Refrendo sobre Biden, medición de fuerzas para Trump: así vienen las 'midterms' de EEUU
Ninguno encabeza las papeletas, pero la batalla es suya: el 8 de noviembre, el país renueva Representantes, Senado y gobernadores en un contexto de crisis económica.
Los nombres de Joe Biden y Donald Trump no encabezarán ninguna papeleta de cuantas los electores de Estados Unidos tendrán que elegir el próximo 8 de noviembre y, sin embargo, lo dominarán todo. Las elecciones de mitad de mandato o midterms suponen someter a referéndum al actual presidente estadounidense, cabeza visible del Partido Demócrata, y testar el poder que aún le resta al expresidente, líder del Partido Conservador.
El contexto de crisis económica y de escándalos políticos no ayudan a la calma ni a la exposición serena de ideas, cuando está en juego la estabilidad del país con la renovación toda la Cámara de Representantes (435 escaños), de parte del Senado (35 de 100) y de buena parte de los cargos de gobernador de los estados (36 de 50). A las puertas de una recesión, con la inflación sin contención, los debates sociales como el de las armas y el aborto tratan de marcar la diferencia en unos comicios que, tradicionalmente, castigan a la formación en el Gobierno.
Cómo están las cosas
Los sondeos no pueden ser más ajustados a unas tres semanas el 8-N. Según los realizados esta misma semana, la oposición republicana tiene muchas posibilidades de arrebatar al menos entre 10 y 20 escaños en la Cámara Baja. Eso le bastaría para tener mayoría de la que ahora carecen. Las encuestas son menos claras sobre el Senado, donde los demócratas esperan conservar su mayoría. Sin embargo, hace justo una semana, había un práctico empate en el Congreso y el Senado iba a parar a los republicanos.
El acuerdo sobre el proyecto de ley de reducción de la inflación y el descenso de los precios de la gasolina en las últimas semanas pueden explicar este renovado optimismo en las encuestas para los demócratas.
La prestigiosa empresa demoscópica Ipsos explica que desde 1860 y el establecimiento del duopolio partidista entre demócratas y republicanos, 38 de las 41 midterms han resultado en un descenso del partido del presidente en la Cámara de Representantes. Por tanto, la tendencia histórica es la de castigar al presidente en ejercicio, al menos en la Cámara Baja, una manera de azuzarle para los dos años de legislatura que le quedan por delante.
Actualmente, los demócratas de Biden tienen una estrecha mayoría en ambas Cámaras, un hecho que ha permitido al presidente -no sin contratiempos hasta con sus propios compañeros- avanzar en parte de sus propuestas legislativas más importantes. Hoy cuentan con 221 de los 435 escaños de la Cámara de Representantes, frente a los 212 de los republicanos y los dos escaños vacantes. En el Senado, los del presidente tienen 50 miembros, los mismos que los republicanos, pero la vicepresidenta demócrata, Kamala Harris, puede desempatar en el Senado.
Las claves
Joe Biden se ve atrapado por la economía. Es su mayor enemigo, con la inflación apenas contenido, bajando un 0,1% en el último mes, pero con los precios aún subiendo a un ritmo del 8,2%, una brutalidad no vista en 40 años y en consonancia con la crisis mundial derivada de la invasión rusa de Ucrania. La subida de tasas de la Reserva Federal aún no la ha controlado, aunque se esperan los efectos pronto pero, mientras tanto, el rojo fuego es la señal diaria en Wall Street y el propio presidente acepta como “posible” una “ligera recesión”. “Ha habido algunos avances en esta lucha”, defiende en cada mitin, pero matiza de seguido: “Los precios aún son demasiado altos”.
El demócrata es consciente de que queda “trabajo por hacer”, pero pese a ello, intenta que la economía no sea sólo un revés, pese a lo sensibles que son los bolsillos de los ciudadanos, sino una oportunidad de marcar diferencias con los republicanos. “Ellos no son nosotros -enfatiza-. Se trata de una elección entre dos formas muy diferentes de ver la economía”. Una más justa, otra para ricos, viene a decir.
Enumera estos días lo aprobado en estos dos años, desde el Plan de Rescate Estadounidense a la Ley de Inversión en Infraestructuras y Empleos, pasando por la la Ley de Reducción de la Inflación o la Ley Chip. Los republicanos, obvio, lo ven insuficiente. Quieren liderar la lucha contra la inflación, abordar la crisis de opiáceos y robustecer las políticas de familia -de la tradicional, se entiende, la que defienden-.
Más de que de propuestas constructivas, hablan de las cosas con las que quieren acabar: con la comisión parlamentaria que investiga el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021, a la que justo acaban de citar a declarar a Trump, o con las carreras de Biden, su principal asesor en la pandemia de coronavirus, el doctor Anthony Fauci, o Merrick Garland, el fiscal general de EEUU, contra los que sí prometen abrir investigaciones.
