Elecciones en Brasil 2022: La victoria de Lula manda al capitán Bolsonaro a los cuarteles de invierno
El ultraderechista no consigue la reelección, es la primera vez que el candidato de un partido no lo consigue en unos comicios.
La victoria de Luiz Inácio Lula da Silva en las elecciones en Brasil de este domingo envía a los cuarteles de invierno al capitán Jair Bolsonaro, que hace cuatro años llevó al poder a la ultraderecha brasileña a través del voto, por primera vez.
También por primera vez, al menos desde que en 1996 se adoptó la reelección por solo un período consecutivo en Brasil, un gobernante en ejercicio del poder fracasa en su intento de mantenerlo.
Lula, de 77 años y candidato de un frente progresista, se impuso con un muy ajustado 50,9% en la segunda vuelta de las elecciones, en tanto que Bolsonaro recibió un muy importante apoyo, del 49,1%, que augura una feroz oposición para el presidente electo a partir del 1 de enero, cuando asumirá el cargo.
Con Bolsonaro, de 67 años, pierde también la ultraderecha global, que había apoyado al capitán de la reserva del Ejército en unas elecciones que, según el estadounidense Steve Bannon, eran las “más importantes, intensas y dramáticas del siglo XXI” para ese movimiento.
¿Un “Trump tropical” o un “Chávez de derecha”?
Su estilo autoritario y cuartelero, así como su convicción de que “uno manda y otros obedecen”, causaron polémicas desde el inicio del Gobierno de quienes muchos calificaron de “Donald Trump tropical” y otros consideraron que era más bien un “Hugo Chávez de derecha”.
Tras llegar al poder en 2018, con escasa capacidad de diálogo, Bolsonaro vio cómo partidos de centro y centroderecha que le habían apoyado se alejaban y se arropó sobre todo con pastores evangélicos, policías y militares, que pasaron a ocupar buena parte de la estructura del Ejecutivo.
La popularidad con que había asumido el Gobierno, cercana al 50% en enero de 2019, comenzó a esfumarse durante su primer año de gestión, en el que apostó en el conflicto permanente que agrada a los más radicales de sus seguidores.
El principio del fin comenzó a llegar junto con la pandemia de Covid-19, que al día de hoy ha matado a casi 690.000 brasileños y cuya gravedad Bolsonaro siempre minimizó, al punto de calificar al virus de “gripecita”.
Se opuso a todas las medidas posibles de prevención y entró en rumbo de colisión con los gobernadores y alcaldes que las adoptaron, así como con la Corte Suprema, que avaló las restricciones que la pandemia imponía.
Bolsonaro puso en duda la eficacia de las vacunas y se ufana de no habérsela puesto, con polémicos argumentos, como que podrían convertir a las personas en “yacarés”. En plena crisis sanitaria, animó a sus seguidores a manifestarse contra los otros poderes de la Nación y llegó a encabezar actos a las puertas de los cuarteles en los que se pedía una “intervención militar” para “clausurar” el Congreso y la Corte Suprema.
La cruzada contra “el sistema”
Las Fuerzas Armadas no le apoyaron y Bolsonaro apostó en una dura cruzada contra las urnas electrónicas, adoptadas por Brasil en 1996 y que en ninguna de las elecciones celebradas desde entonces fueron objeto de una sola denuncia de fraude.
Aun así, al mismo tiempo en que Lula crecía y se consolidaba en las encuestas, Bolsonaro mantuvo el pulso con el Tribunal Superior Electoral (TSE), aunque ni siquiera el Partido Liberal, que le postuló a la reelección, respaldó sus denuncias contra “el sistema”.
Bolsonaro había dicho que, si perdía, se retiraría a “a pescar” en Río de Janeiro, pero adelantó que en su bote tendrá siempre un teléfono para seguir guiando a su base política, un movimiento que, según ha admitido Lula, ha llegado “para quedarse”.
Entre los herederos políticos de Bolsonaro, figuran dos de sus hijos, uno diputado y otro senador, y una decena de exministros de su Gobierno que en estas elecciones han conseguido escaños en el Parlamento para la próxima legislatura.
También Tarcísio Gomes de Freitas, elegido este domingo como nuevo gobernador de Sao Paulo, el estado más poblado y desarrollado del país, que pasa a ser el principal reducto bolsonarista después de estas elecciones y desde el que la ultraderecha deberá crear una estructura que hoy no tiene.
La duda más inmediata tras las elecciones de este domingo es si Bolsonaro, que seguirá en el poder hasta el 1 de enero, facilitará la transición, un proceso que debería comenzar este mismo lunes. Por el momento, en la noche de la victoria de Lula, guarda silencio.