El terror no es para niños
Por qué nunca se hará una buena adaptación de 'It', de Stephen King.
Un payaso arrancándole el brazo a un crío desde una cloaca no es suficiente: esto es algo que Stephen King sabe y que alguien debería decirles a los productores y directores de las dos adaptaciones de It que se han hecho hasta el momento. Con la nueva película de Andy Muschietti aún en exhibición, resulta incomprensible por qué es tan difícil adaptar la obra del maestro del terror; o quizá no tanto.
Por un lado, tenemos una producción de 1990 directa para televisión. El problema básico es que la televisión está al alcance de todo el mundo, adultos, ancianos y niños. En una época en la que el público todavía estaba intentando digerir Twin Peaks, una producción de terror para televisión no podía permitirse escandalizar a su audiencia adaptando un libro donde se asiste a un número incontable de perversiones, tanto fantásticas como terrenales. Porque el problema principal del telefilme no era el presupuesto, sino su público objetivo y unos productores que poco podían (o querían) arriesgar.
En el caso de la nueva versión del clásico de King es similar: puede que hayan pasado veintisiete años y que la producción sea para cine, pero el auténtico terror de los productores es similar al de aquellos que la realizaron para televisión, que el público se escandalice.
Puede parecer contradictorio que una película de terror sea conservadora cuando obtiene la clasificación R (restricted, lo que en Estados Unidos significa que no pueden ir a verla menores de 18 años sin compañía de un adulto), pero no lo es tanto si pensamos que esta clasificación permite que vayan niños a la sala si van acompañados de un adulto. Que It sea una película que pueden ver niños la convierte en una pobre adaptación de la obra original de forma automática. Pensemos que la clasificación R la pone a la altura de Logan, El discurso del rey o American Pie 2. Para que la película mereciera el privilegio de la duda, debería haber obtenido una clasificación NC-17, con la que los niños no pueden entrar a la sala, vayan acompañados o no de adultos. Sin embargo, los productores están pensando en una taquilla en la que los adolescentes juegan un papel esencial y saben que no pueden arriesgarse a que la película prohíba la entrada al grueso de su audiencia.
It es un libro al que también pueden se le pueden sacar algunas vergüenzas, pero ninguna de ellas tiene que ver con su contenido adulto, su terror visceral y sus perversiones humanas, que son las que más asustan a los lectores de Stephen King. Sus personajes no solo se enfrentan a un payaso cósmico que se alimenta de niños, sino que deben lidiar con adultos que abusan de ellos física y psicológicamente, deben hacer frente a una violencia extrema y, sobre todo, al fracaso. En It podemos asistir a varias escenas en las que niños indefensos deben hacer frente a injusticias que solo un adulto, acostumbrado a los vaivenes de la vida, puede comprender, pero que en la mente de un niño no son más que experiencias brutales de las que no sacan aprendizaje alguno, salvo que, si alguien más fuerte que tú decide darte una paliza, lo más probable es que lo consiga. Ese tipo de ideas son las que inundan las páginas de It, de las que apenas podremos ver una leve pincelada en alguna escena inspirada de la película.
El principal problema de la adaptación de It, y que arrastra consigo a la mayor parte del terror que se hace en los grandes estudios, es que no entienden que el terror es nicho. Se esfuerzan en hacer explotación de un género que encuentra a sus más fieles aliados en la provocación, la brutalidad y el pesimismo. Convertir eso en una historia masticada para niños rompe con todo el sentido original del género del horror.
Por poner un ejemplo más claro, en ambas adaptaciones del texto de King obvian una escena que ya en el libro resulta polémica y terrible: los niños terminan turnándose para tener relaciones con el único miembro femenino del grupo, Beverly, con intención de entrar en una especie de comunión espiritual que les permita vencer al horror al que se enfrentan. Lejos de entrar en valoraciones morales, artísticas o de estilo sobre esta escena, lo que demuestra, sin duda alguna, es que Stephen King jamás tuvo en mente como lectores o espectadores a un público casual que lo mismo ve Algo pasa con Mary que Infiltrados en la universidad.
Dicho de otra manera: el terror no es para todos los públicos. Y la pretensión de hacer terror permitido para los niños es como tratar de hacer un recopilatorio navideño de punk.