Tibios y latinos
Biden ha mejorado en popularidad, tras una travesía en el desierto de meses, y logró ponerse en verano en el 45%. Hoy ha bajado un poco, hasta el 42%, pero lo peor parece haber pasado. Los sondeos revelan que, ya que con la economía no, está ganando apoyos por el terreno social, con causas de enorme impacto como el aborto o el control de armas de fuego. El presidente casi ruega por mayorías suficientes para anular las normas parlamentarias que le impiden prohibir los rifles de asalto -ya ha tenido que enfrentarse a tiroteos brutales en su mandato, como Búfalo y Uvalde- o legalizar el aborto en todo el país -un derecho violado por el Tribunal Supremo-. “Los estadounidenses tienen una opción”, dijo en un discurso reciente. El aborto y las armas están “en la papeleta”, aseguró.
“El electorado demócrata siempre estará con Biden en estas materias. Lo que hay que saber es si se movilizará a ese voto más cansado, menos movilizado, si estas causas les harán votar. Los sondeos indican que hay cierta movilización extra en este sentido, pero no se sabe si será determinante a la hora de las mayorías”, explica el americanista Sebastián Moreno. “Los republicanos son absolutamente ajenos a este tema, ya están movilizados en sus opciones, por lo que los templados, los indecisos, son los restantes”, añade.
Moreno apunta también a la importancia del voto latino en este 8 de noviembre, porque aunque las encuestas señalan a que siguen siendo mayoritariamente demócratas, con un 55% de apoyos, se acortan las distancias con los republicanos, a los que apoyarían un 30% de latinos. “Son diez puntos menos que en las pasadas midterms, puede acabar siendo decisivo en una decena de estados”, avisa.
La incógnita de Trump y su corrupción
Trump no manda en el Despacho Oval, pero quiere volver a hacerlo. Sus alusiones a que se presentará a la reelección en 2024 son más que veladas y es el único republicano con posibilidades de liderar la boleta. A los demás, buenos líderes locales o contestatarios, se los ha ido liquidando por el camino. Su presencia en esta campaña da cuenta de sus intereses, porque es intensa, enérgica, nada que ver con la de un expresidente retirado. Sabe que ganar en noviembre puede ser la antesala de un triunfo presidencial en dos años.
No para, va de mitin en mitin, como el “jugador político de primera” que es, en palabras del analista sevillano. “Si votas a los republicanos, votas a Trump”. alerta Biden. “No sabemos si los votantes estadounidenses van a ser sensibles o no a este lenguaje anti-Trump. Una mente racional diría que los escándalos acumulados en las últimas semanas, como el registro de su casa de Florida donde guardaba documentos confidenciales o las demandas en Nueva York por presunto fraude deberían alejar a parte de los votantes, pero el discurso victimista de Trump es tan profundo, hay tanta gente que cree en su persecución, que todo está abierto”, insiste.
A su entender, el magnate “pone a prueba” en las elecciones de mitad de mandato su “influencia, poder y capacidad de salir vivo de todas”, que califica de “formidable”. ¿Podría cambiar algo su comparecencia por la crisis del Capitolio, la peor sufrida por la democracia estadounidense? No necesariamente, explica, porque la citación supone que Trump tendrá que presentarse para responder bajo juramento a las preguntas de los legisladores como muy tarde el 3 de enero de 2023, que es cuando se instalará el nuevo Congreso, con lo que el expresidente tendría hasta ese día para comparecer una vez que el panel expida dicha citación. Se puede escapar de que sus palabras afecten a las elecciones.
Lo que puede venir
En este escenario de un Congreso en el que republicanos y demócratas controlan cada uno una Cámara, Biden gobernará a base de órdenes ejecutivas, porque carecerá de capacidad de actuar en solitario, pasar los trámites parlamentarios con holgura y gobernar como le gustaría hacerlo. Esta prerrogativa es básica en política exterior.
Si los republicanos ganan la mayoría en ambas Cámaras, el presidente seguirá conservando ese poder de la política internacional pero en el ámbito interno, los republicanos podrían aprobar leyes o intentarlo, porque no es tan sencillo, ya que Biden puede vetar proyectos. No obstante, “este veto puede ser anulado por dos tercios de los votos de cada Cámara, pero dada la configuración actual de las elecciones intermedias, los republicanos nunca podrán reunir esos dos tercios. Joe Biden estaría entonces obstruyendo y podría hacer retroceder cualquier legislación aprobada”, precisa France 24.
El último y menos factible de los escenarios es que los demócratas ganen las elecciones con mayoría tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado. En ese caso, Biden tendrá vía libre, con sus problemas internos, lasa familias demócratas y las coyunturas del momento, pero todo quedará en casa y se resolverá en casa, como en sus dos primeros años de mandato. Entre las cosas que tiene aún pendientes en el cajón destacan, a juicio de Moreno, “su proyecto de ley de inmigración, la gran reforma de su mandato, pero que está estancada porque de momento no hay acuerdo en el Senado”. Lo convertiría, sin competidor, en el presidente con más poderío legislativo en la historia reciente de EEUU.
Pero de sueños también se vive.