Un año del 10-N: lo que se decía entonces y lo que vivimos ahora
Aquella noche nadie pensaba en un Gobierno de coalición ni en una pandemia mundial... hoy Sánchez aspira a acabar la legislatura en 2023. .
Hace un año los españoles iban a votar por segunda vez en unas generales en seis meses. El país vivía en funciones, con un desgarro en la izquierda por no haber conseguido formar Gobierno durante el verano. Y con una derecha muy fragmentada: con Pablo Casado acosado por un posible sorpasso por parte de Vox y con un Ciudadanos en caída libre. Todo podía pasar.
Aquel 10 de noviembre los españoles acudían con la sensación de que los políticos no habían sido capaces de ponerse de acuerdo y con la duda de si lo serían a partir de ese día. Y después de un super año electoral en el que también se habían celebrado autonómicas, municipales y europeas. Las urnas se abrieron al empezar la noche y dejaban estos titulares: el PSOE ganaba pero se dejaba tres escaños, el PP remontaba hasta los 87 escaños pero se quedaba lejos de los socialistas, Vox se convertía en la tercera fuerza política, Unidas Podemos perdía fuelle, Más País no cumplía la expectativas y se abría paso el Parlamento más fragmentado con mayor número de fuerzas nacionalistas, independentistas y regionalistas.
De la fragmentación al pacto inesperado
Más lío, como diría Mariano Rajoy, que en las elecciones del 28-A. El editorial de El País al día siguiente decía: “Las elecciones generales no han resuelto las dificultades para acordar una mayoría de gobierno. Por el contrario, las han agravado, corroborando la inutilidad de regresar a las urnas en busca de solución aritmética para un problema que era y es de otra naturaleza. Trasladar la lógica de la mayoría absoluta desde los partidos a los bloques ha provocado una grave parálisis política y, simultáneamente, una polarización y una radicalización de la vida pública española cuyo resultado más palpable ha sido el alarmante fortalecimiento de la ultraderecha”.
Unas horas de incertidumbre en toda España. ¿Y ahora qué? ¿Repetir las elecciones para qué? Pero esos comicios lograron lo que no se pudo durante meses anteriores. En secreto y en apenas 48 horas, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se pusieron de acuerdo sin cámaras delante y pactaron el primer Gobierno de coalición en España desde la II República. Algo que para el país parecía impensable… y hasta para los propios partidos. Todos aprendieron que podían pactar.
Un Gobierno de coalición que está funcionando razonablemente bien a tenor de la historia entre PSOE y Unidas Podemos. Una experiencia de la que están satisfechos ambos actores y cuyo engranaje se debe principalmente a la buena relación que existe entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias (la confianza va descendiendo según bajan los niveles). Los dos saben que se necesitan para estar ahí.
Lo que nadie se esperaba entonces es que en apenas unos meses llegaría la situación más dramática del país desde la Guerra Civil en forma de pandemia mundial por el coronavirus. Esto pilló a un Gobierno recién estrenado, con muchos de sus miembros pisando por primera vez moqueta y con un reto de dimensiones descomunales. Aunque ha habido debate y fricciones internas por algunas medidas (especialmente las económicas), el Ejecutivo de coalición sigue adelante y tiene intención de llegar al final de la legislatura en 2023.
Nada de gran coalición
Tras aquella noche electoral, El Mundo titulaba su editorial como ‘Sánchez fracasa: es la hora de una gran coalición’ señalando: “El resultado de las elecciones generales de ayer arroja un escenario político más inestable, más fragmentado y más ingobernable. Los españoles volvieron a las urnas como consecuencia de la irresponsabilidad de Pedro Sánchez y de su incapacidad para formar Gobierno”.
Esa fragmentación del voto se notó desde el primer momento Y la investidura fue un complicado ejercicio de arquitectura parlamentaria, cuyas negociaciones pilotó Adriana Lastra. Salió en una agónica votación en enero, pero luego la mayoría de investidura ha ido funcionando. Se vivieron algunos momentos de tambaleo de esa suma durante los decretos de estado de alarma, pero el Ejecutivo consiguió acercar a Cs.
No obstante, esa fragmentación que se vaticinaba se ha visto pulverizada en la última votación de prórroga del estado de alarma (para seis meses) con Pedro Sánchez sacándola con una mayoría holgadísima de más de 190 diputados (la mayoría absoluta está en 176). Ahora se tendrá que ver qué mayoría saca adelante los presupuestos generales del Estado: UP presiona para hacerlo con los socios de investidura y Ciudadanos está tentando también al PSOE para sacarlos con ellos. Pero en el Congreso Sánchez ha logrado sacar todas sus normas más importantes, y sólo se llevó el varapalo con su decreto sobre los remanentes de los ayuntamientos.
El Mundo hablaba entonces de que era el momento de la gran coalición. Pero, para nada. Sánchez decidió unirse a UP en aquellas horas y Casado tampoco está por la labor. El análisis que hacen en Ferraz y en Génova es que un Gobierno de PSOE y PP llevaría a hacer crecer los partidos en los otros extremos.
“Las elecciones del 10-N no han servido para aclarar el panorama que dejaron las del 28-A. Los socialistas han vuelto a ganarlas, Vox ha doblado largamente su representación y Ciudadanos se ha hundido. Pero la política española, que dejó el bipartidismo atrás hace ya tiempo, vive una creciente fragmentación parlamentaria”, decía el editorial de La Vanguardia al calor de las urnas.
Una de las pistas que daba era ese “Ciudadanos hundido”. Una de las principales consecuencias del 10-N fue la dimisión de Albert Rivera tras ese batacazo histórico. Cs arrancó entonces un proceso de sucesión que ha acabado con el nuevo liderazgo de Inés Arrimadas, que está llevando un giro de nuevo hacia el centro y se ha abierto a pactos con el PSOE frente a la postura durísima que tuvo su antecesor.
Vox doblaba, como señala el rotativo catalán, su presencia en el Congreso. Incluso dentro del PSOE se achacó esa subida al clima de polarización y a los efectos de actos como la exhumación de los restos de Franco. Los de Santiago Abascal demostraban que todavía no habían alcanzado su techo, aunque durante estos meses esas burbujas se han calmado. Su gran resbalón: la estrepitosa derrota en la moción de censura, la menos apoyada en la historia de la democracia. Solo los 52 diputados de ultraderecha apoyaron su iniciativa para desalojar a Sánchez.
“La operación de Sánchez con la convocatoria de nuevas elecciones ha sido un fracaso para el PSOE y ha generado un Parlamento infernal para formar una mayoría adecuada para los retos de España”, indicaba en su editorial el ABC tras aquella noche. Es hora de ver un año después cómo están las expectativas electorales.
Según el CIS, si hoy hubiera elecciones el PSOE volvería a ganar e incluso subiría en votos (30,8% frente al 28% del 10-N) y el PP seguiría siendo segundo (aunque perdería casi dos puntos). Vox mantendría la tercera posición, pero descendería 2,6 puntos, en tanto que UP sería cuarto -bajando 1,2 puntos-. Ciudadanos, en cambio, subiría casi dos puntos respecto a aquellas elecciones (siendo el quinto partido).
Esta misma semana el Congreso debatirá las enmiendas a la totalidad a los presupuestos. Sánchez ya tiene garantizada la mayoría para tumbarlas. A principios de enero, puede tener aprobadas las cuentas públicas. La pandemia seguirá, pero Sánchez ya toca la estabilidad para aguantar hasta 2023. Ninguno de los que subieron al escenario en la calle Ferraz aquel año pensaba que un año después viviría esto.