá otra vacuna que Pfizer.
Otro debate ha sido y es si es mejor otra segunda dosis o quedarse solo con la primera. La conclusión es que siempre es mejor completar la vacunación, sea con la combinada y en su defecto y si es que hay reservas disponibles, con la misma vacuna.
Expertos y medios de comunicación continúan en un debate que contrapone la ficha técnica con el estudio del Instituto Carlos III, cuestionando su rigor, cuando se trataba de compara la generación de inmunidad, ignorando que además de la seguridad y efectividad, en materia de vacunación en plena pandemia hay que valorar con menor incidencia el riesgo beneficio y sobre todo disponibilidad, seguridad y confianza en el proveedor.
Los Gobiernos de Francia, Alemania, Austria y los países nórdicos decidieron combinar y a nadie se le ha ocurrido decir que son anti científicos ni irresponsables. Spain is different.