El virus
Imagina que eres tú el que hace esa cola.
Europa no sólo está vieja. Le empieza a fallar el corazón.
Y la memoria.
Siria la acogió en los malos tiempos.
Cuando era de todo menos “Union” y estaba desangrada.
Y ella se lo paga con gases lacrimógenos sobre los hijos indefensos de Siria.
No sé.
Imagina, por un momento, que fueras tú quien hace la cola detrás de esos muros, más parecidos a cárceles que fronteras. Como si la humillación de por sí fuera pequeña.
Esos muros. Que son de espinas y te dejan asomar la vista para que veas lo que hay al otro lado, un falso paraíso puesto como un escaparate de una firma cara, al que jamás podrás llegar.
Imagina que eres tú el que hace esa cola.
Que no es para comprar pan.
Pero que sí es para tener la posibilidad de llevártelo a la boca.
Imagina.
Por un momento.
Que te toca la faena de caer en la cara B de este mundo tan poco equitativo.
No sé.
Ponte por un momento en la piel que has tenido la suerte de no habitar.
Y aunque sea, da gracias porque tus dramas son auténticas estupideces.
Estos días, el virus se expande por la frontera greco-turca.
No tiene corona.
Pero su síntoma es claro.
La carencia de humanidad.