El verano más turbio de las aguas canarias
Cuando aquella mañana de julio el socorrista de bañador rojo y camisa blanca me dijo que se desaconsejaba el baño por la presencia de microalgas, yo pensé que era una cosa más bien anecdótica. Pero no, parece que este verano se ha convertido en una especie de 'día D' del cambio climático en Canarias. Se lleva notando años: cada vez llueve menos, los montes parecen más secos. Cada invierno hay más días de terraza en La Laguna, mi ciudad, que antes era fría, lluviosa y húmeda de narices. Pero claro, si no dependes del campo, te preocupas menos por la sequía. Si vas poco al monte, te haces el despistado. Si te gusta tomar cerveza y fumarte un piti al aire libre, casi que agradeces más días de sol. Pero casi nadie pensó que un día le tocaría al mar, lo más importante para muchos en Canarias, lo que te quita el agarrotamiento del cuerpo, la vía de escape a una vida asquerosa, la forma en la que tu familia organiza su descanso y lo pasa bien, con las lorzas al aire, la tortilla, el bocadillo y el bañador. Casi nadie pensó que tendría que bañarse cerca de unas aguas pardas.
Por eso hay tanta gente que lleva varias semanas en las islas hablando de microalgas y buscando explicaciones y responsabilidades a esas manchas que han aparecido, sobre todo, en las costas de Tenerife, pero también en La Gomera, El Hierro y La Palma. Los científicos afirman que se ha producido un cóctel perfecto para la aparición de microalgas: olas de calor con calima del desierto del Sáhara, un mar cada vez más caliente y los vientos alisios -que son los que enfrían las temperaturas en Canarias- soplando poco. Eso ha hecho que proliferen estas microalgas, que en realidad son cianobacterias llamadas Trichodesmium erythraeum, presentes todo el año en el mar, pero que se desarrollan mucho más en estas condiciones. No son demasiado peligrosas, aunque pueden producir dermatitis y se desaconseja bañarse en las zonas afectadas.
Pero en el imaginario popular, que al fin y al cabo es el que muchas veces manda, ese color pardo recuerda demasiado a la porquería humana que acaba en el mar. "Microalgas que salen de mis nalgas", decía el otro día uno de esos memes que llegan por Whatsapp. A pesar de que la mayoría de los científicos que han hablado en los medios rechazan esta teoría, también hay defensores de la tesis fecal: algo pueden tener que ver las aguas residuales en la proliferación de estas cianobacterias. Y tienen un estudio que podrían blandir, como Chávez blandía la Constitución de Venezuela o Mao el Libro Rojo: un artículo publicado en la revista Nature por científicos israelíes, realizado en la zona de Haifa y que establece una relación entre la proliferación de esta bacteria y la presencia de aguas residuales.
Aunque no hubiera un rastro de caca, lo cierto es que, además de para pensar en el cambio climático, las microalgas canarias han servido para desplazar la mirada hacia el vertido de aguas residuales al mar en las islas, un auténtico despropósito del que apenas se hablaba hace poco. Aunque la gestión y depuración de aguas está en manos de municipios y cabildos, el Gobierno regional se encarga de controlar la calidad de las aguas en las costas y de elaborar los censos con los puntos de vertido de aguas residuales al mar. Según relataba estos días el periodista Vicente Pérez en Diario de Avisos, en el último que se hizo, en 2008, se descubrió que el 74% de estos puntos de vertido en las islas eran ilegales. Y sólo en Tenerife se tiraban al mar ese año 57 millones de litros diarios de aguas residuales sin la depuración que exige la normativa. Estos incumplimientos han hecho que la Comisión Europea proponga sanciones de 46,5 millones de euros a España, habiendo detectado 33 zonas donde se incumplen las normas comunitarias.
El Ejecutivo regional, en manos de Coalición Canaria desde hace 24 años -solos, como ahora, o en coalición con PP o PSOE-, no ha vuelto a hacer un censo desde 2008 -el próximo se difundirá en unos meses-. Igual que no le prestó demasiada atención a esto de las microalgas durante las primeras semanas, en las que el consejero de Sanidad no dijo ni mu, como le afeaba el periódico La Opinión de Tenerife en un editorial. Luego salieron varios altos cargos rodeados de expertos a decir que todo se debía al calentamiento global, nada de aguas residuales, y que "tendremos que acostumbrarnos" a las microalgas, porque esto del cambio climático está para quedarse. El presidente del Gobierno de Canarias, Fernando Clavijo, ha pedido que no nos pongamos alarmistas para no hacerle el juego a otros lugares que suspiran por que las microalgas debiliten a Canarias como destino turístico.
Cataclismos y advertencias aparte, está por ver si este extraño verano de aguas turbias y anormalmente calurosas, donde se habla de microalgas y vertidos por las mismas esquinas de las calles donde a veces mean los perros, producirá alguna mutación sociocultural en Canarias, un despertar al cambio climático y a la degradación del territorio, a la sensación de deterioro en entornos esenciales de la vida en el Archipiélago. Y si esto tendrá consecuencias políticas y ambientales.
Hace poco más de un mes, una mítica compañía cervecera de origen local (en manos ya de una multinacional, of course) sacó su anuncio veraniego de cada año, donde siempre salen los manidos tópicos sobre Canarias, el paraíso y sus gentes simpáticas.
Pero el paraíso no existe. Sólo hacen falta unas microalgas y unos buenos litros de caca para poner las cosas en su sitio.